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Debido a las ideas falsas y las tendencias seculares, sobre todo en el Occidente durante los recientes siglos, la mayoría de la gente define la religión como una fe ciega, actos de devoción que no tienen ningún significado y un consuelo para los problemas de la vida. Tales ideas equivocadas en parte se han desarrollado en la Cristiandad debido a los errores históricos y los defectos del Cristianismo. Algunos musulmanes secularizados y apegados al mundo han cometido este error reduciendo al Islam a una ideología, un sistema social, económico y político. Ellos ignoran un hecho declarado en el Corán, en las Tradiciones y a lo largo de la historia islámica: el Islam, el camino intermedio entre todos los extremos, se dirige a todos los sentidos y facultades humanas, así como a la mente, corazón y sentimientos de cada individuo, y abarca cada aspecto de la vida humana. Es por eso que el profeta Muhammad puso énfasis en el aprendizaje, en el comercio, en la agricultura, en la acción y en el pensamiento.

Además, él animó a su gente para que hicieran perfectamente su trabajo, y prohibió la inactividad y la mendicidad. Por ejemplo, él dijo: «Dios ama a un siervo creyente y hábil».[284] El Corán declara: Di: «Obrad, y Dios contemplará vuestra obra así como Su Mensajero y los verdaderos creyentes también harán» (9:105). Como todas nuestras acciones se mostrarán en el Día del Juicio Final, no podemos ser descuidados y hacer algo sin deseo alguno tan sólo para deshacernos de ello. Además, el Mensajero declara: «Cuando haces algo, Dios quiere que lo hagas perfectamente».[285]

El Islam anima a la gente a trabajar, y considera nuestras tentativas legítimas de ganarnos la vida y mantener nuestra familia como actos de veneración. A diferencia del Cristianismo medieval, esto no idealiza —ni aconseja— vivir como un ermitaño. Prohíbe la disipación y el lujo alegando que si vivimos una vida autoindulgente aquí y descuidamos nuestros deberes religiosos, nuestra prosperidad en ambos mundos estará en peligro. El Mensajero declara en un hadiz conciso que resume lo esencial de una feliz vida económica y social y prosperidad tanto en este mundo como en el siguiente:

Cuando estés implicado en transacciones especulativas, ocupado solamente en la crianza de animales, satisfecho con la agricultura y cuando hayas desatendido los esfuerzos en el camino de Dios para predicar Su religión, Él será propenso a humillarte. Y no se detendrá hasta que regreses a tu religión.[286]

Este hadiz hace una descripción muy exacta de la lastimosa condición de los musulmanes durante los últimos siglos. Las transacciones especulativas significan la muerte de una vida económica sana y el recurso hacia modos ilegales, y licenciosas formas de ganarse la vida. La satisfacción con la agricultura y la crianza de animales es el signo de la pereza y el abandono de la investigación científica; el Corán explícitamente declara que Dios creó a la humanidad como Su vicerregente y nos confió el conocimiento de los nombres de las cosas.

Eso significa que nosotros debemos establecer la ciencia y explotar los recursos naturales descubriendo las leyes Divinas de la naturaleza y reflexionando sobre los fenómenos naturales. Sin embargo, mientras tanto deberíamos encontrar la Voluntad de Dios y practicar el Islam.

El Corán contiene muchos versículos, como: «Di: ¿Son iguales los que saben y los que no saben?» (39:9), que resalta la importancia del conocimiento y el aprendizaje. Y también advierte que «solamente aquellos que poseen el verdadero conocimiento tienen temor reverencial a Dios» (35:28), lo que significa que la verdadera piedad y veneración pueden ser posibles sólo a través del conocimiento. La limitación del conocimiento a ciencias religiosas carentes de reflexión e investigación inevitablemente desemboca en una «falsa» satisfacción mediante la crianza de animales y la agricultura, en una ociosidad y un abandono por esforzarse en el camino de Dios. Como último resultado aparecen la miseria, la pobreza y la humillación.

El Mensajero llamó la atención a este hecho importante en otras Tradiciones (Hadiz), como: «Una hora de reflexión y contemplación es mejor que un año de veneración religiosa (supererogatoria)»[287] y «Un creyente poderoso es mejor y más amado por Dios que uno débil».[288] Ser poderoso requiere tener salud tanto física como espiritual así como competencia científica y técnica. Restringir el significado de ser poderoso a la fuerza física muestra la carencia total del entendimiento de esa persona acerca de en lo que está basado el poder verdadero.

En conclusión, ser un buen musulmán es sólo posible siendo un buen estudiante en la escuela del profeta Muhammad. Esta actitud fue mostrada por Yafar ibn Abi Talib, el primo del Profeta, que emigró a Abisinia para evitar la persecución severa de los quraishíes. Él dijo una vez a Negus, el soberano de Abisinia: «Oh rey, nosotros solíamos beber sangre, comer carroña, fornicar, robar, matarnos entre sí y saquear. El poderoso solía oprimir al débil. Solíamos hacer muchas otras cosas vergonzosas y despreciables».[289]

El profeta Muhammad fija el mejor ejemplo para su gente en la creencia, en la devoción y en la buena conducta; en resumen en todos los aspectos de la vida. Su gente consideraba tener hijas como algo vergonzoso y por eso las enterraban vivas. Cuando el Profeta vino con el Mensaje Divino, las mujeres disfrutaron de sus derechos totalmente. Una vez una muchacha vino al Mensajero y se quejó: «Oh Mensajero de Dios, mi padre me obliga a casarme con el hijo de mi tío. Yo no quiero casarme con él». El Mensajero llamó a su padre y le advirtió que no hiciera eso. El hombre le prometió que no lo haría. Entonces la muchacha se levantó y dijo: «Oh Mensajero de Dios, no fue mi intención oponerme a mi padre. Vine aquí sólo para averiguar si el Islam permite que un padre case a su hija con alguien sin el consentimiento de la misma».[290]

El Mensajero les advirtió a sus Compañeros que no mendigaran. Y a pesar de lo pobres y necesitados que eran, los Compañeros no lo hicieron. Eran tan sensibles acerca de este asunto que hasta se abstenían de pedir ayuda. Si, por ejemplo, a uno de ellos se le cayera la fusta mientras estaba en su montura, se desmontaba y la recogía él mismo en lugar de pedírselo a alguien.[291]

Antes del Islam, la gente adoraba a los ídolos y no trataban a sus padres con el debido respeto. En el Corán Dios dice: Tu Señor ha decretado que no veneréis sino a Él tan solo y que tratéis a los padres con la mejor amabilidad (17:23). Este decreto Divino los cambió tan radicalmente que comenzaron a preguntar al Mensajero si serían castigados en caso de no devolver con una sonrisa la mirada de sus padres. El Corán les ordenó Y no os acerquéis a la propiedad del huérfano (17:34) y prohibió el robo. Esto los hizo tan sensibles a los derechos de los demás que la historia no registra más de uno o dos robos durante aquel período bendito del gobierno del Profeta.

El asesinato estaba extremadamente extendido en la Arabia preislámica. Sin embargo, cuando el Profeta llegó con la prohibición: No matéis a ningún alma que Dios ha prohibido excepto por una causa justa (17:33), este mal fue casi erradicado. El Mensajero también prohibió la fornicación. Y esto acabó con todos los tipos de inmoralidad sexual. Sin embargo, durante este período nos encontramos con un suceso relativo a la fornicación. Es como sigue:

Un día un hombre pálido y agotado vino al Mensajero y exclamó: «¡Oh Mensajero de Dios, purifícame!». El Mensajero miró a otro lado, pero el hombre insistió repitiendo su petición cuatro veces. Por fin, el Mensajero le preguntó: «¿De qué pecado te purificaré?». El hombre contestó que había fornicado. Este pecado pesaba tanto sobre su conciencia que él hombre deseaba ser castigado. El Mensajero preguntó a los que estaban ahí presentes: «¿Creéis que está mal de la cabeza?». Cuando ellos le dijeron que no, les ordenó que comprobaran si había bebido. Así lo hicieron y lo encontraron sobrio. Ante su confesión insistente, el Mensajero tuvo que ordenar al hombre ser castigado. Y después se sentó y lloró.

Unos días más tarde, la pareja del hombre le suplicó al Mensajero que la purificara. Él la rechazó y la hizo volver muchas veces. En su sumo remordimiento, ella insistió en ser castigada. El Mensajero la hizo volver una vez más diciendo: «Puedes estar embarazada. Vete y da a luz a tu niño». La mujer lo hizo así y luego volvió con la misma petición. El Mensajero la perdonó: «Vuelve al lado de tu niño que a lo mejor necesita ser alimentado».

Después de destetar al niño, la mujer vino otra vez. Cuando alguien la reprobó mientras el castigo se estaba realizando, el Profeta le miró con ceño fruncido y dijo: «Por Dios, esta mujer se arrepintió tanto de su pecado que si su arrepentimiento fuera repartido entre toda la gente de Medina, sería suficiente para cubrirlos a todos con el perdón también».[292]

El profeta Muhammad estableció un sistema tan magnífico y formó una comunidad tan excelente que ni Platón, ni Thomas Moore, ni Campanella ni cualquier otro utopista había sido capaz de imaginar algo parecido. Entre miles de otros ejemplos, el siguiente ilustra esta verdad:

Abu Jurayra, uno de los Compañeros más pobres, fue a ver al Mensajero. No había comido nada desde hace unos días. Abu Talha —uno de los Ayudantes— lo llevó a su casa para darle algo de comida. Pero no había ninguna comida en su casa excepto un poco de sopa que su esposa había hecho para los niños. Ella le preguntó a su marido lo que debía hacer y los dos decidieron hacer lo siguiente: Iban a acostar a sus hijos sin alimentarlos. Como había tan poca sopa para satisfacer a todos, sólo el invitado debería tomarla. Mientras se sentaban en la mesa y se preparaban para comer, la esposa de Abu Talha golpeó la vela aparentemente por error. En la oscuridad ellos iban a actuar como si comieran, aunque Abu Jurayra sería el único que iba a comer. Abu Jurayra comió hasta quedarse satisfecho y luego se marchó de la casa, inconsciente de lo que había pasado en realidad.

Al día siguiente, fueron a hacer la oración del amanecer en la mezquita. Al final de la oración, el Mensajero se dirigió a ellos y les preguntó: «¿Qué hicisteis anoche que provocó que este versículo se revelara en la alabanza de vosotros: “...los prefieren por encima de ellos mismos, aunque la pobreza sea su destino...”?» (59:9).[293]

[284] Munavi, Fayd al-Qadir, 2:290.
[285] Muttaqi al-Hindi, Kanz al-‘Ummal, 3:907
[286] Abu Dawud, «Buyu»; Ibn Hanbal, Musnad, 2:84.
[287] Ajluni, Kashf al-Jafa, 1:370.
[288] Muslim, «Qadar», 34 ; Ibn Maya, «Muqaddima», 10; Ibn Hanbal, 3:366.
[289] Bujari, «Wasaya», 9.
[290] Nasa’i, «Nikah», 36.
[291] Muslim, «Zakat», 108; Ibn Maya, «Yihad», 41.
[292] Muslim, «Hudud», 22-23.
[293] Bujari, «Tafsir», 6; Muslim, «Ashriba», 172.