Asegurando la autenticidad

Había varias maneras para saber si una Tradición había sido inventada o no. Una era animar a los narradores a que confesasen. Esto no era raro entre los que habían caído en el sectarismo y luego, al ser guiados a la verdad, confesaban cuáles eran las Tradiciones que se habían inventado.

Además, los tradicionistas eran extremadamente sensibles a la mentira. Si se podía probar que un narrador había mentido incluso una sola vez, todas las Tradiciones que proviniesen de dicha fuente eran rechazadas. Los narradores debían ser totalmente veraces, tener buena memoria, ser esmerados en su práctica del Islam y no estar involucrados en sectarismo. Por otra parte, si a un narrador fidedigno se le debilitaba la memoria o sufría dificultades mentales similares, sus narraciones ya no eran aceptadas. Por ejemplo, cuando Ibn Abi Lahia, famoso por su austeridad y su temor a Dios, perdió el cuaderno que usaba para relatar Tradiciones, Imam Bujari se limitó a transmitir aquellas Tradiciones que habían sido confirmadas o reforzadas por otro narrador fiable.

Se dice que el estilo literario de una persona es propio de dicha persona. Por lo tanto, si eres un lector cuidadoso, puedes identificar a un autor por su estilo y distinguirlo de los demás. Los tradicionistas se dedicaron al hadiz, por lo que podían distinguir fácilmente entre los dichos del Profeta y los efectuados por otra persona, por muy talentosa que fuese dicha persona.

Otro modo era juzgar las Tradiciones de acuerdo al Corán y a los hadices mutawatir. Si tres o más Compañeros transmitían un hadiz del Profeta, el cual luego era transmitido a través de numerosos narradores fiables, es un hadiz mutawatir. Las Tradiciones del Profeta transmitidas por un Compañero se llaman ahadi. Dichas Tradiciones se consideraban auténticas después de haberlas contrastado con el Corán y con las Tradiciones mutawatir.

A pesar de no tratarse de un método objetivo, algunos piadosos eruditos vieron al Mensajero en vigilia y recibieron Tradiciones directamente de él. El hadiz qudsi: «Yo era un tesoro oculto. Quise darme a conocer, por lo que cree el Universo» se dice que pertenece a esta clase de hadices.[584] Se dice que Yalal al-Din al-Suyuti vio en vigilia al Mensajero varias veces. Antes de escribir un hadiz que consideraba auténtico, Imam Bujari hacía wudu y le refería el hadiz al Mensajero; y sólo escribía el hadiz en su cuaderno tras haber recibido la aprobación del Mensajero.[585] Algunos tradicionistas vieron al Compañero que había narrado el hadiz del Profeta.

Los tradicionistas escribieron obras de varios volúmenes acerca de los narradores, en las cuales proporcionaban detalles sobre sus biografías: dónde y cuándo habían nacido, adónde emigraron y dónde vivieron, sus maestros, de quién recibieron, a quiénes narraron Tradiciones y cuándo y dónde murieron.

El primer libro de este género fue el libro de ‘Ali ibn al-Madini Kitab al-Marifat al-Sahaba («Libro del Conocimiento sobre los Compañeros»). Entre los más importantes figuran los siguientes: la obra de Ibn Abd al-Barr Al-Istiab fi Marifat al-Ashab («Libro Exhaustivo del Conocimiento sobre los Compañeros»), el libro de Ibn Hayar al-Asqalani Al-Isaba fi Tamyiz al-Sahaba («El Acierto al juzgar a los Compañeros»), el libro de Ibn al-Azir Usd al-Ghaba («Los Leones del Bosque»), la obra de Ibn Sad Al-Tabaqat al-Kubra (el diccionario biográfico más exhaustivo sobre los principales eruditos de entre los Compañeros y los Tabi’un), Tarij Ibn Asakir («Historia de Ibn Asakir»), Tarij al-Bujari («Historia de Bujari») y la obra de Yahya ibn Main Al-Tarij al-Kabir («La Gran Historia»).

Los grandes tradicionistas, entre los que figuran Bujari, Muslim, Tirmizi, Abu Dawud, Nasai, Ibn Maya y Ahmad ibn Hanbal, recopilaron Tradiciones auténticas en voluminosos libros. Otros, como Maqdisi, recopilaron Tradiciones inventadas. Luego, otros que vinieron posteriormente, examinaron una vez más la autenticidad de las Tradiciones ya previamente recopiladas.

Por ejemplo, Ibn al-Yawzi consideró que algunas de las Tradiciones que figuraban en el Musnad de Ibn Hanbal eran de transmisión débil o incluso inventadas, y ello a pesar de pertenecer a la escuela jurídica de Ibn Hanbal. Más tarde, Ibn Hayar al-Asqalani hizo un examen detallado de las mismas Tradiciones y, a excepción de trece, probó su autenticidad. Yalal al-Din al-Suyuti las volvió a escudriñar una vez más y llegó a la conclusión de que ninguna había sido inventada, a pesar de que algunas tuviesen una cadena de transmisión débil. También revisó la obra de Ibn al-Yawzi Al-Mawdu‘at al-Kubra’ («Gran Colección de Tradiciones Inventadas») y especificó cuáles eran las auténticas. Siendo de la opinión de que tampoco el resto estuviesen inventadas, escribió Al-Laa’li al-Masnu‘a («Perlas Artificiales»).

Otros grandes tradicionistas reunieron compendios adicionales. Tradicionistas tan relevantes como Bujari y Muslim, eruditos de gran rigor, no incluyeron muchas Tradiciones en sus colecciones. Al-Mustadrak Ala al-Sahihayn de Hakim («Apéndice a las Dos Colecciones de Tradiciones Auténticas») constituye un voluminoso anexo a Bujari y Muslim. Éste, a su vez, fue rigurosamente revisado por Hafiz Zahabi, conocido por su gran memoria.

En siglos posteriores, se escribieron libros acerca de extendidas máximas, dichos sabios o proverbios considerados como hadices. El libro de Sajawi Maqasid al-Hasana y el de Ayluni Kashf al-Jafa las examinaron una a una especificando cuáles son realmente Tradiciones y cuáles no. Por ejemplo, aparte de las muchas Tradiciones auténticas y versículos coránicos que animan a la gente a aprender, hay dichos populares como «Busca el conocimiento desde la cuna hasta la tumba» y «Busca el conocimiento aunque esté en la China», los cuales fueron examinados por los tradicionistas quienes comprobaron que no eran realmente Tradiciones.

Tras estos formidables estudios, exámenes detallados y rigurosas verificaciones, podemos afirmar que las colecciones de Tradiciones auténticas no contienen ninguna que sea inventada. Los que continúan cuestionando la validez de las Tradiciones y de la Sunna tan sólo actúan movidos por prejuicios religiosos, políticos o ideológicos, además de la tendenciosa erudición orientalista, a fin de proyectar dudas sobre esta fuente vital del Islam y sobre su puesta en práctica en la vida cotidiana.

Ejemplos

Estos son algunos ejemplos de Tradiciones inventadas:

Abu Hanifa es, tal vez, el mayor jurista musulmán, y aún brilla cual Sol en el cielo de la jurisprudencia islámica. Sin embargo, el dicho atribuido al Profeta «Abu Hanifa es la luz de mi nación» no es un hadiz.[586] Debió de ser inventado por razones sectarias.

«Tened gallos blancos» debió de ser inventado por algún vendedor de gallos, a pesar de que nos gusten más los gallos blancos.[587]

«Cuídate del mal de aquél a quien has hecho el bien» es otro dicho ilógico atribuido al Profeta.[588] Te puedes ganar el corazón de alguien siendo bueno con él. Si estuviese permitido atribuirle un dicho al Profeta, este sería así: «Haz el bien a quien temes su mal», ya que se dice que la gente es esclava del bien que se les hace.

Aunque la racionalidad es uno de los principios del Islam, éste no depende del racionalismo. Nadie puede juzgar el Corán o al Profeta en base a los dictados de la razón individual. El Islam es la colección de principios establecidos por Dios, el Dueño y Dador de todo razonamiento e intelecto. Por lo tanto, el dicho «Analizad entre vosotros un dicho atribuido a mí. Si está de acuerdo con la verdad, confirmadlo y tomadlo como principio religioso. No importa si lo he dicho o no», es una invención.

Otro dicho erróneamente atribuido al Mensajero es «Nací en la época del Rey justo».[589] Está inventado para exaltar al rey persa Anushirwan. Nadie puede darle honor al Mensajero, pues él es aquel que dio honor a toda la creación, y en especial a nuestro mundo.

Otro bello dicho ampliamente difundido y erróneamente confundido con una Tradición es «La limpieza viene de la fe». El significado es cierto, pero no consta que haya sido transmitido desde el Mensajero a través de una cadena fiable. Más bien, él dijo: «La pureza (de cuerpo, mente y corazón) es la mitad de la fe, y alhamdulillah (toda la alabanza es para Dios) llena la balanza (donde las buenas obras serán pesadas)».[590]

Aqiq es un lugar situado entre Medina y La Meca. Durante un viaje, el Mensajero les dijo a los que le acompañaban en un trayecto: «Montad vuestras tiendas en Aqiq». En árabe, la palabra traducida como «montad vuestras tiendas» es tajayyamu. Siendo así que los puntos diacríticos no se usaban en la escritura durante los primeros tiempos del Islam, dicha palabra se confundió con tajattamu (poneros un anillo). Además, aqiq significa también cornalina. Todo ello, produjo la siguiente tradición falsa: «Poneos un anillo de cornalina», con el añadido de «porque elimina la pobreza».[591]

«Contemplar un bello rostro es un acto de veneración» es otra Tradición falsa y una difamación contra el Mensajero.

El dicho: «Busca el conocimiento aunque esté en la China» es otra Tradición falsa. Pudo haber sido inventada para fomentar el aprendizaje. No obstante, el Profeta tiene otros muchos dichos y el Corán exhorta a los musulmanes a aprender o a buscar el conocimiento: De todos Sus siervos, sólo aquellos que poseen verdadero conocimiento tienen temor reverencial a Dios (35:28), y Di: «¿Son iguales los que saben y los que no saben?» (39:9). Además, el Profeta dijo: «Los ángeles extienden sus alas bajo los pies de los que buscan el conocimiento, porque se hallan complacidos (con ellos)».[592]

Algunos ejemplos de Tradiciones auténticas tachadas de invenciones son las siguientes:

Imam Bujari narra en su Sahih lo siguiente: «Esto figura en la Tora: “¡Oh Profeta! Te hemos enviado a la humanidad como portador de buenas nuevas, como apoyo y refugio para la gente común y corriente, aquel que les previene. Eres Mi siervo y Mensajero. Te he llamado «Mutawakkil» —aquel que deposita su confianza en Dios—. Él no es un grosero, un petulante ni una persona enojada, tampoco grita en las calles. No repele el mal con el mal; por el contrario, disculpa y perdona. Dios no lo hará morir antes de que él dirija la nación desviada al camino recto declarando que no hay más deidad que Dios y, de ese modo, abre los ojos ciegos, los oídos sordos y los corazones endurecidos».[593]

Los orientalistas y sus seguidores musulmanes critican este hadiz por haber sido transmitido por Abdullah ibn Amr ibn al-As, el cual a veces narraba de Ka‘b ibn al-Ajbar. Lo que obviaron considerar es que:

  • Este hadiz no contradice las características del Mensajero descritas en el Corán y en otras fuentes islámicas.
  • A pesar de sus distorsiones y alteraciones, la Tora y los Evangelios todavía contienen referencias al Mensajero. El Corán hace referencia a esto en muchos versículos, entre los cuales figuran los siguientes: Siguen al (ilustrísimo) Mensajero, el Profeta iletrado (que permaneció protegido de cualquier vestigio de cultura escrita y libre de cualquier tipo de corrupción intelectual y espiritual) que encuentran descrito (con todos los rasgos que le distinguían) en la Tora y en el Evangelio (que se hallan) con ellos (7:157); y: Ésta es su descripción en la Tora; y su descripción en el Evangelio (48:29). Husayn Yisri, que vivió durante la primera mitad del siglo XX, encontró ciento veinticuatro alusiones al Mensajero en la Tora y en los Evangelios. El Evangelio de Barnabás menciona explícitamente al profeta Muhammad.
  • Ka’b al-Ajbar era un judío que aceptó el Islam. Muchos cristianos y judíos abrazaron el Islam, especialmente durante su temprana difusión en África y Asia. Aportaron con ellos su conocimiento previo; pero lo que se oponía al Islam fue corregido o rechazado. Dichos Compañeros, tal y como Abdullah ibn Abbas, Abu Huraira, Anas ibn Malik y Abdullah ibn Amr ibn al-As escucharon las narraciones de la Tora hechas por Ka‘b. Era imposible para ellos aceptar algo que fuese contrario al Islam. ¿Podría Abdullah ibn Amr, un asceta profundamente dedicado al Islam y al Profeta, mentir o inventar una Tradición sabiendo el castigo reservado a dicha acción?

Durante una fuerte hambruna y sequía, el Califa ‘Umar tomó la mano de Abbas, el tío del Profeta, y rogó así: «¡Oh Dios! Mientras estaba con vida, nuestro Profeta te imploraba lluvia y Tú mandaste lluvia. Ahora tomamos a su tío como medio para implorarte lluvia. Envíala, pues».[594]

Algunos critican esta Tradición basándose en la objeción de Yahiz. Pero Yahiz no es un tradicionista, sino que trataba de negar incluso las Tradiciones más auténticas. Su maestro era Nazzam, un materialista perteneciente a la secta heterodoxa de los Mutazila. Yahiz critica esta Tradición en su Al-Bayan wa al-Tabyin del siguiente modo:

En todas las Tradiciones atribuidas a ‘Umar en lo relativo a implorar lluvia, hay defectos que nos hacen difícil aceptar su autenticidad. En algunas versiones, imploró desde el púlpito; en otras, en campo abierto; y en otras, tras la Oración prescrita. Dichas confusiones muestran que esas Tradiciones no son auténticas.

La ciencia del Hadiz precisa una profunda especialización. Yahiz no es un especialista; y tampoco lo es Ibn Abi al-Dunya, quien a pesar de ser un bendito asceta, critica esta Tradición en su libro, el cual contiene muchos errores y Tradiciones inventadas. Imam Gazali es uno de los grandes revitalizadores de las ciencias religiosas islámicas y uno de nuestros más grandes guías. Sin embargo, si le mencionas como referencia en una disputa respecto a asuntos de Hadiz, los tradicionistas se reirán de ti. A los médicos no se les pregunta sobre ingeniería, y nadie va a un químico para buscar consejo o información médica.

Además, usar a alguien o a algo como medio para alcanzar a Dios, siempre y cuando entiendas que el medio no afecta al resultado, está permitido: ¡Oh vosotros que creéis! Apartaos de la desobediencia a Dios con veneración a Él y piedad, y buscad medios de acercaros a Él y esforzaos en Su camino para que así podáis prosperar (en ambos mundos) (5:35). Los Compañeros solían pedirle al Mensajero que rezase por ellos. Una vez, durante una sequía, le pidieron que implorase lluvia. Lo hizo y llovió tan fuertemente que le tuvieron que pedir que implorase para que dejase de llover. Hizo la imploración en el púlpito y la gente regresó a sus casas con el Sol brillando. Tras ese explícito favor de Dios, el Mensajero dijo: «Doy fe de que Dios es poderoso sobre todas las cosas y de que yo soy Su siervo y Mensajero».[595]

El Corán animaba a los Compañeros a que pidiesen al Mensajero que rogase el perdón para ellos, enfatizando el hecho de que dicho ruego era motivo de paz y tranquilidad:

(Todo el mundo ha de saber bien) que nunca hemos enviado a ningún Mensajero sino para que fuera obedecido con el permiso de Dios. Si, después de haber sido injustos consigo mismos (cometiendo pecados), hubiesen venido a ti y hubiesen pedido perdón a Dios —con el Mensajero pidiéndole a Dios que les perdonase—, habrían encontrado que Dios es Quien corresponde el arrepentimiento de Sus siervos con generoso perdón y recompensa adicional y es Compasivo (4:64).

Y: ... y ruega por ellos. En verdad, tus oraciones son una fuente de alivio para ellos (9:103). Una vez un ciego se quejó de su ceguera al Mensajero. El Mensajero le recomendó que hiciese wudu, que rezase dos rak’as y que dijese:

¡Oh Dios! Te ruego y me dirijo a Ti, por Tu Profeta Muhammad, el Profeta de la misericordia. ¡Oh Muhammad! Me dirijo a mi Señor por ti para que mi ruego sea concedido. ¡Oh Dios! Acepta su intercesión ante Ti en mi favor.

El hombre hizo eso y recobró su visión.[596] En conclusión, no hay nada en dicha Tradición que eche por tierra su autenticidad.

Prácticamente en los seis libros de Tradiciones más auténticos que existen se narra la siguiente Tradición: «Si un perro lame tu cuenco, límpialo siete veces; la primera con tierra y las otras seis con agua».[597]

Algunos que no eran conscientes de los principios del Hadiz y de los avances médicos dudaron de la autenticidad de este hadiz, a pesar de la cadena de transmisión auténtica y de ser una prueba de la Misión Profética de Muhammad. Si no hubiese sido un Profeta enseñado por Dios, ¿cómo hubiese sido conocedor de hechos médicos descubiertos siglos después? Ahora sabemos que los perros pueden portar en su saliva y excrementos microbios de ciertas enfermedades que pueden ser perjudiciales para la salud humana si se transmiten.

Por otra parte, en la época del Profeta nadie sabía nada sobre desinfección y esterilización. El Mensajero, al ser un Profeta enseñado por el Omnisciente, recomendó la tierra para limpiar el cuenco lamido por un perro. Hoy sabemos que la tierra es un buen antiséptico que contiene sustancias tal y como la tetraciclina.

Algunos han interpretado «siete veces» como significando tantas veces como fuesen necesarias para limpiar el cuenco. Los juristas hanafíes consideran que tres veces son suficientes para limpiar el cuenco.

Algunos críticos contemporáneos, incluido el converso francés Maurice Bucaille, criticó la siguiente Tradición transmitida por Abu Huraira: «Cuando una mosca caiga en una de vuestras tazas, sumergidla completamente en el alimento antes de sacarla, ya que la enfermedad está en una de las alas (o lados) y la cura en la otra».[598] Los narradores de esta Tradición están más allá de todo reproche. Está incluida en Bujari, Abu Dawud, Nasai, Darimi y Ahmad ibn Hanbal.

Como en la anterior Tradición, ésta contiene una prueba de la Misión Profética de Muhammad. En aquel entonces, no se sabía que las moscas portaban microbios. Pero hoy sabemos que cuando una mosca cae en una taza, intenta sacar una de las alas del alimento para poder despegar. Como resultado, deja sus bacterias en el alimento. Pero si es sumergida en el alimento con una ligera presión, una pequeña bolsa que tiene en el otro ala o lado (la palabra yanah tiene ambos significados) estalla y disemina sustancias antibacteriales que matan los gérmenes dejados en el alimento.

Otra Tradición auténtica pero criticada es la siguiente, mencionada en los libros auténticos de Tradiciones: «No vale la pena partir a visitar —a fin de obtener una recompensa espiritual— una mezquita que no sea al-Masyid al-Haram —la Mezquita Sagrada que rodea la Kaba—, la Mezquita del Profeta —en Medina— y al-Masyid al-Aqsa —justo al sur de la Cúpula de la Roca en Jerusalén—».[599] Esta Tradición ha sido criticada por haber sido transmitida por Compañeros que la narraban de Ka‘b al-Ajbar o porque santifica al-Masyid al-Aqsa. Este pretexto carece totalmente de base ya que no pertenece a los judíos. Nuestro Profeta se volvía a dicha mezquita mientras rezaba en La Meca.

Es también un símbolo del dominio terrestre del Islam. Nuestro Profeta fue primero llevado a al-Masyid al-Aqsa durante su Ascensión y dirigió la Oración ante las almas de los anteriores Profetas. Dios declara ... cuyos alrededores hemos bendecido (17:1). Esta bendita tierra que la rodea fue conquistada en primer lugar por el profeta Yusha (Josué) ibn Nun tras la muerte de Moisés. Tras el profeta Muhammad, fue reconquistada durante el califato de ‘Umar. Salah al-Din Ayyubi, uno de los más grandes comandantes del Islam, se la arrebató a los cruzados en una ocasión posterior. Si el Mensajero la incluyó entre las tres mezquitas más benditas y más merecedoras de ser visitadas, a pesar de las dificultades del viaje, es porque Dios la ha santificado.

A pesar de su santidad, es un error atribuir un tipo de rezo especial a dichas mezquitas. Según transmitió Ibn Abbas, una mujer le prometió a Dios que rezaría en al-Masyid al-Aqsa si se recuperaba de su enfermedad. Se recuperó, y antes de partir, fue a visitar a Maymuna (una de las esposas del Mensajero), la cual le dijo:

Quédate aquí, cuida de tu casa y reza en la Mezquita del Profeta. Escuché al Mensajero decir: «La Oración realizada aquí es mil veces mejor que la realizada en cualquier otra mezquita, excepto en la Kaba».[600]

El Mensajero declaró: «Entre mi Comunidad habrá siempre un grupo que apoyará la verdad hasta que la Orden de Dios venga —el Día del Juicio Final—. Aquellos que se opongan a ellos no podrán causarles perjuicio».[601]

A pesar de estar registrada en casi todos los libros de Tradición auténticos y de haber sido probada a lo largo de la historia del Islam, esta Tradición ha sido objeto de un criticismo injustificable. El Islam ha resistido a estos ataques. Ningún poder terrenal ha sido capaz de destruirlo. Incluso después del esfuerzo concertado para ello durante los últimos tres siglos, el Islam es la única alternativa, más fuerte y actual que nunca, para llegar a la verdadera felicidad y prosperidad del ser humano en ambos mundos.

Dios ha preservado el Islam a través de una dedicada y sacrificada comunidad en cada período. Esta comunidad se concentró durante una época en Damasco, en otras épocas fue en Bagdad o en Estambul. Unas veces alrededor de ‘Umar ibn Abd al-Aziz, otras alrededor de Imam Gazali o de Imam Rabbani. Mientras se concentra alrededor de una persona concreta en un lugar, en otro, tal vez, lo hacía alrededor de otra. Al mundo nunca le faltará semejante grupo de gente en el futuro.

Otra Tradición negada por algunos es: «Cuando te levantes de la cama, no pongas tus manos en un cuenco [de comida o bebida] antes de lavártelas tres veces. No sabes donde han estado tus manos mientras dormías».[602]

Ahmad Amin y Abu Rayya, bajo la influencia del orientalista Goldziher, ridiculizaron esta Tradición, a pesar de que contiene preceptos de higiene. A veces, la gente padece alergias o picores; y pueden haberse rascado las partes afectadas mientras dormían, por lo que se acumularían gérmenes bajo sus uñas. Si esta gente come (de platos comunes) sin lavarse las manos, otras personas podrían infectarse.

El Mensajero siempre dependía de la Revelación, ya sea explícita o implícita. Sus Compañeros, famosos por su veracidad, le siguieron lo más cerca posible y narraron todo lo que recibían de él. Tradicionistas meticulosos y amantes de la verdad recopilaron las Tradiciones que les llegaron a través de narradores fidedignos, dignos de confianza y rectos. Algunas narraciones auténticas predicen algunos eventos del futuro y desarrollos científicos. Y puesto que ninguna ha sido encontrada falsa, nadie ha sido capaz de falsificar cualquier otra Tradición auténtica.

La creación todavía encierra algunos misterios y continuará haciéndolo independientemente del progreso científico humano. Acontecimientos parasicológicos o paranormales como la telepatía, visiones, nigromancia y otras experiencias transcendentales proporcionan claves sobre la existencia de mundos o dimensiones diferentes a la nuestra. Ya que se pueden encontrar referencia a esto en el Corán, algunas Tradiciones pueden ser contempladas desde ese punto de vista.

Tal y como consta registrado en los libros de Tradición auténticos, Tamim al-Dari, un cristiano converso, habla de una criatura peluda llamada yassasa que vio en una extraña isla y de un hombre gigantesco que vive en una caverna y que se presentó a sí mismo como el Dayyal (Anticristo).[603] No podemos desmentir esta Tradición en base a premisas positivistas, tal y como no podemos negar que el pecho de nuestro Profeta fue abierto.

Otra Tradición que puede ser parcialmente tratada desde el mismo punto de vista es que Dios ordenó cincuenta Oraciones diarias durante la Ascensión del profeta Muhammad. A su vuelta, Moisés le advirtió de la dificultad de dicha orden. Tras las repetidas súplicas del Profeta, Dios redujo el número a cinco.[604]

Hay puntos delicados en este hadiz. Dios es Indulgente. Conoce cuántas Oraciones al día pueden soportar Sus siervos, y espera que éstos Le recen buscando el perdón y para realizar sus metas. La Oración y las súplicas constituyen el misterio de la servidumbre a Dios y son la piedra angular de la servidumbre. Cuando los siervos perciben su pobreza, insuficiencia e impotencia, se hacen dependientes de la absoluta Riqueza y el Poder infinito de su Señor, por lo que adquieren poder inconmensurable y riqueza inagotable. A los siervos se les ha de recordar constantemente esto para que no sean presa de sus carnales, perversos y engreídos egos. Si no se les recuerda, son objeto de una indefensión y una miseria incurables e irrecuperables.

Al ser el profeta Muhammad el último Profeta, él abarca todos los aspectos y dimensiones de la Misión Profética y confirma a los Profetas anteriores. Si comparamos la Misión Profética con un árbol inmenso y bendito con ramas que se expanden por todo el Universo, el profeta Muhammad representa su totalidad. Su Misión Profética está profundamente enraizada en la misión de todos los Profetas que le precedieron. Por lo tanto, es natural que él se beneficie de sus raíces.

Moisés le precedió, por lo que al desear la facilidad para su nación en el desempeño de sus deberes religiosos, el profeta Muhammad siguió su consejo con razón. A pesar de ser el más grande de los Profetas, nunca permitió a sus seguidores que considerasen a los otros Profetas como inferiores a él.

Este asunto precisa más desarrollo, ya que hay mucho que decir al respecto. Sin embargo, se trata de un tema que sobrepasa el ámbito de este libro.

El número de Tradiciones auténticas

Algunos orientalistas y sus seguidores musulmanes intentan proyectar dudas sobre la autenticidad de la Sunna con el pretexto de que algunos Compañeros narraron demasiadas Tradiciones y de que hay un gran número de Tradiciones.

Antes que nada, las Tradiciones no se limitan a las palabras del Mensajero, sino que abarcan toda su vida: todos sus actos, lo que le gustaba, lo que no le gustaba y sus aprobaciones o confirmaciones tácitas de lo que sus Compañeros dijeron o hicieron. Vivió durante veintitrés años entre ellos como Mensajero de Dios. Les enseñó el Islam hasta el más mínimo detalle. Dirigió la Oración cinco veces al día, cuyos detalles están registrados en su integridad, puesto que él les dijo: «Rezad tal y como me veáis hacerlo». Ayunó y les explicó todos sus detalles, al igual que hizo con la entrega de Limosna Prescrita Purificadora y la peregrinación. Los puntos esenciales de la creencia y los pilares del Islam (Oración, ayuno, limosna y peregrinación) son objeto de innumerables libros.

Al ser un sistema Divino universal que incluye todo lo relacionado con la vida humana, el Islam posee leyes y normas para la vida individual y colectiva, espiritual y material, social y económica, política y militar, y demás aspectos de la vida cotidiana. Ha establecido principios relativos a todo esto. Constantemente advirtió a sus Compañeros contra la desviación y les animó a profundizar en la servidumbre hacia Dios y ser sensibles y prudentes.

También les informó sobre las naciones del pasado y predijo acontecimientos futuros. Abu Zayd Amr ibn Ajtab transmitió que, a veces, el Profeta ascendía al púlpito después de la Oración del alba y se dirigía a la congregación hasta el mediodía. Seguía hablando después de la Oración del mediodía y de la tarde, contando lo que había ocurrido desde el principio del mundo hasta ese día, y qué iba a ocurrir desde entonces hasta el Día del Juicio Final. Dichos discursos contenían información sobre las agitaciones del otro mundo, la tumba, la Resurrección, la Gran Congregación, juzgar las obras de la gente, el Juicio Final, «el Puente», el Infierno y el Paraíso.[605]

El Mensajero mandó ejércitos, vio y juzgó casos como juez, envió y recibió enviados y delegaciones. Firmó tratados de paz, declaró guerras y envió expediciones militares. Estableció reglas de higiene y principios de buena conducta y elevada moralidad. Sus milagros se cuentan por cientos. Estableció un ejemplo a ser seguido por los musulmanes, por lo que debido a la vital importancia del Hadiz en el Islam y también por el amor que le profesaban sus Compañeros, su vida fue registrada desde el principio hasta el final.

Honró el Universo con su mensaje, su servidumbre a Dios y su elevada e incomparable personalidad. Como honorables testigos de su vida, los Compañeros registraron todo lo relacionado con él. Cuando se dispersaron por las tierras conquistadas por el Islam, los nuevos conversos les pidieron que relatasen las Tradiciones del Mensajero. Estuvieron tan entregados a él que se mantuvieron extraordinariamente fieles a los recuerdos que de él guardaron.

Una vez, durante su califato, ‘Umar visitó la casa de Abbas, el tío del Profeta, en su camino hacia la Oración en congregación del viernes. Unas gotas de sangre cayeron en su manto desde el canalón de la casa de Abbas. Se enfadó tanto que tiró el canalón al suelo, diciéndose a sí mismo: «¿Quién osa degollar un animal en esta azotea manchando con su sangre mi manto mientras voy a la mezquita?». Llegó a la mezquita, y después de la Oración, advirtió a la congregación diciendo: «Estáis haciendo cosas incorrectas. Pasé cerca de una pared mientras venía hacia aquí y cayó algo de sangre sobre mi manto desde el canalón, por lo que he tirado el canalón al suelo».

Abbas se enfadó y se puso de pie: «¡Oh ‘Umar! ¿Qué has hecho? He visto personalmente al Mensajero colocar él mismo ese canalón». Ahora, le tocó a ‘Umar enfadarse. Le dijo a Abbas lleno de inquietud: «¡Por Dios! Voy a poner mi cabeza al pie de ese muro y tú vas a poner tus pies encima mientras vuelves a poner el canalón. Y hasta que no lo hagas, no voy a levantar mi cabeza del suelo». Esa era su devoción y su fidelidad para con el Mensajero.[606]

El Mensajero inculcó en el corazón de sus seguidores un fervor por el conocimiento tal que la civilización musulmana —bajo cuya sombra bendita vivió en paz durante siglos una considerable parte de la humanidad— se erigió sobre los pilares de la creencia, el conocimiento, la piedad y la hermandad. En las tierras donde fluyó el agua pura del Islam, florecieron innumerables flores en cada campo de la ciencia, y la fragancia que esparcían llenó de júbilo el mundo.

Algunas de estas flores, como Ibn Hayar al-Asqalani, leyó en dos o tres sesiones la colección de Tradiciones auténticas recopilada por Imam Muslim. Imam Nawawi se dedicó tan intensamente a la enseñanza y a la composición de obras que nunca se casó. No quiso dedicarle ningún tiempo a nada que no fuese el conocimiento. Imam Sarajsi, gran jurista hanafí, fue encarcelado en una mazmorra por un rey. Durante ese tiempo, dictó de memoria a sus alumnos su monumental compendio en treinta volúmenes, Al-Mabsut. Cuando sus estudiantes le dijeron a Imam Sarajsi que Imam Shafí —fundador de la escuela jurídica shafí y considerado como el segundo revivificador del Islam— había memorizado trescientos fascículos de Tradiciones, él respondió: «Tiene el zakat (o sea: tan sólo una cuadragésima parte) de las Tradiciones que conozco».[607]

Las obras de Ibn Hayar al-Asqalani, Ibn Yarir al-Tabari, Fajr al-Din al-Razi, Imam Suyuti y otros, comprenden tantos volúmenes que cuando se dividen entre los días de sus vidas, podemos comprobar que escribieron alrededor de veinte páginas diarias. No podemos estudiar o ni siquiera leer a lo largo de nuestras vidas lo que cada uno de ellos escribió durante su vida.

Anas ibn Sirin, hijo de Muhammad ibn Sirin, uno de los mayores eruditos de los Tabi’un, dijo: «Cuando llegué a Kufa, cuatro mil personas asistían a las clases de Hadiz en las mezquitas; cuatrocientos eran expertos en jurisprudencia».[608] Para entender qué significa experto en jurisprudencia islámica, considérese lo siguiente: Ahmad ibn Hanbal, cuyo Musnad contiene cuarenta mil tradiciones seleccionadas entre un millón de tradiciones en circulación, no era considerado un experto en jurisprudencia por Ibn Yarir al-Tabari. Tampoco se le dio el mismo estatus que el de Abu Hanifa, Imam Abu Yusuf, Imam Shafí, Imam Malik y demás. El hecho de que algunos no considerasen a semejante egregia personalidad como experto jurista, muestra la envergadura intelectual y académica que un jurista debía alcanzar para ser considerado un experto.

El ambiente general era extremadamente propicio para el desarrollo de las ciencias religiosas y seculares, especialmente la ciencia de las Tradiciones. Cada musulmán se esforzaba en adquirir conocimiento del Islam y en reconocer plenamente a su Bendito Profeta. La gente poseía una gran aptitud para la literatura y las lenguas, ya que la poesía estaba muy difundida durante el período pre-islámico.

El Corán vino, ante todo, como milagro lingüístico absoluto e incomparable. Ningún experto literario o poético niega su elocuencia. Casi todos renunciaron a la poesía tras su conversión para dedicarse al Corán y al Hadiz. Entre ellos, la poetisa Hansa, se dedicó tan profundamente al Islam, que cuando su hijo fue martirizado en Qadisiyya, le rogó a Dios así: «Oh Dios, todas las alabanzas son para Ti. Me has otorgado mientras estoy viva la posibilidad de sacrificar en el camino de Tu Amado (Profeta) como mártires a los cuatro hijos que Tú me diste».[609]

La vida era bastante sencilla en el desierto. Esto posibilitaba a la gente a que se dedicasen a las ciencias islámicas. Además, poseían muy buena memoria. Por ejemplo, una vez el Mensajero le preguntó a Zayd ibn Zabit que aprendiese hebreo; y en un par de semanas ya podía leer y escribir cartas en dicha lengua.[610] Ibn Shihab al-Zuhri, Qatada ibn Diama, Shabi, Ibrahim ibn Yazid al-Najai, Imam Shafí y otros dijeron en público que nunca se olvidaron de una palabra tras haberla memorizado. Podían hacerlo tras haber leído o escuchado algo una sola vez.

Cuando Imam Bujari llegó a Bagdad, diez destacadas personalidades de las ciencias islámicas examinaron su conocimiento de hadiz y su memoria. Cada uno recitó diez Tradiciones, cambiando el orden de los narradores en una cadena de transmisión o bien intercambiando las cadenas. Por ejemplo, la famosa Tradición: «Las acciones se juzgan según las intenciones...» tiene la siguiente cadena (en orden descendiente): Yahya ibn Said al-Ansari, de Muhammad ibn Ibrahim al-Taymi, de Alqama ibn Waqqas al-Laysi, de ‘Umar ibn al-Jattab. Cuando acabaron, Imam Bujari corrigió las cadenas una a una de memoria y repitió cada Tradición con su auténtica cadena de transmisión. Los eruditos admitieron entonces su saber y conocimiento en materia de hadiz.[611] Ibn Juzayma incluso se atrevió a decir: «Ni el Cielo ni la Tierra han visto jamás a nadie con tanto conocimiento como tú en este campo».[612]

Imam Bujari nunca vendió su conocimiento a cambio de beneficios mundanos. Cuando el gobernador de Bujara le invitó a su palacio para que educase a sus hijos, el gran erudito se negó diciendo: «El conocimiento no puede ser reducido siendo llevado a un gobernante. Si el gobernante desea conocimiento, debe de venir personalmente a obtenerlo». El gobernador respondió solicitando que se asignase un día de la semana a sus hijos. Bujari se volvió a negar diciendo: «Estoy muy ocupado enseñando a la Umma de Muhammad. Por lo tanto no puedo perder mi tiempo enseñando a tus hijos». El gobernador le exilió, y esta gran personalidad de la ciencia del hadiz pasó sus últimos días en el exilio.[613]

Registrando las Tradiciones

Las primeras colecciones de Tradiciones fueron hechas durante el califato de ‘Umar ibn Abd al-Aziz, al principio del segundo siglo del Islam (719-722). Sin embargo, ha de ser recordado que todas las Tradiciones que iban a ser recopiladas y ordenadas en libros circulaban oralmente. Además, muchas de ellas ya habían sido registradas en colecciones privadas.

La gran mayoría de los árabes eran iletrados. Cuando la Revelación comenzó, surgió un deseo de aprender a leer y a escribir, el cual era alentado por el Profeta. Hay que recordar que dejaba en libertad a los prisioneros que sabían leer y escribir capturados en Badr sólo después de que cada uno de ellos hubiese enseñado a diez musulmanes a leer y a escribir.[614] Además, la revelación comenzaba con la siguiente orden:

Lee en y con el Nombre de tu Señor, Quien ha creado, ha creado al humano de un coágulo adherido (a la pared del útero). Lee, y tu Señor es el Munífico, Quien ha enseñado (al ser humano) con el cálamo, le ha enseñado al ser humano lo que no sabía (96:1-5).

A pesar de la importancia otorgada al conocimiento y al aprendizaje, durante los inicios de su Misión Profética, el Profeta no permitió a sus Compañeros que escribiesen lo que él decía. Por ejemplo, dijo: «No escribáis lo que digo. Si habéis escrito algo dicho por mí que no sea parte del Corán, destruidlo».[615] No quería que los Compañeros confundiesen los versículos coránicos con sus propias palabras. El Corán todavía estaba siendo revelado y registrado en hojas o trozos de cuero o madera. Tomaría su forma final de libro en fechas más tardías.

Ésta era una precaución comprensible, ya que quería asegurarse de que las sucesivas generaciones no confundirían sus palabras con las de Dios. Ésta consta claramente en una Tradición narrada por Abu Huraira: «El Mensajero se nos acercó mientras algunos amigos escribían lo que le habían escuchado decir. Preguntó qué estaban escribiendo y le respondieron: “Lo que te hemos escuchado decir”. El Mensajero les amonestó diciendo: “¿Sabéis que las naciones que os precedieron se desviaron por haber escrito lo que no figuraba en el Libro de Dios?”».[616]

Otra razón para esta prohibición es que la mayoría de las Revelaciones Coránicas llegaron en ocasiones específicas. Por lo tanto, algunos de sus versículos son concisos y claros, mientras que otros son ambiguos. Los versículos alegóricos aparecen junto a los explícitos e incontrovertibles. Al estar la comunidad islámica todavía en desarrollo, unos mandamientos reemplazaban a otros.

El Mensajero tenía que dirigirse, en varias ocasiones, a gente de muy variados temperamentos y niveles de entendimiento, a la vez que a «nuevos» y «viejos» musulmanes. Por ejemplo, cuando un nuevo musulmán preguntaba cuál era la mejor acción, respondía que era creer y hacer las cinco Oraciones prescritas. Sin embargo, durante la época en la que la yihad tenía prioridad, decía que era la yihad en el camino de Dios. Además, siendo así que el Islam es para todos los tiempos y gentes, el Profeta recurría frecuentemente a alegorías, símiles, parábolas y metáforas.

Estos y otros factores tal vez fueron los que le llevaron a prohibir a ciertas personas que registrasen sus palabras. Si todos hubiesen llevado una cuenta propia sin poder distinguir entre lo real y lo metafórico, lo concreto y lo abstracto, lo abrogado y lo que abroga, lo general y lo particular y ocasional, el resultado hubiese sido un caos y una tergiversación. Por esa razón, a veces ‘Umar advertía a la gente que no narrase las Tradiciones proféticas sin la debida atención.

Sin embargo, muchas Tradiciones afirman que el Mensajero permitió a sus Compañeros que escribiesen sus palabras. Llegó un momento en que los compañeros alcanzaron madurez intelectual y espiritual para distinguir entre el Corán y el hadiz. Por consiguiente, pudieron conceder la atención e importancia adecuada a cada uno de ellos, y entender las circunstancias relativas a cada Tradición. Es entonces cuando el Mensajero les animó a que pusiesen por escrito las Tradiciones.

Abu Huraira relata lo siguiente: «Abdullah ibn Amr ibn al-As es el único compañero que tiene tantas Tradiciones como yo tengo. Yo no las escribí, pero él sí».[617] Abdullah informó que escribió todo lo que oyó decir al Mensajero. Algunos le dijeron: «Escribes todo lo que sale de la boca del Mensajero. Es un ser humano; y unas veces está enfadado y otras contento». Abdullah refirió el asunto al Mensajero, el cual señaló a su boca y dijo: «Escribe, pues juro por Aquel en Cuya mano está mi vida que sólo la verdad sale de ésta».[618]

Enfadado o contento, el Mensajero no habla por sí mismo, por su propio deseo; eso (que os transmite) no es sino una Revelación que se le reveló a él (53:3-4). Como todas sus palabras y hechos tenían algo que ver con el Islam, se tenían que registrar. Los Compañeros llevaron a cabo esta sagrada labor ya sea memorizando o dejando constancia escrita de la que oyeron o vieron. Como resultado de ello, su vida es la biografía más completa jamás reproducida. Cada aspecto, incluso los más ínfimos detalles, han sido transmitidos a través de las generaciones. Por eso tenemos que sentirnos en deuda con los Compañeros y las dos o tres generaciones que les sucedieron, y en especial con los grandes tradicionistas, los cuales registraron y transmitieron sus palabras y acciones.

Una vez, alguien se quejó al Mensajero diciendo: «Oh Mensajero de Dios, escuchamos muchas cosas de ti; pero la mayoría se nos olvida porque no podemos memorizarlas». El Mensajero respondió: «Pedidle ayuda a vuestra mano derecha».[619] En otras palabras, escribid lo que escuchéis. Cuando Rafi ibn Jadiy preguntó al Mensajero si podían escribir lo que le escuchaban decir, se le dijo que sí podía.[620] Tal y como consta en Sunan de al-Darimi, el Mensajero aconsejó lo siguiente: «Dejad constancia del conocimiento por escrito».[621] Durante la conquista de La Meca, el Mensajero dio un sermón. Un yemení llamado Abu Shah, se puso de pie y dijo: «Oh Mensajero, escribe estas palabras para mí». El Mensajero ordenó que así fuese hecho.[622]

‘Ali tenía una hoja, que adjuntó a su espada, en la que estaban escritas las narraciones concernientes al precio de la sangre por daños, la santificación de Medina y otros asuntos.[623] Ibn Abbas dejó atrás un camello cargado con libros, la mayoría de los cuales versaban sobre lo que había oído del Mensajero y de los demás Compañeros.[624] El Mensajero envió una carta a Amr ibn Hazm, la cual trataba sobre el precio de la sangre por asesinato y daños, y la Ley del Talión[625]. Esta carta fue transmitida a Abu Bakr ibn Muhammad, su bisnieto.

Igualmente, una pila de manuscritos enviada por el Mensajero a Abu Rafi fue legada a Abu Bakr ibn Abd al-Rahman ibn Hariz, uno de los Tabi’un.[626] Un destacado estudioso de dicha generación, Muyahid ibn Yabr, vio la colección de Abdullah ibn Amr Al-Sahifat al-Sadiqa. Ibn al-Azir, un historiador de renombre, dice que contenía alrededor de mil Tradiciones; la mitad de las cuales constan en los libros de Tradición auténticos, con la cadena de transmisión de Amr ibn Shuayb, de su padre y de su abuelo, respectivamente.

Yabir ibn Abdullah al-Ansari también dejó un voluminoso libro que contenía los dichos que escuchó del Mensajero.[627] Al-Sahifat al-Sahiha es otra importante fuente de Hadiz de los primeros tiempos. Hammam ibn Munabbih, su recopilador, seguía a Abu Huraira adonde fuese y escribió los dichos proféticos transmitidos por él. Esta compilación ha sido datada mediante el método del carbono 14 en una antigüedad de trece siglos y publicada recientemente por Muhammad Hamidullah (1908-2002). Casi todas las Tradiciones que aparecen en dicha obra pueden ser encontradas en Musnad de Ahmad ibn Hanbal o en Sahihayn de Bujari y Muslim.

Tras estas primeras compilaciones básicas, el Califa ‘Umar ibn Abd al-Aziz, que gobernó entre 719-722, decidió que todas las Tradiciones orales y escritas auténticas deberían ser reunidas en libros. Ordenó a Abu Bakr ibn Muhammad ibn Amr ibn Hazm, gobernador de Medina, que supervisase esta misión. Muhammad ibn Shihab al-Zuhri, famoso por su profundo conocimiento y aguda inteligencia, llevó a cabo dicha misión adquiriendo el honor de ser el primer compilador oficial de Tradiciones.[628]

Pero dicho honor no estaba restringido sólo a él: Abd al-Malik ibn Abd al-Aziz ibn Yuray (La Meca), Said ibn Abi ‘Aruba (Irak), Awzai (Damasco), Zayd ibn Qudama y Sufyan al-Zawri (Kufa), Hammad ibn Salama (Basora) y Abdullah ibn al-Mubarak (Jorasán) también participaron.

Este período de compilación oficial y sistemática fue seguido por un período de clasificación por tradicionistas tan importantes como Abu Dawud al-Tayalisi, Musaddad ibn Musarhad, al-Humaydi y Ahmad ibn Hanbal, los cuales compusieron sus Musnads. Abd al-Razzaq ibn Hammam y otros redactaron sus Musannafs e Ibn Abi Zib e Imam Malik produjeron sus Al-Muwattas. Yahya ibn Said al-Qattan y Yahya ibn Said al-Ansari también han de ser mencionados entre las preeminentes personalidades de este período.

A continuación llegó el período de tradicionistas tan importantes como Bujari, Muslim, Abu Dawud, Nasai, Tirmizi e Ibn Maya, que compusieron los célebres seis libros auténticos de Tradiciones. Estas celebridades, y otras personas ilustres como Yahya ibn Ma’in, incluyeron en sus colecciones lo que creyeron eran las Tradiciones más auténticas tras juzgarlas según los más estrictos criterios.

Por ejemplo, Imam Bujari fue a la búsqueda de una Tradición transmitida por un hombre famoso por su fiabilidad y piedad. Cuando vio al hombre sujetar su gorro ante su animal como si contuviese algo para comer en un intento de que le siguiese, le preguntó al hombre si el gorro contenía algún alimento para el animal. Cuando le dijo que no, Bujari no tomó ninguna Tradición del hombre. Según él, si alguien podía engañar así a un animal, también podría engañar a la gente. Estos eran los exigentes criterios aplicados cuando se juzgaba la fiabilidad de los narradores.

En resumen, las Tradiciones proféticas fueron escritas y también memorizadas durante el tiempo de los Compañeros. Cuando finalizó el primer siglo islámico, circulaban ampliamente en forma oral y escrita. El Califa ‘Umar ibn Abd al-Aziz comisionó a eminentes eruditos para que produjesen la primera colección oficial en diferentes ciudades. Se distinguieron las Tradiciones auténticas de las inventadas con el más riguroso cuidado y el más estricto criterio. Tras ser clasificadas, se llevaron a cabo las colecciones más sistemáticas y exactas por parte de los más prominentes tradicionistas de aquella época.

Más tarde se compusieron nuevos y auténticos libros de Tradiciones. Asimismo, ilustres críticos de Tradiciones tal y como Ibn Hayar al-Asqalani, Ibn Abd al-Barr, Zahabi, Ibn al-Yawzi y Zayn al-Din al-Iraqi revisaron todas las Tradiciones y escribieron grandes compendios sobre sus narradores.

Como resultado de dicha actividad de gran erudición, la Sunna nos ha llegado por los canales más fidedignos. Nadie puede poner en duda la autenticidad de esta segunda fuente del Islam, que se aproxima al Corán en pureza, autenticidad y fiabilidad.

[584] Ayluni, Kashf al-Jafa’, 1:132; ‘Ali al-Qari, Al-Asrar al-Marfua, 269.
[585] Ibn Hayar, Tahzib al-Tahzib, 9:49.
[586] Ayluni, Kashf al-Jafa’, 1:33.
[587] Ibíd., 1:36.
[588] Ibíd., 1:43.
[589] Ibíd., 2:340.
[590] Muslim, «Tahara», 1; Tirmizi, «Da’awat», 86.
[591] Ayluni, Kashf al-Jafa, 1:299; Daylami, Musnad al-Firdaws, 56.
[592] Abu Dawud, «Ilm», 1; Tirmizi, «Ilm», 19.
[593] Bujari, «Tafsir», 48/3; «Buyu», 50; Darimi, «Muqaddima», 2.
[594] Bujari, «Istizqa», 3; «Fada’il al-Ashab», 11.
[595] Bujari, «Istizqa», 14; Abu Dawud, «Istizqa», 2; Ibn Maya, «Iqama», 154.
[596] Ibn Maya, «Iqama», 189; Tirmizi, «Da‘awat», 118.
[597] Muslim, «Tahara», 91; Bujari, «Wudu», 33; Abu Dawud, «Tahara», 37.
[598] Bujari, «Tib», 58; Abu Dawud, «At‘ima», 48; Ibn Maya, «Tib», 31; Darimi, «At‘ima», 12.
[599] Bujari, «Al-Salat fi Masyid Makka», 1; Muslim, «Hayy», 511; Tirmizi, «Salat», 126.
[600] Muslim, «Hayy», 510; Bujari, «Al-Salat fi Masyid Makka», 1; Nasa’i, «Manasik», 124.
[601] Muslim, «Imara», 170; Bujari, «I‘tisam», 10; Abu Dawud, «Fitan», 1.
[602] Abu Dawud, «Tahara», 50; Bujari, «Wudu», 26; Muslim, «Tahara», 87-88.
[603] Muslim, «Fitan», 119; Abu Dawud, «Malahim», 15; Ibn Maya, «Fitan», 33.
[604] Bujari, «Salat», 1; Nasai, «Salat», 1; Muslim, «Iman», 263; Ibn Maya, «Iqama», 194.
[605] Muslim, «Fitan», 25.
[606] Ibn Hanbal, 1:210.
[607] Sarajsi, Muqaddima li-Usul al-Sarajsi, 5.
[608] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna qabl al-Tadwin, 150-51.
[609] Ibn Azir, Usd al-Ghaba, 7:90. Esta bendita mujer encontró ocho errores lingüísticos o poéticos en una estrofa de Hassan ibn Zabit, un famoso Compañero y poeta. Tras la Revelación, dejó la poesía y se dedicó al Corán y al Hadiz.
[610] Ibn Hanbal, 5:186.
[611] Ibn Hayar, Hadiy al-Sari, 487.
[612] Zahabi, Tazkirat al-Huffaz, 2:556.
[613] Ibn Hayar, Tahzib al-Tahzib, 9:52.
[614] Ibn Sad, «Tabaqat», 2:22
[615] Muslim, «Zuhd», 72; Darimi, «Muqaddima», 42.
[616] Jatib al-Baghdadi, Taqyid al-‘Ilm, 34.
[617] Bujari, «Ilm», 39.
[618] Abu Dawud, «Ilm», 3; Ibn Hanbal, 2:162; Darimi, «Muqaddima», 43.
[619] Tirmizi, «Ilm», 12.
[620] Hindi, Kanz al-‘Ummal, 10:232.
[621] Darimi, «Muqaddima», 43.
[622] Abu Dawud, «Ilm», 3; Tirmizi, «Ilm», 12.
[623] Bujari, «Ilm», 39; Ibn Hanbal, 1:100.
[624] M. Ayyay al-Jatib, Al-Sunna qabl al-Tadwin, 352.
[625] Darimi, «Diyat», 12.
[626] Jatib al-Baghdadi, Al-Kifaya, 330.
[627] Ibn Sad, 7:2; Jatib al-Baghdadi, Al-Kifaya, 354.
[628] Bujari, «Ilm», 34.

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