La dependencia total de la Revelación y la sumisión a Dios
Aunque cada Profeta fue un ser inteligente y dotado de un entendimiento amplio y un alma pura, estos rasgos no desempeñan ningún papel en la elección de un Profeta por Dios. La mayor parte de los Profetas, incluyendo a Muhammad, eran iletrados y por lo tanto fueron enseñados por Dios. El profeta Muhammad, a pesar de su analfabetismo, tenía el conocimiento del pasado y del futuro, y perspicacia en cada rama del conocimiento. No asistió a escuela alguna, ni tuvo un maestro, y aun así hasta sus enemigos admitieron —y todavía siguen admitiéndolo— que él demostró administrar la justicia perfecta en asuntos de familia, la competencia perfecta en la administración estatal y el mando perfecto de los ejércitos.
Los Profetas fueron educados por Dios. Para citar un ejemplo, el Último Profeta recordó: «Durante mi infancia pensé dos veces en asistir a una ceremonia de boda. En ambas ocasiones, fui vencido por el sueño a mitad de camino —y por lo tanto era protegido contra cualquier pecado que yo prohibiría más tarde—»[43]; y «cuando restaurábamos la Kaba, antes de mi Misión Profética, yo llevaba piedras. Como cada uno hacía, enrollé la parte de abajo de mi ropa sobre mi hombro, para evitar heridas. Mi muslo quedó destapado. De repente, el ángel que yo había visto varias veces en mi infancia se me apareció en toda su majestad. Me caí y me desmayé. Era porque había destapado una parte de mi cuerpo que Dios ordenó cubrir».[44]
Los Profetas fueron protegidos por Dios contra todos los errores, ya que fueron creados para un propósito especial. Protegidos de desviarse en su misión, porque hasta la menor desviación habría podido causar la perdición total de la humanidad.
La Misión Profética es dignificada por la Revelación Divina:
Y de este modo, te hemos revelado un espíritu de Nuestro mandato (el Mensaje vivificante, el Corán). No habrías (de otra forma) sabido cuál era el Libro (con todo el conocimiento que contiene, y el estilo de vida que establece), y qué fe era (según lo descrito por el Libro, y con todos sus principios, requisitos, e implicaciones). Pero hemos hecho de ello una luz por la cual dirigimos a quién Nuestra Voluntad dispone de Nuestros siervos. Y sin duda alguna tú (por la guía de Dios) guías a (la gente) a un camino recto (42:52).
Por consiguiente, los Profetas nunca hablaron por su propio criterio: No habla por sí mismo, por su propio deseo; Eso (que os transmite) no es sino una Revelación que se le reveló a él (53:3-4).
El profeta Muhammad, particularmente cuando le preguntaban cosas sobre los fundamentos de la creencia, esperaba la Revelación. A veces los politeístas le pedían alterar el Corán. Pero como es una Escritura Divina, cuya expresión y sentido pertenecen completamente a Dios, el Profeta contestaba como instruido por Dios: Di: «No es propio de mi alterarlo por iniciativa propia. Yo únicamente sigo lo que me ha sido revelado» (10:15).
Los Profetas se sometieron totalmente a Dios, y cumplieron con su misión sólo porque Dios les mandó hacerlo. Nunca transgredieron o se desviaron de su camino para tener éxito. Cuando se enfrentaron a amenazas u ofertas seductoras, respondieron con palabras similares a aquellas del profeta Muhammad: «Aunque pusierais el Sol en mi mano derecha y la Luna en la izquierda, nunca dejaría de predicar mi causa». Él sabía que el Corán es la Palabra de Dios, y así también aguantó toda dificultad y oposición.[45]
[43] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 2:350.
[44] Bujari, «Hayy», 42; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 2:350.
[45] Ibn Hisham, «Sira», 2:285.
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