Para ser ejemplos

Los Profetas fueron enviados para servir como ejemplos que deben ser seguidos conscientemente. Después de hablar de los Profetas en la Sura al-An'am, Dios dijo a Su Último Mensajero: Aquellos son los (ilustres) que Dios ha guiado. Sigue, pues, su guía... (6:90). En particular, se nos ha conminado a seguir el ejemplo de Muhammad: Sin duda tenéis en el Mensajero de Dios un ejemplo excelente a seguir para quien anhela a Dios y el Último Día, y recuerda y menciona a Dios en gran medida (33:21).

El Mensajero de Dios es nuestro guía. Hacemos la Oración como él la hizo y debemos esforzarnos por vivir como él vivió. Aquellos que lo siguieron durante el primer siglo del Islam fueron verdaderos representantes de la auténtica vida islámica. El Mensajero de Dios dice sobre ellos:

Después de mí, los ejércitos musulmanes llegarán a las puertas de las ciudades. Les preguntarán: «¿Ha visto alguno de vosotros al Profeta alguna vez?» Los musulmanes responderán afirmativamente y las puertas se les abrirán. Aquellos que los suceden también realizarán la yihad y les preguntarán: «¿Ha visto alguno de vosotros a los que vieron al Profeta?». Ellos contestarán afirmativamente y las ciudades serán conquistadas por ellos. En cuanto a la tercera generación, se les preguntará a sus miembros: «¿Ha visto alguno de vosotros a los que vieron a los seguidores de los Compañeros del Profeta?». Cuando esta pregunta sea contestada afirmativamente, la conquista tendrá éxito.[37]

En otra narración por Bujari y Muslim, el Mensajero de Dios dice: «Los mejores de vosotros son aquellos que viven en mi época, después aquellos que los sucedan, y luego aquellos que los sigan».[38]

Aquellas tres generaciones siguieron estrictamente al Profeta y, en consecuencia, conocieron grandes triunfos en todo el mundo. Moisés había hablado de ellos: «... todos los santos están en Tu mano».[39] Ellos son los Compañeros de Muhammad y aquellos que siguen su camino en cada siglo.

En un hadiz transmitido por fuentes poco verídicas, el Mensajero de Dios declara: «Los eruditos piadosos de mi Umma se parecen a los Profetas de los Hijos de Israel».[40] ‘Umar se sometió a Dios tan sinceramente que como servidor Suyo fue más efectivo de lo que se esperaba. Durante su califato, los actuales territorios de Irán, Irak y Egipto fueron conquistados. Los ejércitos musulmanes marcharon en un área enorme, conducidos por comandantes tan grandes como Abu Ubayda ibn al-Yarrah, Shurahbil ibn Hasana, Sad ibn Abi Waqqas, Amr ibn al-As y Yazid ibn Abi Sufyan.

Jerusalén fue conquistada durante su califato. Cuando el comandante supremo de los musulmanes pidió a los sacerdotes de Jerusalén que entregaran las llaves de la ciudad, ellos contestaron: «No podemos ver entre vosotros al hombre a quien deberíamos entregar las llaves». Ellos habían leído en sus libros religiosos una descripción de quien había sido capacitado para recibir las llaves.

Entonces los sacerdotes de la ciudad y los comandantes musulmanes esperaron mientras ‘Umar y su criado se dirigían en camello, turnándose, hacia Jerusalén. Aunque ‘Umar gobernó sobre amplias tierras, no poseyó ni un camello. Pidió un camello prestado de la hacienda pública y se puso en camino con su criado. Cuando se acercaron al río Jordán, sus comandantes, que esperaban al otro lado, se entusiasmaron y rogaron: «Oh Dios, deja a ‘Umar ser el que monte el camello cuando alcancen el río, porque a estos bizantinos les gusta la pompa y la exhibición. Puede que no nos estimen si ven al califa guiar un camello montado por un criado». Pero Dios había predestinado que sería esta última la única posibilidad. Cuando ‘Umar se acercó, los sacerdotes advirtieron varios remiendos en sus ropas, entre otras cosas. Este era el hombre descrito en sus libros, y entonces le entregaron las llaves de Jerusalén.

‘Umar nunca se desvió del camino del Mensajero de Dios. Cuando estaba en su lecho de muerte, tras ser apuñalado mortalmente por un esclavo zoroástrico —adorador del fuego—, rechazó la comida y el agua, porque estaba demasiado débil. Sin embargo, siempre hacía el salat cuando era el momento de realizarlo, aunque esto hiciera que sus heridas sangraran. Él diría: «Aquellos que no realizan el salat no tienen nada que ver con el Islam».[41] Fue un seguidor ejemplar del Mensajero de Dios, y su propio ejemplo sería seguido por las generaciones que le sucedieron.

[37] Bujari, «Fada’il al-Ashab», 1; Muslim, «Fada’il al-Ashab», 208-9.
[38] Bujari, «Fada’il al-Ashab», 1; Muslim, «Fada’il al-Ashab», 212.
[39] Deuteronomio, 33:3.
[40] Ayluni, Kashf al-Jafa’, 2:83.
[41] Ibn Sad, «Tabaqat», 3:350; Hayzami, Mayma‘al-Zawa‘id, 1:295.