El Hombre Nuevo y la Mujer Nueva

La historia nos ha llevado al umbral de una nueva era que está abierta a las manifestaciones del favor Divino. A pesar de los avances de la ciencia y la tecnología, o en paralelo con los mismos, los dos o tres últimos siglos han sido testigos de una ruptura global con los valores tradicionales y, en nombre de la renovación, de la adhesión a valores diferentes y a fantasías especulativas. Nuestra esperanza es que, fortalecidos por una serie de tendencias prometedoras, el próximo siglo sea la era de la creencia y de los valores morales y que sea testigo de un renacimiento y una revivificación de los creyentes.

Entre esas multitudes titubeantes en las que escasea el razonamiento y una forma de pensar válida y fiable, aparecerá un nuevo tipo de personas. Contarán por igual con razón y experiencia, pero darán tanta importancia a la conciencia y a la inspiración como a las dos primeras. Buscarán la perfección en todo, establecerán el equilibrio entre este mundo y la Otra Vida y casarán el corazón con el intelecto.

La aparición de estos individuos no será fácil. Todos los partos son difíciles, pero estos nacimientos bendecidos van a suceder y van a dar al mundo una generación nueva y brillante. Del mismo modo que la lluvia se derrama de unas nubes que se han juntado con lentitud y luego el agua surge de debajo de la tierra, también las «flores» de esta nueva generación aparecerán un día entre nosotros.

Esta nueva gente serán individuos íntegros que, a salvo de las influencias externas, podrán actuar con independencia de los demás. No habrá fuerza en este mundo capaz de doblegarlos ni las tendencias de la moda les harán desviarse de su camino. Independientes de cualquier poder mundano actuarán y pensarán con libertad, puesto que su libertad estará en relación directa con su servidumbre a Dios. En vez de imitar a los demás se basarán en su dinámica original enraizada en las profundidades de la historia y tratarán de dotar a sus facultades de discernimiento con valores auténticos que serán propiamente suyos.

Reflexionarán, investigarán, creerán y rebosarán deleite espiritual. Y al tiempo que utilizan al completo las modernas prestaciones, no por ello olvidarán sus valores tradicionales y espirituales cuando construyan su propio mundo.

Si los cambios y las reformas están vinculados con, y dependen de, valores universales y eternos les darán la bienvenida con entusiasmo puesto que, de lo contrario, habrá un exceso de fantasías especulativas sin duda atractivas por su novedad y modernidad. Firmemente asentados en la sólida base de esos valores eternos, el hombre nuevo y la mujer nueva mirarán hacia el futuro para iluminar la oscuridad que envuelve al mundo.

Amarán la verdad y se podrá confiar en ellos por completo; y para defender la verdad dondequiera que sea, estarán siempre dispuestos a dejar sus hogares y sus familias si fuese necesario. Al no estar apegados a las cosas mundanas, a las comodidades o los lujos, utilizarán las aptitudes que Dios les ha dado para servir de provecho a la humanidad y sembrar las semillas de un futuro feliz. Y luego, al buscar constantemente la ayuda y el éxito que otorga Dios, harán todo lo posible para proteger a esas semillas de todo mal, del mismo modo que la gallina protege a sus huevos. Sus vidas enteras estarán dedicadas a este camino de la verdad.

Para mantenerse en contacto y comunicarse con las mentes, los corazones y las emociones de la gente, estos hombres y mujeres nuevos utilizarán los medios de comunicación e intentarán establecer un nuevo equilibrio de poder basado en la justicia, el amor, el respeto y la igualdad. Harán que el poder se incline ante lo correcto y nunca harán discriminación alguna por cuestiones de raza o de color.

Esta gente nueva unificará la espiritualidad profunda, el conocimiento heterogéneo, el pensamiento acertado, el temperamento científico y el activismo prudente. Jamás satisfechos con lo que ya conocen, buscarán siempre incrementar el conocimiento: conocimiento del «yo», de la naturaleza y de Dios.

Equipados con los valores morales y las virtudes que los hacen ser humanos de verdad, estos hombres y mujeres nuevos serán unos altruistas que abrazarán a la humanidad con amor y estarán dispuestos a sacrificarse por el bien de los demás cuando sea necesario. Y conforme vayan amoldándose al patrón de la virtud universal intentarán simultáneamente iluminar el camino de los demás. Defenderán y apoyarán todo lo bueno y lo recomendarán a los demás al mismo tiempo que procurarán retar, combatir y erradicar todos los males.

Estas nuevas personas creerán que el Todopoderoso les ha dado la vida para así poder llegar a conocerlo y adorarlo. Sin hacer distinciones entre el Libro del Universo (donde se manifiestan los Nombres Divinos y que está lleno de signos Suyos y sirva de «escalera» que lleva hacia Él) y las Escrituras Divinas (la traducción del Libro del Universo) verán a la ciencia y la religión como dos manifestaciones de la misma verdad.

Nunca serán reaccionarios. No irán en pos de los acontecimientos puesto que serán los dinamizadores de la historia que inician y conforman los sucesos. Con la acertada percepción de su época y de las condiciones que la conforman, y siendo fieles a sus valores esenciales al tiempo que confían plenamente en Dios, estarán en un estado constante de auto-renovación.

Esta gente nueva conquistará sus propias almas, sus pensamientos, sus corazones y los de los demás, y descubrirá lo desconocido. Considerará una pérdida de tiempo las ocasiones en que no esté dando un nuevo paso hacia las profundidades del alma y del universo. Y conforme desvela, gracias a la fe y al conocimiento, los velos que cubren el rostro de la realidad, tendrá aún más ganas de avanzar hacia adelante. Con los mensajes y respuestas recibidos de los Cielos, la Tierra y los océanos, seguirá su viaje hasta que llegue la hora de volver a su Creador.

* Este artículo apareció por primera vez en Zamanın Altın Dilimi («La porción dorada del tiempo»), Kaynak, Izmir, 1998, págs. 157-160.