Tolerancia y Generosidad

¡Sé tan vasto como los océanos y acoge todas las almas en tu regazo! ¡Deja que la fe te mantenga alerta, alberga un afecto interminable por la humanidad y no dejes que haya un corazón roto que sea olvidado o ignorado!

Aplaude el bien por lo que tiene de bueno, aprecia a los que tienen corazones creyentes y sé amable con ellos. Acércate a los incrédulos con una gentileza tal que su odio y su envidia se fundan y desaparezcan. Como si fueras un Mesías, revivifica a la gente con tu aliento.

Recuerda que viajas por el mejor de los caminos y sigues al Profeta, el guía encumbrado. Sé consciente de que tienes su guía gracias a la revelación más perfecta y elocuente. Y en tus juicios sé recto e imparcial, puesto que hay mucha gente que no disfruta de esas bendiciones.

¡Repele el mal con el bien e ignora lo grosero! La actitud de una persona revela su carácter. Propicia la tolerancia y sé magnánimo con los que no saben.

El rasgo más característico del alma que está henchida de fe es amar todo el amor que se expresa en las acciones y sentir rechazo y enemistad ante los actos que expresan enemistad. El odiarlo todo es una muestra de locura o de enamoramiento con Satán.

Acepta la forma en la que Dios te trata. Haz que sea la medida con la que tú tratas a los demás para así representar la verdad entre ellos y estar a salvo del miedo a la soledad en ambos mundos.

Los únicos que temen que los creyentes puedan hacerles daño son los que no utilizan su intelecto o son presa de la estupidez más absoluta. Acércate a un maestro espiritual para que agite tu corazón y llene de lágrimas tus ojos.

Juzga tu valía ante el Creador por el espacio que Él ocupa en tu corazón; y tu valía a los ojos de las personas por la forma como las tratas. No olvides la Verdad ni un solo instante. Y sin embargo, «sé un humano entre los humanos».

Ten presente y estate atento a la conducta que te hace amar a los demás. Y luego oblígate a recordar que actuar de esa manera hará que ellos te amen. Compórtate siempre con honestidad y estate alerta.

No dejes que tu «yo carnal» sea el árbitro de una disputa, porque dictaminará que todos, excepto tú, son pecadores y malaventurados. Este tipo de juicio, según las palabras del Profeta más veraz, significa tu propia destrucción. Sé estricto e implacable con tu «yo carnal» y sé tierno e indulgente con los demás.

Para preservar tu fama, tu honra y el amor, ama en nombre de la Verdad, odia en nombre de la Verdad y sé franco con la Verdad.

* Esta colección de aforismos fue escrita en 1984 y apareció se publicó en Ölçü veya Yoldaki Işıklar, Kaynak, Izmir, 2000; Edición española: Perlas de la Sabiduría, Editorial La Fuente, Nueva Jersey, 2004, pág. 77.