Acción y Pensamiento

Fethullah Gülen: Acción y Pensamiento

El campo de lucha de los herederos de la Tierra podría resumirse como «acción y pensamiento». De hecho, el verdadero sentido de la existencia en esta vida pasa por una acción y un pensamiento potencialmente creativos que sean capaces de transformar a los demás. De hecho cada existencia, desde este punto de vista, es el resultado de una acción y de ciertas disciplinas, y su continuidad depende también de dicha acción y de dichas disciplinas.

La acción es el componente más importante y necesario de nuestras vidas. Al aceptar ciertas responsabilidades a través de una acción y un pensamiento continuos, al aceptar enfrentarnos a ciertas dificultades, al consagrarnos a todo ello, aunque sea a expensas de muchas otras cosas, siempre tendremos que actuar y esforzarse. Si no actuamos tal como somos, seremos arrastrados en la marea causada por el empuje y las acciones de los demás, hacia los remolinos de los planes y de los pensamientos ajenos y, consiguientemente, nos veremos obligados a actuar en nombre de otros.

Quedarnos al margen de la acción, sin relacionarnos ni integrarnos con lo que nos rodea, y permanecer indiferentes a todo ello, es como si nos dejásemos fundir, como el hielo que se convierte en agua. Dicha fusión, que no conserva nuestras moléculas ni nuestra estructura molecular, es una entrega o sumisión a los eventos y sucesos que actúan en contra de nosotros mismos y de nuestra esencia. Aquellos que desean permanecer fieles a sí mismos deben buscar su esencia con todo su anhelo, su deseo, su corazón, su conciencia, su conducta, sus actos y pensamientos. Ya que, para existir, toda la esencia del ser humano debe estar alerta. La existencia y su continuidad exigen a los seres humanos la acción de nuestros brazos, extremidades, corazón y mente. Si no dedicamos nuestro corazón y nuestras mentes a nuestra existencia futura, otros pueden reclamarlos con insolencia en un lugar y momento en el que no producirán beneficio alguno para nosotros.

Ser nosotros mismos, unir nuestros anhelos y deseos con los anhelos y deseos de los demás y, luego, encontrar un curso o dirección para nuestra acción dentro de la existencia en su conjunto, fluyendo como nosotros mismos con nuestro propio curso en las grandes corrientes y movimientos del universo, preservando nuestra propia identidad mientras nos integramos en la totalidad de la existencia, son los aspectos más evidentes de la acción y el pensamiento islámicos. Por lo que respecta al mundo personal, aquellos que no pueden conectar o relacionarse con la totalidad de la existencia y no perciben una conexión o relación con el universo están atados y aferrados a sus propios deseos y frivolidades. Quienes se cierran a las verdades generales y universales son los que se escinden, se enajenan y se excluyen a sí mismos de la existencia en su conjunto, condenándose y lanzándose a sí mismos a la cárcel mortal del egoísmo. Todos los deseos carnales y las ambiciones, todas las luchas por lo material y corporal y todo el consuelo vacío y auto-engañoso que se busca en los deseos carnales, en lo corporal y lo material, surge, sin duda, del hecho de estar completamente separado de la verdadera existencia y de la soledad. El mundo real de la persona de acción y pensamiento y su verdadera felicidad están teñidos con los colores de la universalidad y grabados en el marco de la eternidad. De esta manera, su mundo aparece como uno, sin principio ni fin. Y de tener principio o fin, superaría nuestra concepción e imaginación. Desde este punto de vista, cuando hablamos de una «persona feliz», estamos pensando en este tipo de persona. De hecho, es imposible llamar a la felicidad que tiene un principio y un fin como felicidad verdadera.

Visto desde otro ángulo mejor, la acción es abrazar a toda la creación con la más sincera decisión, abordar el análisis de la existencia y el viaje hacia la eternidad por los pasillos de la creación, y, luego, mediante el poder de la inteligencia y la fuerza de la voluntad, por medio de los secretos y de la fuerza adquiridos en el infinito, situar nuestro propio mundo en su órbita y curso, tal y como fue previamente ordenado en su creación, en su disposición y constitución natural.

En cuanto al pensamiento, se trata de una acción interna. El pensamiento sistemático y decidido indaga sobre el universo al que nos enfrentamos en pos de todos los secretos y enigmas de su proceso de creación, y trata de encontrar y explorar esas respuestas. En otras palabras, el pensamiento es la actividad de la conciencia en busca de la verdad, una acción que establece un vínculo entre la totalidad de la existencia y la humanidad, en todas partes y en el lenguaje propio de cada cosa.

Por medio del pensamiento el espíritu humano se entrelaza íntima e inextricablemente con el universo, y continúa así adquiriendo cada vez mayor profundidad en sí mismo. Rompiendo en pedazos los estrechos patrones de la razón calculadora o de la comprensión cotidiana, se desborda y se salva de conjeturas, ideas delirantes y de los estrechos límites de la mente, despertando así a la realidad y a las verdades absolutas que jamás inducen a error. En otras palabras, el pensamiento es el vaciado del ser interior para dejar espacio a las experiencias metafísicas de las profundidades del ser interno. Si éste es el primer paso del pensamiento, el último es el pensamiento activo.

La dinámica subyacente de nuestra vida de acción y pensamiento es nuestra experiencia espiritual. No nos es posible separar nuestra vida espiritual de nuestros pensamientos religiosos. Nuestra lucha por la existencia se llevó a cabo basándose en el espíritu y en la esencia islámica. Al igual que una semilla brota cuando se deja caer en el suelo y un brote florece cuando se expone a la luz del sol, así nos ocurrió a nosotros en las profundidades con las cualidades de nuestra esencia, cuando ésta se volvió hacia el Islam y lo abrazó. Este giro para alcanzar nuestra esencia hizo que se desarrollaran las habilidades y el potencial de nuestra naturaleza, asegurando nuestra existencia y continuidad durante siglos. Una vez más, al igual que nuestra participación a nivel del corazón y del alma en el mundo interior brotó mediante la adoración, el recuerdo y la reflexión, abrazar a la creación entera, sentirla en nuestro pulso y percibirla en todas las facultades de la mente, depende asimismo de nuestra perseverancia en la adoración y de nuestro empeño en la reflexión y en el recuerdo. En efecto, cada acto de un verdadero creyente es un acto de adoración. Cada pensamiento suyo es un acto de autodisciplina, de autocontrol y autosupervisión. Cada discurso es una oración, una súplica y un episodio del conocimiento espiritual. Cada una de sus observaciones de la existencia es un estudio minucioso y una investigación; y sus relaciones con los demás son pura compasión divina. Para llegar a tal grado de espiritualidad o santidad se debe de estar abierto a la percepción, a la lógica y el razonamiento, y, por consiguiente, a los pensamientos y a la inspiración Divina. En otras palabras, resulta muy difícil para una persona alcanzar esta cima. Para llegar a un estado así es necesario que la experiencia haya sido tamizada por el filtro de la razón, que la razón se haya sometido a la mayor inteligencia y a la previsión de los profetas, que la lógica se haya transformado completamente en amor y el amor se haya convertido en amor a Dios. Si todo esto se ha cumplido, entonces, como resultado de ello, la ciencia se convierte en un ámbito subsidiario de la religión. El intelecto resulta ser entonces un rayo de luz que llega a todas partes guiado por la inspiración. El conocimiento adquirido mediante la experiencia se convierte en un prisma que refleja el espíritu de la existencia. Y todo resuena con la canción del conocimiento, el amor, el afecto y la alegría espiritual.

Aunque ciertos sectores de nuestra sociedad comparten los mismos sentimientos y pensamientos e idéntico, o casi idéntico, estado de ánimo espiritual, a pesar de tanto terreno común, son incapaces de actuar tan positivamente como se espera de ellos. Si a veces se equivocan, van por mal camino y caen repetidamente en la contradicción, las razones de su conducta han de buscarse en el hecho de que no son o no han podido llegar a ser creyentes en el verdadero sentido de la palabra. Porque, a pesar de las condiciones, presiones o influencias negativas a las que un verdadero creyente pueda ser propenso o a las que se halle sometido, su conducta debe de estar siempre teñida de fe y sus actos han de ser bien considerados y pensativos.

Por lo tanto, los herederos de la Tierra que planean construir el mundo del futuro deben ser conscientes de qué tipo de mundo quieren construir y de qué tipo de valores quieren utilizar en su construcción, para que no se sientan más tarde obligados a destruir con sus propias manos aquello que construyeron. Nuestras raíces esenciales y espirituales son ciertas y obvias. Los arquitectos de la luz del futuro, mediante el uso de su poder de pensamiento y del dinamismo de su acción, al beneficiarse plenamente de la flexibilidad, la amplitud y la universalidad de la dinámica histórica en la que basarán nuestra vida religiosa y nacional, y por supuesto, mediante la preservación del cumplimiento del Corán, la Sunna y los auténticos juicios extraídos del Corán y la Sunna por los eruditos islámicos del pasado, tratarán, una vez más, de recibir la voz del Islam, para alcanzar su línea de pensamiento, leer su pulso y escuchar su corazón, de acuerdo con la comprensión, la forma y el entendimiento del momento, por si experimentan la inactividad del mundo intermedio después de la muerte (barzaj), de camino hacia la resurrección.

Esto, en primer lugar, implica distanciarse de todos los impulsos y presiones de lo carnal, estar abierto para navegar hacia la espiritualidad, y el conocimiento y la aceptación de este mundo como la sala de espera del más allá. En otras palabras, esto podría realizarse mediante el aumento de la cantidad y la calidad de nuestras prácticas religiosas de adoración; corrigiendo la deficiencia debida a la mera cuantificación mecánica de los actos devocionales en nuestro recuerdo y en nuestra recitación con toda la profundidad y sinceridad de nuestra intención; y orando y suplicando con la conciencia, precaución y reverencia de estarnos dirigiéndonos al Ser que está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Esto es comprendido y realizado por aquellos que rezan y experimentan la oración como si fueran caminando hacia el Mi’ray[1]; por los que experimentan el ayuno como si se recluyesen en los Secretos Divinos; por aquellos que dan limosna con la actitud de un administrador relevado de su carga, diciendo: «Oh, me siento aliviado, liberado de la carga de guardar esto»; y por aquellos que viven la peregrinación como si asistiesen a un congreso internacional en el que las cuestiones y los problemas relacionados con el mundo islámico son tratados en un lugar donde tanto el corazón como el alma pueden percibir la luminosidad, el esplendor, el sobrecogimiento y la majestad del más allá, de los reinos superiores de la existencia.

La visualización y el logro de todos los nobles objetivos antes mencionados depende de la existencia de sanadores espirituales que puedan diagnosticar y tratar nuestras dolencias internas y externas, y de la existencia de guías que estén en contacto permanente con el más allá y que nunca desvían, guías cuyo pensamiento se extiende de lo material a lo inmaterial, de la física a la metafísica, de la filosofía al sufismo. Estas personas estuvieron, y siempre lo han estado, tras todos los períodos de prosperidad del pasado, y también representan los futuros movimientos de reconstrucción y renacimiento. Esta representación se logrará con el desarrollo de nuevas doctrinas judiciales, basadas en el Corán y la Sunna, a la luz de los últimos acontecimientos y de la evolución de los aconteceres en el futuro; adornando sus propios puntos de vista con las nuevas perspectivas e interpretaciones de los asuntos mundiales; aclarando y mejorando su espíritu y conciencia nacionales con el criterio del Islam; desarrollando las más recientes interpretaciones del arte, adscritas al sentido de abstracción contemplativa y congruentes con la universalidad del Islam; y remodelando nuestra propia cultura, que combina mundo y religión, y que ha sobrevivido y perdurado a lo largo de miles de años.

Dicha representación, hará avanzar así nuestra ciencia, conocimiento, filosofía, arte y religión situándonos por delante de otras naciones del mundo en los años venideros. Dirigirá todos los aspectos de la vida y hará que todos nuestros niños, tanto si han sido escolarizados como si vagan ociosos, sin rumbo y en la calle, se conviertan en personas con ideas, conocimiento, habilidades y destrezas. Como resultado de todo ello, las calles tendrán aspecto de aulas, las cárceles se convertirán en centros de educación e iluminación y las casas se transformarán en esquinas del Paraíso y exhalarán el aire del Jardín; las ciencias y el conocimiento caminarán mano a mano con la religión en todas partes; la creencia y la razón, fundidas en un estrecho abrazo, darán sus frutos y los repartirán por doquier; el futuro, lleno de esperanza, aspiración y resolución, brotará y florecerá más colorido, elegante y rico que en las utopías; todos los medios de comunicación —radio, televisión, periódicos y revistas—mostrarán ilustración, abundancia y luz en todos los sentidos; y todos los corazones, excepto los fosilizados, pasearán degustando y disfrutando del kawzar[2] en esta primavera celestial.

Esta nueva génesis va a nacer de nuestros propios valores históricos de civilización, de nuestra propia cultura y romanticismo. Surgirá, por un lado, de la atmósfera y de la situación de sufrimiento, malos tratos, injusticia, condena y opresión, que hemos sufrido a lo largo del tiempo, y por el otro, del entusiasmo de nuestros corazones, que están siempre satisfechos, saturados de fe, espiritualmente alerta y dispuestos a esforzarse.

Cumplir con esta misión vital depende, en primer lugar, del poder que vaya a mover los espíritus oxidados en este terreno baldío. Las palancas, movidas hacia arriba y hacia abajo durante los últimos cincuenta años para iniciar este proceso, parece que comienzan a funcionar. En palabras del poeta turco M. Akif Ersoy, podemos decir, «Golpea con tu zapapico. Mucho se ha hecho, queda poco». La primera acción, que es la del alma, es ahora como la suavidad de la serenidad (sakina[3]); como la calidez y dulzura de una prometedora nube de primavera, y como el arco iris cerniéndose sobre nuestras cabezas, y nos saluda allá donde vayamos. Creemos que no pasará mucho tiempo antes de que la acción del alma abrace calurosamente la tierra de los oprimidos, maltratados e injustamente condenados, y derrame sobre ellos su misericordia, su compasión y bendiciones.

El poder actual, en gran medida, casi se ha disuelto completamente en el patrón de la verdad, y se ha rendido a él. Por supuesto, existe una razón o justificación para la existencia del poder, y muchas cuestiones son casi imposibles de resolver sin él. Sin embargo, no hay duda de que el poder que se desvía de la verdad e incluso se opone a ella es perjudicial. Podemos aceptar el poder que se une y que es coherente con la verdad como tal verdad. El valor que surge de la integración del poder con la verdad no es injusto, cruel ni tiránico, sino que, más bien, es protector de los oprimidos, los agraviados y los maltratados, y es la lengua que expresa la verdad. Lo más importante de todo esto es la representación por parte de la gente de acción y pensamiento. En la siguiente sección, vamos a presentar a algunas de nuestras personas de acción.

[1] Mi’ray: La ascensión de profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él) o viaje nocturno hacia el Paraíso.
[2] Kawzar: El agua paradisíaco, incesante y abundante bondad.
[3] Sakina: La paz Divina, serenidad, calma, paz interior, el consuelo y la tranquilidad perfecta. Los ángeles y los seres espirituales a través de los cuales desciende ese estado también se llaman así.