La integridad personal
Los que desean reformar el mundo primero tienen que reformarse a sí mismos. Si quieren conducir a otros hacia un mundo mejor, deben purificar sus mundos interiores – del odio, del rencor, de la envidia – y adornar los exteriores virtuosamente.
Las palabras de aquellos que no pueden controlarse ni disciplinarse y quienes no han refinado sus sentimientos, pueden lucir atractivas y perspicaces a primera vista. Sin embargo, aún si de alguna manera se las arreglan para inspirar a otros, lo cual sucede a veces, los sentimientos que ellos despiertan pronto se marchitarán.
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