¿Cómo se debería preparar a la gente, en especial los jóvenes, para su encuentro con el mundo, y una vez allí, evitar sus distracciones y tentaciones?

La pregunta hace referencia a una de las mayores dificultades de la vida moderna. Incluyendo a gente no tan joven, pero desde luego, en especial a los jóvenes inmersos en un ambiente social que exagera las presiones naturales de la juventud hasta el extremo; las tentaciones siempre presentes y los deseos pasajeros dispersan los nobles sentimientos y las aspiraciones más sublimes. En realidad, en este ambiente es difícil para una persona representar las cualidades sublimes y el carácter que el Mensajero de Dios ilustró y deseó que sus seguidores emularan; sin embargo, vivir en aquellos tiempos y luchar contra los deseos y tentaciones tiene sus propias ventajas. Esto es así debido a que la recompensa de todos los esfuerzos es proporcional a la dureza de las condiciones soportadas.

¿Acaso no fue sino la dificultad de la lucha que soportó Jamza la que le hizo ganarse los apodos de «Señor de los Mártires» y «León de Dios»? Su grito de batalla «El enemigo es numeroso, pero nosotros tenemos fe» y el hecho de que cargara contra la primera línea del frente enemigo con una abnegada indiferencia hacia la muerte son cualidades que le hicieron alcanzar tan alta jerarquía.

A principios de la predicación del Islam, las mujeres de entre los idólatras solían andar desnudas alrededor de la Kaba; el adulterio, la fornicación, la usura, la especulación, la explotación, el soborno, el consumo excesivo del alcohol y el juego estaban arraigados en el alma de la sociedad. Sin embargo, los Compañeros se alejaron de tales prácticas y abrazaron el Islam. Ellos eran seres humanos normales con los mismos sentimientos y deseos que todos los demás. Pero el hecho de que dejaran a un lado los deseos carnales y las prácticas consideradas inmorales en aquel ambiente, el que prefirieran un estilo de vida puro y honesto, y apoyaran la verdadera religión y al Mensajero que les predicó a pesar de todos los peligros, las amenazas y las persecuciones, los hizo más nobles que el resto y más importantes que los demás. Al actuar así, ganaron méritos y virtudes que los convirtieron en la luz y, como las estrellas en el cielo, guían a aquellos que vienen tras ellos.

Hoy en día también existen los mismos obstáculos, desastres y destrucciones con los que se enfrentaban ellos. En una reunión espiritual, Bediüzzaman Said Nursi fue nombrado como «hombre de la época de desastres y estragos».[13] Si el Profeta predicara a la gente de hoy que trata de vivir y servir el Islam sinceramente, los habría convocado definitivamente como la «generación de la época de desastres y estragos». Porque, si las calles y los mercados, los centros de la ciudad, los negocios sociales y comerciales, la vida tanto individual como familiar, las escuelas (que nutren el resto) y todas las otras entidades e instituciones sociales que juntas conforman la vida colectiva y sus normas son consideradas una por una, el veredicto sobre cada una de ellas sería «malo, estropeado o arruinado».

Vayamos a donde vayamos, no podremos evitar manchar la pureza de nuestros sentimientos cometiendo pecados; la atmósfera es invasiva, agresiva. Para realizar o terminar un trabajo en la comunidad, no se puede pasar de un lado al otro sin que el alma y el corazón sean atacados y la vida espiritual se vea afectada. Vivir el Islam es tan difícil como andar por encima de un camino de fuego o cruzar un fétido río repleto de sangre. Somos una generación enmarcada en una época de desastres y estragos. La sensualidad, los deseos carnales y la corporalidad escondidos en nuestro ser se asemejan a la cola de un escorpión que está lista para hendir su aguijón en nuestra piel. Aquellos deseos y concupiscencias siempre se alimentan y crecen en condiciones mediocres (y sistemáticamente se alimentan) en esta sociedad moderna. Es posible ser envenenados por dichos escorpiones que se encuentran alrededor de nosotros en cualquier momento. Debemos ser conscientes de las condiciones y evaluarlas bajo la luz de «la recompensa proporcionada para la dificultad soportada» y entonces sentirnos algo iluminados y alentados por la esperanza de una recompensa, cuya magnitud reflejará la dificultad y la aflicción que hemos superado. Cuanto más éxito tengamos al derrotar a nuestros enemigos, mayor será la recompensa. Si los Compañeros adquirieron su elevado rango al superar las dificultades y las aflicciones a las que enfrentaron, entonces la gente de hoy podría lograrlo casi de una forma similar —que es lo que esperamos de la Misericordia Divina—. Hoy, cuando las condiciones para cometer pecados son tan favorables, desde luego que deben de haber algunos errores y pecados que cometimos involuntariamente; pero lo que tenemos que hacer es no alejarnos de la puerta de la Misericordia Divina, siempre permanecer presentes allí. Déjenme contarles uno de mis recuerdos de la infancia, que refleja cómo pienso y siento al respecto. Cuando era pequeño teníamos un perro muy fiel que protegía nuestros rebaños de ovejas. Admiraba tanto su lealtad que lo alimentaba con frecuencia e incluso a veces jugaba con él. Es en este momento, evocando mi niñez cuando elevaba mis manos hacia el cielo para rezar, cuando también recuerdo el significado de su lealtad y lo ubico al lado de mis esperanzas y le suplico a Dios: «¡Oh Señor mío! De la misma manera que yo trataba a aquel perro como un amigo debido a su lealtad, perdóname así, como esclavo Tuyo, quien nunca se ha alejado de Ti y de las puertas de Tu Misericordia Divina y que nunca se ha inclinado ante nadie más que Tú».

Lo mismo se puede afirmar como cierto para los musulmanes (los que nunca se han alejado de Él ni de las puertas de Su Misericordia Divina y los que nunca se han inclinado ante nadie más que Él). A pesar de algunos errores y pecados que cometen, existen musulmanes que sirven en el camino de Dios de una manera tan sincera y fiel que Dios, el más Misericordioso, no los expulsará de las puertas de Su Misericordia. Aceptamos y reconocemos nuestras faltas. Además tales admisiones y confesiones son una parte del viaje a través de lamentos, remordimientos y arrepentimientos. Le pedimos una y otra vez perdón por nuestros errores refugiándonos en Su Misericordia de acuerdo con Su Gracia. Y Dios acepta y contesta estos rezos realizados incondicionalmente, con fe y sinceridad.

Lo que hemos dicho hasta ahora es una forma de resumir la situación en la que nos encontramos. Ahora tratemos brevemente algunos puntos sobre qué hacer y cómo actuar.

- I -

Una persona camina con extremo cuidado por caminos resbaladizos y peligrosos, como si pasara a través de un territorio enemigo. Una precaución y advertencia parecidas son necesarias cuando una persona sale a la calle, porque siempre es posible que las cosas prohibidas se presenten ante nuestros ojos. En estos casos, hay que evitar la mirada a lo prohibido. Una persona que cierra los ojos ante lo prohibido no pierde nada, ni material ni espiritualmente, y no le hace daño a nadie. El que trabaja de manera eficiente, con honradez y sinceridad y sirve a la causa de Dios, no puede ser víctima del mal o de los vicios. Por otra parte, aquellos que miran a otros o permiten que otros los miren a ellos no ganan nada excepto el peligro. Los hospitales, los tribunales de justicia, las prisiones y las noticias en los periódicos son el testimonio manifiesto de lo que estas personas, que tientan al peligro, y sus socios, familias, sociedades y países, han degenerado al hacerlo así. No podemos esperar mucho de aquellos que han paralizado sus corazones y sus deseos a través miradas insufladas de delirio o perdición.

En un hadiz el Profeta dijo: «Llegará un tiempo en el cual mantener la fe será como tener brasas calientes en las manos. Si las tiras, perderás tu fe, si las conservas en la mano, te quemarás».[14]

En otro hadiz dijo: «Nazar (mirar a lo prohibido) es una de las flechas venenosas de Satán».[15] Cuando ésta impacta o penetra en el corazón a través del canal de los ojos, la persona fallece. Y el Profeta expresó la voluntad Divina en sus palabras y añadió: «Si alguien se aleja del temor hacia Mí, proporcionaré a su corazón tal regocijo de fe que lo sentirá en las mismas profundidades de su alma».[16]

El Profeta expresó su actitud hacia las flechas venenosas de Satán en sus palabras y también lo demostró en su comportamiento hacia sus parientes cercanos. Mientras bajaban del Monte Arafat durante la peregrinación, dejó a su primo, Fadl, el hijo de Abbas, montar en su camello. Para impedir la mirada fija de su primo a las mujeres que pasaban por ahí, el Profeta empujó con su mano la cabeza de su primo de un lado al otro.[17] Pero hay que tomar en consideración que esto pasó durante la peregrinación, cuando cualquier intención de mirar a las mujeres tan sólo por placer es imposible, y en una época en que, según las palabras de Aisha —la madre de los creyentes—, las mujeres solían cubrirse hasta la cara, cuando era sentido por todos la sublime atmósfera de las Revelaciones del Arcángel Gabriel, la proximidad al Más Allá, y los milagros, la Edad de Felicidad en suma. Aunque procuremos controlar nuestros corazones en las mezquitas y en la compañía de otros musulmanes sinceros, ¿cómo podríamos explicar el comportamiento del Profeta durante el Jayy y en aquella época? El Profeta se comportó de esa manera porque no quiso que su primo se distrajera y fuera magullado por una flecha venenosa que pudiera sembrar las semillas del mal y los vicios en su corazón y su mente, incluso en una época en la que Fadl estaba muy lejos de soñar con tal cosa.

El significado de este acontecimiento es acabar con el mal cortándolo desde la raíz. Es como prohibir la entrada en el bosque con cerillas para protegerlo de supuestos incendios, o aunque no exista ninguna amenaza de guerra inminente, mantener la práctica de custodiar las fronteras y los cuarteles generales con numerosos centinelas, o llenar todos los agujeros y grietas de modo que las serpientes y los escorpiones no tengan ningún sitio para refugiarse. Es decir, se deben poner barreras ante los vicios y las maldades para impedir que la gente se extravíe o las familias se separen; eliminar todos los caminos y los medios que llevan a las personas a la violación, el adulterio, el asesinato, a todo tipo de inmoralidad, a las perversiones y las corrupciones; e impedir todos los pecados con prevenciones. Este es el camino determinado por Dios.

El Profeta le dijo a Ali, aquél que se hizo musulmán a los siete años y que creció en un ambiente en el que el Profeta se hallaba presente, quien era su primo e iba a ser el padre de los descendientes del Profeta: «Oh Ali, la primera mirada está a tu favor, pero la segunda está en contra de ti». Es decir, cuando miras una vez algo prohibido, no serás responsable de aquella mirada porque es involuntaria y fortuita. Pero, si no retiras la mirada, tu ser carnal y tu voluntad surgirán en ello, tú serás cuestionado y castigado; porque este es el primer eslabón de la cadena que te arrastrará a la desviación y lo prohibido. Así que el Profeta cerraba las puertas que se abrían a lo prohibido, para prevenirlo de antemano, antes de que sucediera.

- II -

El tedio se origina en la insatisfacción del corazón, en la falta de proximidad y relación con el Profeta y Dios, lo que hace imposible cumplir con los deberes religiosos y las oraciones de manera correcta y adecuada; le impide sentirse libre y despreocupado ya que no existen reflexión ni contemplación suficientes, así como tampoco tener unos pocos amigos de buen corazón y ninguna obligación o responsabilidad sobre sus hombros para seguir sirviendo en el camino de Dios como se debe. Hay muchas oportunidades para que Satanás entre en la vida de este tipo de personas. Sería como caminar otra vez por las trincheras donde uno fue herido por Satanás, o como mitigar a un sediento dándole de beber agua de mar.

Hay otro modo de ver esta situación. Dios, en virtud de Su nombre Qabdh, agarra el corazón del hombre y le hace adquirir un estado de qabdh (literalmente «contracción», «sujeción»), un estado de aflicción espiritual, una prueba para percibir su nivel de decisión y lealtad. El hombre es examinado para ver si regresará a Dios y hará sus oraciones y súplicas…o se alejará. Permítanme señalar aquí que las oraciones, súplicas, deberes y servicios elaborados en tal estado son mucho más recompensadas que aquellas hechas en bast (literalmente «expansión», «extensión»), en un estado de felicidad y alegría, que aquellas realizadas con comodidad, junto a otros musulmanes en momentos normales de congregación. Y así como el Sol brilla repentinamente después de un día nublado, Dios, en virtud de Su nombre Basit, expande el corazón del hombre y lo hace regresar al bienestar y al entusiasmo. De este modo, Dios recompensa al hombre proporcionalmente a la dificultad que sobrelleva.

Una persona, cuando salga a la calle, debería mantenerse alejada de los sitios y zonas donde los pecados son cometidos y donde no hay servicio en el camino de Dios.

Cuando alguien sale, debería dar al tiempo y lugar la atención que estos merecen. Los Compañeros del Profeta, como Abu Bakr, Omar y Abu Dhar, salieron con frecuencia a enseñar las verdades del Islam. Aquellos que salen a las calles públicas con tales objetivos en mente inspiran respeto y así se hallan protegidos de cometer pecados. Cuando el Profeta prohibió a sus Compañeros sentarse a un lado del camino, ellos dijeron que habían tenido algunos negocios o una buena razón para hacerlo así. Entonces el Profeta dijo: «Den al camino lo que merece entonces», esto es, que lo limpiaran de piedras, espinas y obstáculos, recibieran y respondieran los saludos de los transeúntes, así como imponer lo bueno y prohibir lo malo y expresarles las verdades. Sólo con esta intención pura, los pecados y delitos de una persona pueden ser reemplazados y transformados en buenas acciones.

- III -

Una persona debería dedicarse a leer, escuchar, o a elaborar obras que fomenten el conocimiento, la admiración y la temerosa reverencia (makhafa), purificar los sentidos y los sentimientos, dirigir la atención al más elevado propósito de vida en este mundo, y mantener los pensamientos y sentimientos bajo la influencia de ese propósito mientras se dirige a la escuela, al trabajo o está ocupada en una prestación. Debería analizar su propósito antes de salir, observar profundamente sus propias cuentas y balances, supervisarse, y estar equipada con alguna fuerza espiritual que pueda servir como una protección o escudo entre ella misma y el vicio. De este modo puede ser protegida por Dios de los pecados y de Satanás.

- IV -

Una persona debería estar en compañía de uno o varios buenos amigos cuando sale, quienes puedan siempre auxiliarla acerca de guiar su atención, estén disponibles para la consulta y puedan mantener alerta sus habilidades espirituales a través de la orientación y el asesoramiento. A menudo, el control interno puede no bastar para frenarla y mantenerla a salvo de las tentaciones. El nivel de fe de alguien puede no ser lo suficientemente fuerte para sentirse siempre bajo la atenta supervisión de Dios. Alguien puede a veces sufrir tales momentos de debilidad que su autocontrol falla, la mirada de una persona se desliza a lo prohibido y así recibe una herida en el alma; la semilla de las malas ideas puede propagarse en la mente y un pecado comienza a germinar en el alma. Sin embargo, cuando se tienen buenos amigos cerca, unos cuidan de los otros, la conversación siempre puede dar buenos resultados y la persona puede ser más cuidadosa acerca de aquello que reciben los ojos y los oídos. Hay momentos en que se olvidará de que la atenta supervisión de Dios es constante; el deseo y la necesidad no turban y la desgracia de los amigos puede servir para prevenir acciones y modales que constituyen o conducen a la maldad. Esto puede ser considerado una carencia de sinceridad, incluso para algunos un tipo de hipocresía, una mera pretensión de ser bueno pero mientras la hipocresía echa a perder la esencia de los hechos positivos, como el salat (las oraciones diarias preescritas), ésta no arruina los hechos negativos, no hacer lo que es malo. Por ejemplo, si un hombre no comete adulterio mientras tan sólo simula ser bueno, no ha cometido el pecado, y si no hurta algo sólo porque la gente lo está observando, aún así no ha robado. Cuando el adulterio de la mano o del pie, del ojo o del oído, de la mente y de cualquier otra cosa que incita a la imaginación del hombre hacia el pecado es repudiado, incluso si es bueno a los ojos de los demás, la persona se puede considerar que ha sido salvada de ese pecado, hasta que éste tome el control de su alma y lo cometa como si estuviera en el corazón aunque de hecho no se atreviera a hacerlo. Además, hay algunas recompensas por no cometer y denunciar lo prohibido. Por ejemplo, cada vez que se cierran los ojos a lo prohibido, esto hace acreedor al hombre de la recompensa de un acto wajib (esencial).

- V -

Mientras una persona venga, vaya o permanezca en algún otro lugar, debería, en lo posible, llevar consigo las obras y materiales relativos a nuestro mundo de fe y religión. Estos servirán para protegerla, como ángeles guardianes. Estos materiales, que actúan como un blindaje contra los pecados, serán los medios para la meditación interna, para la supervisión vigilante. Una persona que está acompañada o rodeada por tales materiales difícilmente puede cometer pecados.

- VI -

Tan pronto como alguien ha hecho algo incorrecto, debería arrepentirse y volver al perdón Divino. El pecado circula fuera de la esfera del favor de Dios, la Gracia y de la abnegación de Su seguridad. En todo pecado, siempre hay un camino que lleva a nuevos pecados. Quien ha cometido un pecado se convierte ya en blanco fácil para Satanás, y es más probable ser tentado de nuevo y cometer otra vez el mismo pecado. Del mismo modo que los pecados aumentan, la seguridad y protección de Dios disminuyen por contra.

El corazón del hombre es el lugar donde un pecado tiene menos capacidad de extenderse. Lo malo debería ser transitorio ahí, como nubes pasajeras en un día soleado, y desaparecer rápidamente. El pecado es suciedad, una mancha, corrosión. Como queda expresado en un hadiz, cuando la suciedad y la corrosión se acumulan porque no son eliminados inmediatamente, se interponen entre el corazón y Dios, fragmentan las manifestaciones que provienen de Él, entorpecen las alas de Su Misericordia y lo privan de Su Gracia. ¿Podría existir un blanco más fácil de golpear para Satanás que tal corazón?

No importa cuál sea la naturaleza del pecado, la persona nunca debería permitir que tal efecto negativo se fortalezca en el corazón ni en el alma. Por consiguiente, debería regresar a Dios, expresar remordimiento, arrepentirse, pedir por Su perdón, refugiarse en Su infinita Gracia y Misericordia. Uno de los compañeros se presentó en un estado muy perturbado ante el Profeta y le dijo que estaba totalmente acabado. Explicó la forma en la que había mirado y tocado a una mujer. Estaba tan lleno de arrepentimiento, realmente devastado, que, a colación de su pecado, Dios envió a Gabriel con el siguiente versículo:

Y establece oraciones habituales en los dos extremos del día [fajr, zuhr, ‘asr] y en la aproximación de la noche [magrib, isha]. Para que aquellas cosas que son buenas borren a las que son malas. Esto es un recordatorio para el atento. (Hud 11:114)

Gracias a las oraciones, nos mantenemos alejados de la maldad y Dios perdona los pecados y los reemplaza con el bien. En particular, despertándose para el tajayyud (una muy reparadora oración supererogatoria que ha de ser cumplida durante la noche), que es la luz del mundo intermedio, dejando la comodidad de la cama y el sueño durante las últimas horas de la noche, y encomendándose a Dios en oración es un medio seguro de subsanar faltas y limpiar la mancha de los pecados de manera rápida.[18]

En las últimas horas de la noche, las oraciones y las súplicas recitadas por un corazón lleno de temor y esperanza serán ciertamente aceptadas por Dios, siempre que procedan de un corazón sincero. Realizar las cinco oraciones diarias en los tiempos fijados de veneración, las cuales indican los hitos de un día en la vida del creyente, son los medios para que cualquier delito o pecado cometido entre los dos tiempos de la oración sean perdonados.[19] Más aún, deberíamos también tratar de obtener el placer de Dios a través de oraciones supererogatorias, especialmente el tajayyud.[20]

Un punto distinto pero importante es que aquel que ha cometido un crimen que lo avergüenza no querrá que nadie se dé cuenta de ello. No obstante, es completamente consciente de que Dios y Sus Ángeles vieron y saben lo que hizo. Satanás aguarda en espera de tal eventualidad y buscará hacer decir al pecador: «Deseo que no hubiera nadie que haya visto y conozca mi pecado», o más aún «Deseo que no hubiera pecado» (Recuerda que no aceptar como pecado lo que Dios ha prohibido conduce a la incredulidad).

La insistencia en cometer un pecado y considerarlo insignificante también conduce a la incredulidad. Alguna gente puede estar tan acostumbrada a los pecados que no pueden librarse a sí mismos de ello. Puede pasar que involuntariamente empujemos a tal gente a situaciones peores en un esfuerzo por rescatarla. Por ejemplo, si le decimos a un musulmán débil, «No bebas. Está prohibido», puede responder: «Un poco o una taza no puede estar prohibido» o «Considero muy estricta dicha norma». Asimismo, en respuesta a las palabras que llaman a realizar el salat, un individuo débil podría responder con «No voy». Tales respuestas pertenecen a la incredulidad, así el individuo puede ser llevado por mal camino.

Esencialmente, el pecado es pecado cuando se insiste en ello, se lo considera banal, no se le teme por su detrimento, la persona no se arrepiente ni tan siquiera busca el perdón. De otra manera, si alguien no persiste en un pecado, conoce el daño y el perjuicio del mismo, trata de evitarlo, se arrepiente de hacerlo y busca el perdón, por la gracia de Dios, como el Corán establece, le serán concedidos perdón y misericordia. Aunque el pecado sea del tamaño de montañas, no deberíamos desesperarnos, no hay pecado que Dios no perdonará, excepto el pecado de shirk (asociar compañeros a Dios) y aquel que lo cometa, no vendrá a Dios por perdón; buscará consuelo en la corte de algún falso o inexistente poder.

- VII -

Nadie debería sentirse libre o despreocupado, una persona debería tener obligaciones, responsabilidades y oficios que desempeñar. Satanás se aprovecha de la ociosidad e inactividad, y no le gusta que hayamos sido ilustrados intelectual y espiritualmente para así vivir y servir en el camino de Dios. Si alguien carece de responsabilidad, entonces Satanás ensimisma la mente y el corazón con fantasías, pecados y cosas prohibidas. Podemos obstruir todos los orificios, por los cuales Satanás se filtra en la mente y en el corazón con su actividad energética para tratar así de impedir el servicio en el camino de Dios. Aquel que corre a propagar el mensaje de Dios a los demás sin detenerse a descansar o vanagloriándose de lo realizado sentirá energía, vitalidad y júbilo en cuerpo y alma. Como está declarado en un hadiz, ya que una persona disfruta lo bueno y se niega ante lo malo, sentirá las bendiciones e inspiraciones de las Revelaciones Divinas en su vida, su comida y sus necesidades vitales serán abundantes y bendecidas, y su hogar (familia) será uno de los recibidos en el Paraíso. Así como se señala después en el hadiz, si este deber y oficio en el camino de Dios es abandonado, las bendiciones de las Revelaciones serán truncadas, y aquellos que son desheredados de tales bendiciones serán condenados y perecerán en la oscuridad y los sufrimientos.

- VIII -

Dios ayudará y protegerá a aquellos que se consagran a sí mismos a Dios, al Islam, al Profeta, a comunicar la Verdad y al despertar o ilustración de la gente. Dios por sí mismo hace un trato con tales personas:

Oh Vosotros que creéis, si ayudáis a la causa de Dios, Él os ayudará y plantará sus pies firmemente. (Muhammad 47:7)

Así que es obvio que Dios no permitirá que dicha gente se pierda, corrompa y perezca a causa de algún tipo de mal, vicio, o personalidad satánica. El Profeta expresó que si alguien se acerca a Dios, Dios se le acercará diez veces más, si alguien camina hacia Dios, Dios correrá hacia él. Si alguien actúa de acuerdo a los dictados del Islam, realiza las oraciones y obligaciones, y ayuda en la Causa de Dios, será recompensado de diversas maneras, y Dios no lo dejará apartarse, ser engañado o extraviarse por el mal camino a través de los deseos y las tentaciones, sus pecados serán reemplazados por buenos y correctos actos, y será premiado con desconocidas e imprevistas recompensas así como con la felicidad eterna.

Por una parte, nos hallamos en una situación terrible, rodeados de pecados, y por otra, nos encontramos en una situación que ofrece ventajas que compensan su terrible característica. Con esta actitud, para algunos sólo comparable con la de los Compañeros, tenemos la oportunidad de acercarnos a ellos. Ellos pudieron sentir el aliento de la Revelación sobre sus rostros, en tanto que nosotros vivimos siglos después de ellos. Pero, si somos capaces de tomar nuestro sitio detrás de ellos con un espíritu Muhammadiano, tendremos en cierta forma asegurada nuestra salvación por la gracia de Dios.

¡Quiera Dios que no le defraudemos en tal esperanza! Amin.


[13] Nursi, Bediüzzaman Said, Sunuhat-Tuluat, 36.
[14] Tirmidi, Fitan, 73; Ahmad ibn Hanbal, Musnad, 2/390.
[15] Tabarani, Mu‘jam al-Kabir, 10/173; Hakim, Mustadrak, 4/349.
[16] Ibíd.
[17] Bujari, Hayy, 1, Sayd 24; Muslim, Hayy, 407
[18] Para más información acerca del tajayyud, véase: Tirmidi, Mawaqit al-Salat, 51; Abu Dawud, Salat, 49; Ibn Maya, Masajid 14.
[19] En relación a los hadices en los que se afirma que Dios perdona los pecados de Sus siervos por medio de las cinco oraciones diarias, véase: Bujari, Mawaqit, 6; Muslim, Masajid, 282; Tirmidi, Amsal, 5; Nasai, Salat, 7; Imán Malik, Muwatta, safar, 91.
[20] En cuanto al hadiz que declara que un servidor se acerca a Dios a través de las oraciones supererogatorias, ver: Bujari, Riqaq, 38; Musnad, 6/256.