¿Cómo se puede definir la «moderación»?

La moderación es el equilibrio entre los extremos, el camino intermedio entre dos excesos: ifrat (demasiado) y tafrit (demasiado poco). También es el hecho de que una persona utilice la capacidad y las habilidades en pos de realizar el bien, hacer exactamente lo que está prescrito por el Creador, en Su camino. Las facultades humanas como el sentido común y la razón, sus emociones, el miedo, la ira y los deseos carnales, y otras por el estilo, son innatas en él y desempeñan un papel principal en su vida. Si se hace uso de estos presentes como es debido, se logra la moderación. Por otra parte, el uso insuficiente o excesivo de los mismos nos lleva a desviarnos del camino prescrito por el Creador.

Por ejemplo: el deseo corporal, en términos generales, es el deseo de obtener todo aquello con el fin de mantener a la gente viva y por lo tanto, la continuidad de su especie a través de las generaciones. Comer, beber y otros actos similares forman también parte del deseo corporal, que sostienen la existencia física y la salud. Abstenerse totalmente de tal deseo, como bienintencionadamente realizan algunos monjes y religiosas de confesión cristiana para conseguir la perfección de la voluntad, es tafrit: una forma de exceso, un exceso de omisión y abstinencia. Por otra parte, no aceptar ningún límite y considerar que todo está permitido es ifrat, otra forma del exceso, la indulgencia arrogante. El camino intermedio entre los extremos de la abnegación y la falta de moderación no es más que la autodisciplina:

La ira es también un regalo para el género humano realizado por motivos particulares. Pero también se debe aplicar en la medida correcta. Por ejemplo, causar gran daño a los demás para vengarse por una nimiedad o derramar sangre de manera despiadada, es ifrat. Permanecer callado y abstenerse de ceder ante la ira frente a una gran injusticia, ultrajar el honor de una persona, o cuando son deshonradas las cosas sagradas, todo ello es tafrit. La moderación se halla en el camino intermedio. Se debe alzar la voz frente a la injusticia, la tiranía y la opresión, y ser firmes e implacables contra los mismos, y al mismo tiempo tiernos y compasivos con los débiles e inocentes, así como pacientes si para dicha situación la paciencia nos conduce al bien.

La preocupación en exceso o un miedo infundado, tenerle miedo a cualquier cosa —posibles accidentes, tormentas eléctricas, supersticiones o cualquier acontecimiento en el universo— hacen la vida insoportable para alguien que se preocupa demasiado por ello, y esto es ifrat. Las riberas del río Ganges están flanqueadas de ejemplos de personas que les atribuyen divinidad a muchas cosas, a las fuerzas de la naturaleza que les amedrentan y a las cuales piden ayuda en forma de ídolos, tan indefensos como ellos mismos. Sin embargo, no tenerle miedo a nadie ni a nada y no preocuparse por nada, en la Tierra o en los Cielos, cuando se espera normalmente que sea así, no es sino tafrit. Probablemente es una clase de enajenación en la cual se perjudican a sí mismos y es inevitable que pongan en peligro la vida de los seres más queridos. La moderación no es sino tomar algunas medidas de precaución para proteger la vida de una persona y la vida de las personas que guardan una relación más estrecha con ella, y no darle demasiada importancia a las preocupaciones rebuscadas y probabilidades mal definidas.

Los términos ifrat, tafrit y moderación son aplicables también a la razón. Sin tomar en consideración los resultados de la observación y la percepción, depender sólo de la razón es ifrat. Esto es lo que los sofistas o los lógicos de tiempos pasados hicieron en sus juegos de ingenio o lo que los materialistas de hoy establecen en su dialéctica. El rechazo total de la razón, el rechazo de todos los fenómenos mentales y las categorías de la mente, basándose en cambio, en un mero positivismo externo o en un conocimiento intuitivo y subjetivo como si fuera la única verdad es tafrit. Los ejemplos de esto son el positivismo de Comte y ciertos tipos de misticismo en el Cristianismo. La moderación en el razonamiento y el pensamiento es poner en orden nuevas ideas y alcanzarlas a través de la evaluación de los sentimientos subjetivos y las observaciones objetivas. De esta manera, se puede entender lo que no se encuentra dentro, tan sólo, de los límites de la intuición o la observación. La franqueza en el uso de la mente sólo se puede conseguir a través de la orientación de la Revelación Divina. De lo contrario, la mente cuando se aleja de la Revelación Divina ya no es nada más que un arte obstinado o una obstinación mezclada con el orgullo.

La moderación, como hemos dicho, es un elemento necesario en todas las facultades y sentidos con los que somos dotados. Lo mismo atañe a las obligaciones y deberes que residen en nosotros, y en lo que respecta a la profunda fe. No creer en la existencia de Dios y rechazar Sus Atributos es ateísmo. Por otra parte, considerar que Él tiene una forma material, o atribuirle una posición o cualidades humanas, es incredulidad. El camino intermedio entre estos dos extremos consiste en que una persona crea en la existencia de Dios, reconozca que Él es Uno, el Creador, y que está libre de defectos, deseos y necesidades, y que Sus Atributos son perfectos y Divinos.

Todos los demás asuntos relacionados con la fe se pueden tratar de la misma manera. Por ejemplo, creer que los seres humanos no tienen voluntad ni poder es tanto predestinación como coacción. Creer que el ser humano es el creador, quien en última instancia realiza todos sus actos y obras es un Voluntarismo extremo. El camino intermedio significa reconocer que el ser humano posee el libre albedrío como una condición ordinaria y que Dios por sí sólo todo lo crea. La moderación también es la práctica verdadera (amal). Si la vida sensual y carnal nos hace olvidar la espiritualidad tanto en este mundo como en el Más Allá o hacer caso omiso de la misma, entonces es materialismo, lo cual es ifrat. El espiritualismo místico que niega completamente la existencia de la sensualidad corporal es tafrit. La perspectiva equilibrada entre estos extremos es tratar con todo de acuerdo al equilibrio entre el cuerpo y el alma, entre este mundo y el Más Allá. Este tipo de creencia es legítima y por sí misma es la moderación.

Bajo la luz de este argumento, podemos indicar que algunas religiones mundiales muestran ejemplos del extremismo en ambas partes. La única respuesta correcta para un asesinato en una religión en concreto puede ser la pena de muerte, sin ninguna posibilidad de perdón mientras que otra religión fracasa en su intento de impartir justicia y no impone ningún castigo, perdonando al asesino definitivamente. El Islam, por su parte, consigue la moderación a través del camino intermedio estableciendo el principio de «represalia en especie»[1] —a semejanza de la Ley del Talión— pero con las puertas siempre abiertas hacia el perdón. Cuando contemplamos cualquier aspecto de la vida, sea teórico o práctico, podemos ver claramente la forma de moderación islámica en cada caso.

La moderación social, la cual está obligada a concernir a todas las personas constituidas como una sociedad, es un ideal inaccesible a menos que los miembros de aquella sociedad hayan alcanzado un nivel suficiente de honradez tanto en el pensamiento como en la vida práctica y en sus relaciones económicas. En cambio, no sería posible hablar de la franqueza de conducta hasta que un número suficiente de gente en dicha sociedad entienda, desee y practique la virtud de la moderación.


[1] Al-Qisas: Valores inviolables (en concreto relacionados con los derechos humanos básicos) que al ser quebrantados se les asigna una pena equivalente, un principio que da pie a la represalia en la ley.