Haz el bien y deja que se muestre

El predicador turco Fethullah Gülen lleva viviendo 13 años en los EE.UU. En este país ha crecido una extensa red de seguidores que sirven en proyectos que llevan su nombre. En la carretera no hay señal alguna que indique la salida de la que parte un camino de tierra que conduce a través de un brumoso bosque latifoliado, teñido con todos los matices del otoño, y que lleva a una propiedad con ocho casas. Hace trece años, el predicador más influyente del Islam turco, Fethullah Gülen, decidió retirarse a este apartado lugar. En aquellos días, el todavía poderoso estamento militar, le había obligado a exiliarse de Turquía. Afectado por una enfermedad, decidió someterse a intervenciones quirúrgicas en los hospitales americanos. A partir de ese entonces, apenas ha salido de la propiedad a pesar de tener visa y permiso de residencia concedidos por los EE.UU.

La voz de Gülen con sus 74 años es más poderosa que nunca, incluso en la distancia. Fue esta voz la que, en las últimas décadas, ha transformado a los musulmanes de Anatolia en una clase media dinámica. Gülen es la voz de estos «Turcos Negros». Han sido muchos los movimientos que se han enfrentado al Kemalismo, la ideología de los «Turcos Blancos». Lo que ha gobernado en Turquía durante décadas ha sido la clase alta, culta, urbana y laica de Estambul, y más tarde también de Ankara. Miraban con desdén a la gente de Anatolia, pobre, religiosa, inculta y campesina. Inspirados por las enseñanzas de Gülen, muchos de estos turcos trataron de acceder a la educación y llegaron a ser ricos, al tiempo que mantenían su devoción religiosa. Conforme Gülen confrontaba a la elite Kemalista, fue declarado enemigo del Estado. Si Gülen volviese a Turquía se reabrirían antiguas heridas. Esta es la razón por la que Gülen, que intenta evitar los conflictos, decidió permanecer en Saylorsburg.

Las cinco hectáreas y media de la propiedad se parecen en cierto modo a la región de Turquía de la que procede Gülen. Nació el año 1938 en Erzurum, en la parte remota de la Anatolia oriental. Saylorsburg es un lugar en el que predomina la naturaleza, donde los ciervos deambulan por los bosques y en los que, de vez en cuando, se ven osos pardos. La nieve no tardará mucho en acumularse, lo mismo que ocurrirá en Erzurum. Cuando unos empresarios turcos compraron la propiedad en 1993 por 175.000$, bajo el nombre de «Golden Generation Foundation», sólo había unas pocas cabañas hechas con troncos de madera. La Fundación construyó ocho casas de piedra, creó un parque y jardines e invitó a Gülen a que se estableciera en este lugar en el año 1999.

Los hijos de los visitantes juegan al fútbol junto al lago. Al mediodía todo el mundo se reúne en un claro que hay junto al «köşk» (quiosco), una especie de pabellón al aire libre en el que solían comer los otomanos cuando estaban en el campo. El menú está basado en la cocina tradicional turca: sopa de lentejas, verduras conservadas en aceite de oliva, albóndigas «köfte» con arroz, té que se sirve en vasos pequeños alabeados. En estos días Gülen ni siquiera puede caminar esa distancia. Tras haber sufrido varias operaciones de bypass, sus rodillas son ahora las que le molestan. Sus únicas salidas de la propiedad son para las revisiones médicas y para ser tratado en el hospital cercano a la misma. Gülen lleva una vida retirada, apartada de la gente, pero su mensaje llega a millones de personas.

Un ascensor lleva al primer piso de la casa que, de forma sencilla pero decorada con elegancia, se parece a una casa otomana que solo necesita una cantidad mínima de muebles. Este es el piso donde Hocaefendi –como le llaman con respeto sus seguidores—vive y trabaja. Su médico personal está siempre a su lado, además de otras pocas personas en las que confía y con las que comparte sus ideas. No concede entrevistas excepto en muy contadas ocasiones. Esta mañana, como bien pudiera ser otra cualquiera, ha dado una clase a una docena de jóvenes teólogos que son sus discípulos personales. Dos veces por semana sus sermones son grabados y colgados en Internet (www.herkul.org) que luego difundirán emisoras de televisión.

Estamos citados para entrevistarle una vez rezada la oración del mediodía. Ese es el momento en el que Gülen recibe a los invitados. Les pregunta con detalle lo que ocurre en el mundo exterior y siempre tiene preguntas complementarias. Pasados estos momentos, vuelve a sus rezos y sus escritos. Se dice que duerme muy poco. Cada día está estructurado de forma precisa y detallada. Aconseja a sus seguidores que hagan buen uso del tiempo y practica lo que enseña, sin prisa alguna. Sus seguidores dicen que combina la humildad con el carisma. En la pared que hay a sus espaldas, un reloj sigue su marcha con un tenue sonido. Nunca se cambia para ajustarlo al cambio de hora que pretende ahorrar energía. «El tiempo (real) es siempre el mismo» dice Gülen.

Las paredes están decoradas con hermosas caligrafías que complementan las palabras de Gülen. No habla el sobrio turco moderno. Los otomanos lo habrían entendido a la perfección. Pero para mucha gente turca moderna entenderlo es todo un reto. En frases de longitud considerable intercala capítulos del Corán con dichos del Profeta, las experiencias de los místicos con las exigencias del mundo moderno, y aúna el mundo de la creencia con la realidad de la vida. Habla de la importancia de la educación y el éxito en los negocios, la compatibilidad del Islam con la era moderna y la democracia, lo mismo que su desaprobación de la violencia. De sus seguidores se espera que creen empleo y prosperidad y que no se olviden de distribuirla entre los necesitados.

La gente religiosa que ha querido practicar su fe lejos del fragor de las ciudades, se ha sentido atraída desde siempre al Estado de Pensilvania. Los primeros emigrantes que se establecieron en las tierras fértiles de Pensilvania tuvieron que ser gente religiosa. Si se parte hacia occidente, desde Filadelfia hacia Saylorsburg, se pasa por Qakertown y Emmaus. Las señales de la carretera indican salidas hacia Hamburg, lo mismo que hacia Lebanon y New Trípoli. La carretera que lleva a Saylorsburg pasa por Bethlehem y Nazareth.

Manhattan solo está de Saylorsburg a unas pocas horas en coche. Y sin embargo son dos mundos aparte.

Alp Aslandogan se asoma desde el sexto piso al pétreo desfiladero urbano de la Quinta Avenida. Llegó a Nueva York procedente de Turquía en el año 1991 para hacer su Doctorado en Tecnología de la Información y ahora enseña en una universidad. En su tiempo libre dedica, de forma voluntaria, muchas horas al «hizmet» (servicio), el nombre con el que los seguidores de Gülen describen a su movimiento. El movimiento, que en Alemania se conoce como el movimiento Gülen, crece también en los Estados Unidos. Empresarios cercanos a Gülen han fundado más de cien instituciones educativas en 130 países, incluidos Alemania y los EE.UU. En 1991 Aslandongan estableció la «Milky Way Foundation» para, en los fines de semana, ayudar en la educación de los hijos de emigrantes turcos para que pudieran tener éxito en la escuela. En 1999 la fundación se convirtió en una escuela privada.

«No queríamos copiar la cultura dominante ni tampoco aislarnos de la misma para conservar nuestras raíces» dice Aslandogan. «Queríamos ayudar a los padres a comprender la cultura americana y a los hijos a que mantuvieran los valores de sus padres, pero también a ser ciudadanos productivos de este país». A lo largo de dos décadas, actividades similares a esta en la ciudad de Nueva York, se convirtieron en una extensa red de servicios sociales diversos. El Turkish Cultural Center de Manhattan y el Peace Islands Institute son dos ejemplos de ello.

EL Cultural Center, por ejemplo, organiza cursos de los idiomas inglés y turco, prepara a los niños para los exámenes, ayuda a los adultos a que se registren como votantes y ayudan a tener éxito a los que son trabajadores autónomos. Cuando hubo un enorme incendio forestal en Israel ayudaron a repoblar la zona, y tras el terremoto de Haití construyeron una escuela nueva. Tras los ataques terroristas del 11 de Septiembre se fundó el Pacific Islands Institute como una plataforma para el diálogo. Auspiciados por ésta, se han reunido políticos americanos y embajadores del extranjero, los rabinos y los monjes budistas conversan entre ellos y las familias musulmanas invitan a sus casas a las que no lo son.

El Turkish Cultural Center y el Pacific Islands Institute son dos de las 218 organizaciones de carácter social que están relacionadas con Gülen en los EE.UU. y que en mayo del 2010 se han unido bajo una sola organización, la Turkish American Alliance. Sus oficinas principales están en Washington DC, entre Capitol Hill y los estudios de la CNN. Lo mismo que ocurre en las oficinas de Nueva York, el culto a la personalidad de Atatürk ha desaparecido por completo y no hay relieves en la pared que muestren al siempre sonriente fundador de la República. La importancia obtenida por esta organización englobadora queda demostrada con el siguiente hecho: en una gala celebrada en una tarde reciente y organizada por ésta, estaban presentes siete senadores y 53 miembros del Congreso. Fevzi Bilgin, un analista político de 38 años de edad y antiguo profesor de la Universidad de Pittsburgh, compila estudios sobre temas relevantes de Turquía y del Oriente Medio y, en su trabajo, evalúa el ámbito político americano. Está a la cabeza del «Rethink», el único grupo de expertos (think tank) que es turco y privado en los EE.UU.

Emre Çelik, un especialista de ascendencia turca en tecnología de la información que vive en los EE.UU. es un decidido seguidor de Gülen. Empezó hace dos décadas en Sidney donde intentaba proporcionar a los jóvenes turcos un comienzo alentador en temas tales como las matemáticas, la física y la química en lugares tipo garajes. Hoy en día está a cargo del Rumi Forum, así llamado en honor al santo turco, que está situado a un tiro de piedra de la Casa Blanca. En su consejo directivo se sientan judíos además de americanos laicos. Políticos prominentes y diplomáticos hablan con frecuencia en los banquetes organizados por el Forum que luego se difunden por cuatro canales de televisión.

Çelik se considera un «musulmán convencional», y este es el tipo de Islam que quiere difundir en la pluralista sociedad americana. Durante sus inicios en Australia estaba fascinado con Said Nursi (1876-1960), un mentor espiritual de Gülen. Nursi introdujo en el Islam preguntas y dudas científicas que surgían en la época y enseñó a sus discípulos a ver lo bueno que había en la civilización occidental animándoles a adoptarlo; les llamó también a superar los tres males fundamentales: pobreza, división e ignorancia. «Lo que Nursi formulaba en sus teorías, Gülen lo ha llevado a la práctica», dice Çelik. Considera también que la contribución más decisiva de Gülen es el concepto de intentar complacer a Dios. Al hacerlo, Gülen anima a la gente a actuar en este mundo para conseguir las recompensas de la Otra Vida.

Gülen dice que el movimiento está siendo atacado desde dos frentes. Califica de ignorantes a los que equiparan las actividades del «hizmet» con el islamismo. Cuando se trata de otras críticas turcas, lo único que hace Gülen es volver a un lado la cabeza. Le acusan de ser «un traidor al Islam, ser un esclavo de los EE.UU. e Israel, además de difundir propaganda a favor del cristianismo y el judaísmo». En cierta ocasión, un fiscal de Turquía llegó a decir que era un cardinal secreto al servicio del Papa. La acusación más grave contra el movimiento es la de querer provocar una revolución en Turquía mediante la preparación de una elite secreta e islamista. Se dice también que el movimiento no es transparente y actúa como una sociedad secreta. Este tipo de críticas del movimiento afirma que tiene una estructura jerárquica que no existe en realidad. Atribuyen esta pretendida jerarquía a una ascendencia sufí islámica. En las épocas más recientes, cuando Turquía estaba gobernada por los generales, ese tipo de estructura podía ser peligrosa. «Mi vida y mi trabajo están a disposición de cualquiera» afirma Gülen. «Nada se mantiene en secreto». Las actividades del «hizmet» tienen lugar de forma pública, con gente que procede de todo el espectro social, de todo tipo de países y religiones. Han sido vigilados e incluso han estado bajo el control de las autoridades gubernamentales. «Me gustaría saber qué es lo que no se puede calificar de transparente.»

La educación y la construcción de escuelas son temas que le son muy queridos. Gülen dice que gracias a la educación el ser humano contribuye, de la manera más constructiva, a dar algo a su familia, sociedad y humanidad. «Estoy convencido de que nosotros, en cuanto criaturas de Dios, sólo conseguiremos la completa madurez individual con la educación mundana y espiritual». Esta es una idea que Gülen ha promovido toda su vida, lo mismo que el establecimiento de escuelas que se construyen por empresas que declaran estar inspiradas por él. Su nombre jamás aparece como miembro fundador o como parte del consejo de las instituciones que se le atribuyen.

La continua referencia a los empresarios no significa que todo esté relacionado con el dinero, sino que aconseja a sus seguidores que tengan éxito. Una de las principales sociedades comerciales de Turquía se atribuye a Gülen. El boom económico de Anatolia está vinculado a su nombre. «Siempre he pedido que se tenga un espíritu emprendedor sincero», dice Gülen. Aconseja a los empresarios que sean cuidadosos a la hora de valorar los riesgos y les anima a invertir y expandirse en el extranjero. «Siempre les recuerdo sus responsabilidades sociales y cívicas». Y les advierte que deben seguir ciertos principios éticos: evitar el fraude, la especulación o el comerciar en el mercado negro, defender la honestidad y la confianza, no mostrar codicia ni despilfarrar las riquezas de Dios cuando se tienen, mostrar respeto ante los derechos de los empleados, no olvidar que la sociedad en la que viven debe beneficiarse de sus ganancias y vivir siendo conscientes de que, en último término, todo viene dado por Dios.

Tevfik Emre Aksoy es uno de esos hombres de negocios que trata de complacer a Dios siguiendo el consejo de Gülen. Ha hecho su fortuna como contratista de obras en Brooklyn, Nueva York. Las personas que trabajan de forma autónoma y tienen éxito donan una parte considerable de sus ingresos al movimiento «hizmet» y financian muchos proyectos. Aksoy es miembro del consejo directivo de la Amity School de Brooklyn, junto con otros cuatro empresarios. Los ingresos por la matriculación solo cubren una parte del funcionamiento de la escuela. El resto del dinero procede de benefactores como Aksoy.

A pesar de sus generosas donaciones, jamás interviene en el funcionamiento cotidiano de la escuela cuyo rector es Cengiz Karabekmez. Establecida en 1999, los estudiantes que asisten a la misma son 300. Cien viven en el hostal que hay al lado de la misma. Proceden de 17 países y representan cinco creencias religiosas diferentes. La mayoría son de ascendencia turca. La escuela presume de que, durante muchos años, todos los estudiantes han sido admitidos en la universidad. Los mejores continúan sus estudios en Harvard, Columbia y Yale. «El año pasado 25 estudiantes consiguieron becas por un valor de 4 millones de dólares», dice con orgullo Karabekmez.

El objetivo principal, el mismo que en el resto de las «escuelas Gülen» es enseñar las ciencias. «No imponemos la religión a nuestros estudiantes» enfatiza Karabekmez. «No somos una escuela religiosa.» En el curso sobre «desarrollo de la personalidad» se enseñan valores universales, tales como el respeto, el altruismo y la ética profesional. La mayor parte de los 36 profesores son ciudadanos americanos. «¿Barreras de lenguaje?» se ríe Andrea. «Por supuesto; muchos de los padres sólo hablan un poco de inglés» dice un profesor: «Pero la escuela de la comunidad se asegura de que todos hablen el inglés muy bien, empezando desde el primer año».

El profesor de inglés, Adamir, conoce bien Alemania y los EE.UU., pero no conoce a Gülen. Sus padres huyeron de la guerra de los Balcanes y, acompañados de sus hijos, fueron primero a Alemania para luego establecerse en Nueva York hace 12 años. Nunca había oído hablar del movimiento «hizmet». Eligió la Amity School porque, a la hora de expresarse como profesor, le brindaba más oportunidades que las demás escuelas. La adoración de Dios no se impone en la escuela.

«Dios ama a todo el mundo», afirma Askoy. «Y lo que Dios ama en concreto son las buenas acciones.»

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