¿Los hombres son víctimas del Destino? ¿Tienen parte en las calamidades que los golpean?

Esta pregunta ha sido discutida en diferentes puntos de este libro. Sin embargo, aquí trataré de resumir esas discusiones.

Nadie es víctima del Destino. Allah nunca destina a un hombre a hacer algo, más bien crea lo que quiere hacer. En estos decretos o veredictos, el Destino siempre tiene en consideración el libre albedrío del hombre.

El hombre es directamente responsable de las desgracias que lo golpean. Cualquier desgracia que llega al hombre es por el mal uso de su libre albedrío o, como es el caso de los Profetas, por que Allah quiere promoverlo a rangos más y más altos. Por ejemplo, el Sol es absolutamente necesario e indispensable para la vida. Si un hombre se queda bajo el Sol demasiado tiempo y muere de insolación, nadie tiene el derecho de quejarse del Sol. De la misma manera, las desgracias que le atribuimos al Destino, en realidad son, el resultado del mal uso de nuestro libre albedrío. Si, no tomamos en consideración el mal uso de nuestro libre albedrío, acusamos al Destino por los errores y la fealdad que nos acontece, es obviamente insolente para el Destino, que doblará la desgracia.

Para citar otro ejemplo, Allah Todopoderoso nos ha creado y dotado con ciertas facultades o poderes. La lujuria es uno de estos poderes. Si la usamos ilícitamente, causándonos daño, nosotros mismos nos deberíamos culpar de ello. Allah nos ha dado este poder para que podamos usarlo justamente para reproducir y de esta manera poder ser promovidos a rangos espirituales más elevados ya que resistimos a las sugestiones de nuestro ser carnal para usarlo indebidamente. Es igual con la ira. Allah Todopoderoso nos la ha proveído para defendernos a nosotros y a nuestros valores religiosos y sociales, no para herir a los demás. Por lo tanto, si somos engañados por ella y matamos a alguien, la falta está totalmente en nosotros, no con el Destino.

El Destino se relaciona con la causa y el efecto al mismo tiempo. Si juzgamos sólo considerando el efecto, usualmente estamos equivocados. Por ejemplo, si acusamos a un padre que le está tirando de las orejas a su hijo sin considerar por qué lo está haciendo, podemos equivocarnos con que el padre lo hace por una falta del hijo o porque quiere educarlo mejor. Así que, para juzgar cualquier acontecimiento, particular o universal, deberíamos considerar todo lo que está relacionado con él; si aún somos incapaces de discernir el bien en un acontecimiento, deberíamos convencernos de que el hecho de lo que haga Allah es bueno en sí mismo o con respecto a sus consecuencias, y nunca intentar acusar al Destino impertinentemente.

Habitualmente ocurre que un hombre juzga que algo es malo, pero puede ser bueno para él o, por contraste, llega a la conclusión de que algo es bueno, pero puede ser malo para él. El Corán declara: Puede ser que no te guste una cosa aunque sea buena para ti, y que te encante algo aunque sea malo para ti. Allah lo sabe pero tú no (2:216).

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