¿Qué es la Yihad?

El sentido literal de yihad es ejercer nuestro mejor y más grande esfuerzo para conseguir algo. Esta palabra no es el equivalente de la palabra guerra, para la cual se usa vital en árabe. Yihad tiene una connotación mucho más amplia y abraza toda clase de esfuerzos para la causa de Allah. Un muyahid es el que está sinceramente dedicado a su causa; el que usa todos los recursos físicos, intelectuales y espirituales para servir a ésta; y el que se enfrenta a cualquier poder que está en su camino; y es el que muere por dicha causa cuando sea necesario. La yihad en el camino de Allah es nuestra lucha para ganar la complacencia de Allah, establecer la supremacía de Su religión y hacer prevalecer Su Palabra.

Un principio relacionado, que insiste en lo bueno y prohíbe lo malo —amr bi al-maruf wa nahy an al-munkar–procura transmitir el mensaje del Islam y establecer una comunidad islámica modelo. El Corán presenta a la comunidad islámica como una comunidad modelo requerida para informar a la humanidad sobre el Islam y de como el Profeta lo vivió; «Hemos hecho así de vosotros una comunidad moderada, para que seáis testigos de los hombres y para que el Enviado sea testigo de vosotros». (2:143)

La yihad mayor y la yihad menor. Hay dos aspectos de la yihad. Una es luchar para vencer los deseos carnales y las inclinaciones malignas –la yihad mayor. El otro es alentar a los demás para que consigan el mismo objetivo –la yihad menor.

El ejército musulmán regresaba a Medina después de haber derrotado al enemigo, cuando el Mensajero de Allah les dijo: «Volvemos de la yihad menor a la mayor». Cuando los Compañeros preguntaron qué era la yihad mayor, él dijo que era luchar contra el ego carnal.[1]

El objetivo de la yihad es que el creyente se purifique de los pecados y por lo tanto, alcance la verdadera humanidad. Los profetas fueron enviados por este motivo. Allah dice en el Corán:

«Igualmente os hemos mandado un Enviado de entre vosotros para que os recite Nuestros versículos, para que os purifique, para que os enseñe la Escritura y la Sabiduría, para que os enseñe lo que no sabíais». (2:151)

Los seres humanos en algún sentido son como los minerales en bruto con los cuales los Profetas trabajan y los purifican y refinan quitando el sello de sus corazones y oídos, levantando los velos de sus ojos. Iluminada por el mensaje de los Profetas, la gente puede entender el sentido de las leyes de la naturaleza, que son los signos de la Existencia y la Unidad de Allah y pueden penetrar en la sutil realidad que se oculta detrás de las cosas y los acontecimientos. Sólo a través de la orientación de los Profetas podemos lograr la elevada posición que Allah espera de nosotros. Además de la enseñanza de los signos, los Profetas también enseñaron a su gente el Libro y la Sabiduría. Como el Corán era la última Revelación al Último Profeta, Allah se refiere al Corán cuando dice el Libro y a la Sunna cuando habla de la Sabiduría. Por eso, debemos seguir el Corán y la Sunna del Profeta si deseamos ser dirigidos correctamente.

El Profeta también nos enseña lo que no sabemos de modo que la humanidad siga aprendiendo del Profeta hasta el Día de Juicio. De él aprendemos cómo purificarnos de los pecados. Siguiendo su camino, muchos grandes santos han logrado su distinción como tales. Entre ellos, Ali dice que su creencia en los pilares del Islam es tan firme que aun si el velo de lo desconocido fuera levantado, su certeza no aumentaría.[2] Se dice que Abd al-Qadir al-Yilani llegó a comprender los misterios del séptimo cielo. Estos y muchos otros, como Fudayl bin Iyaz, Ibrahim bin Azam y Bishr Al-Jafi bien podrían haber sido dotados con el don de la Profecía, si Allah no hubiera puesto ya un sello sobre ésta.

Las oscuras nubes de la ignorancia han sido retiradas de nuestro horizonte intelectual mediante la orientación del Profeta Muhammad. A consecuencia de la luz que él trajo de Allah habrán muchos más avances en la ciencia y la tecnología.

Yihad es el legado de los Profetas y la Profecía es la misión de elevar a los hombres al favor de Allah purificándolos. Yihad es el nombre dado a esta misión profética, que tiene el mismo sentido que atestiguar a la verdad. De la misma manera que los jueces escuchan a los testigos para dar veredicto en un caso, así, aquellos que han realizado la yihad han dado testimonio de la Existencia y la Unidad de Allah mientras luchaban en Su camino.

El Corán dice: «Allah atestigua que no hay más dios que Él y junto a Él también lo hacen los ángeles y los hombres dotados de conocimiento, rigiendo-Su creación- con equidad. No hay más dios que Él, el Todopoderoso, el Sabio». (3:18). Aquellos que han realizado la yihad atestiguarán también la misma verdad en la corte celestial donde el juicio de los incrédulos tendrá su veredicto.

Aquellos que atestiguan la Existencia y la Unidad de Allah predican esta verdad en los más remotos lugares del mundo. Este fue el deber de los Profetas señalado en el Corán y que de igual manera debería ser nuestra obligación:

«Mensajeros portadores de buenas noticias y de advertencias, para que así los hombres, después de su venida, no tuvieran ningún argumento frente Allah. Allah es Poderoso y Sabio. Sin embargo, Allah atestigua que lo que te ha revelado, ha sido revelado con Su conocimiento y los ángeles dan testimonio de ello. Y no hay un testigo mejor que Allah». (4:165-66).

Allah ha enviado un Profeta a cada persona, de modo que cada uno pueda tener una idea de la Profecía. Como el término solía describir la actividad de la Profecía, la yihad está profundamente grabada en el corazón de cada creyente de modo que él o ella sienta una responsabilidad profunda de predicar la verdad a fin de guiar a otros al Camino Verdadero.

La yihad menor, normalmente entendida como lucha por la causa de Allah, no se refiere sólo a la lucha militar. El término es amplio, ya que incluye cada acción realizada para ganar el consentimiento de Allah. Hablar o permanecer callado, sonreír o mostrar enfado, unirse a una reunión o dejarla, cada acción realizada para mejorar la humanidad, ya sea por los individuos o las comunidades, está incluida en este sentido.

Mientras la yihad menor depende de la movilización de todos los medios materiales y está realizada en el mundo externo, la yihad mayor encarna la lucha de una persona frente a su alma carnal. Estas dos formas de la yihad no se pueden separar una de la otra.

El Mensajero de Allah nos ha enseñado cómo realizar ambas formas de la yihad. Ha establecido los principios para predicar la verdad que tendrán aplicación hasta el Día del Juicio Final. Cuando examinamos el modo en que él actuó, vemos que él fue muy sistemático. Y esto es realmente otra prueba de su Profecía y un ejemplo maravilloso para seguir el camino de Allah a través del comportamiento.

Los creyentes guardaron su creencia vigorosa y activa por medio de la yihad. Tal como un árbol mantiene sus hojas mientras maduran sus frutas, así los creyentes pueden conservar su vigor cuando realizan la yihad. Siempre que te encuentres con un pesimista desesperado, pronto te darás cuenta de que él o ella es el que ha abandonado la yihad. Esa gente ha sido privada del espíritu, y están hundidas en el pesimismo porque han dejado de predicar la verdad. Cualquiera que realice la yihad incesantemente no pierde su entusiasmo y siempre trata de ampliar sus horizontes. Cada buena acción resulta en una nueva, de modo que los creyentes nunca se hagan pobres de bondad: «A los que luchan por Nosotros les guiaremos a Nuestro camino, es cierto que Allah está con los que hacen el bien » (29:69).

Hay tantos caminos que conducen al Camino Recto como el número de alientos respirados en la creación. Cualquiera que luche por Su causa es guiado por Allah a uno de estos caminos y está a salvo de la perdición. El que es dirigido a Su Camino Recto por Allah vive una vida equilibrada. Ellos no sobrepasan los límites en sus necesidades humanas y actividades, como tampoco en su adoración y otras observancias religiosas. Tal equilibrio es el signo de la orientación verdadera.

Todos los sacrificios hechos en los enfrentamientos contra los incrédulos opresivos, sin importar cuán grande sean estos sacrificios, sólo constituyen la yihad menor de los esfuerzos para cumplir las obligaciones religiosas tan perfectamente como nos sea posible. La yihad mayor es mucho más difícil de llevar a cabo, ya que requiere que luchemos contra nuestros propios instintos destructivos e impulsos, como la arrogancia, el carácter vengativo, la envidia, el egoísmo, la vanidad y los deseos carnales.

Aunque la persona que abandona la yihad menor es propensa a un empeoramiento espiritual, se puede recuperar. Todo en el universo elogia y glorifica a Allah con cada aliento y es en consecuencia, un signo de la Existencia y la Unidad de Allah. Una persona puede ser orientada al Camino Recto por uno de estos signos. Por esta razón, se dice que hay tantos caminos que conducen al Camino Recto de Allah como los alientos de todas Sus criaturas. Una persona que se aleja de la yihad menor es vulnerable a las debilidades mundanas. El orgullo, el amor por la comodidad y las facilidades puede atrapar a aquella persona. Así el Profeta, regresando a Medina después de una victoria, nos advirtió a través de sus Compañeros diciendo: «Volvemos de la yihad menor a la mayor». Los Compañeros fueron muy valientes en los campos de batalla y tan sinceros y humildes como los derviches que rezan ante Allah. Aquellos guerreros victoriosos solían pasar la mayor parte de sus noches orando a Allah. Una vez, cuando la noche caía durante la batalla, dos de ellos se turnaron la guardia. Uno de ellos descansaba mientras el otro rezaba. Siendo conscientes de la situación, los enemigos le lanzaron flechas y el que rezaba fue alcanzado y sangró profusamente, pero no abandonó el salat. Cuando terminó su rezo, despertó a su amigo y éste le preguntó con asombro por qué no lo había despertado antes. Entonces él contestó: «Recitaba el Surat al-Kahf, y no deseé que se interrumpiera el estado de placer profundo en el que me encontraba».[3]

Los Compañeros entraban en trance –como un estado de éxtasis– cuando rezaban y podían recitar el Corán como si se estuviera revelando directamente a ellos. Por eso, no sentían el dolor de las flechas que penetraban en sus cuerpos. La yihad, en todos sus aspectos encuentra una expresión completa en ellos.

El Profeta combinó estos dos aspectos de yihad –la menor y la mayor-del modo más perfecto en su propia persona. Él mostró un enorme coraje en los campos de batalla. Ali, uno de las figuras más valientes del Islam, confiesa que los Compañeros se refugiaron detrás del Profeta en los momentos más críticos de los enfrentamientos. Para dar un ejemplo, cuando el ejército Musulmán sufrió un revés y comenzó a dispersarse en la primera fase de la Batalla de Hunayn, el Profeta impulsó a su caballo hacia las líneas enemigas y gritó a sus soldados que se retiraban: « ¡Soy un Profeta y no miento! ¡Soy el nieto de Abd al-Muttalib, y no falto a la verdad!»[4]



[1] Ayluni, Kashf al-Jafa, 1:424.
[2] Imán Rabbani, Ahmad Faruq al-Sarhandi, Maktubat, 1:57.
[3] Ibn Hanbal, Musnad, 3:344; 359.
[4] Bujari, "Yihad" 52, 61, 67.
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