¿Emplea Hizmet su fuerza para dominar la vida política turca o ejercer una influencia excesiva en todo un ámbito social?
No, justo lo contrario. El Movimiento intenta asumir una función modernizadora en el seno de instituciones y sociedades. Ha contribuido a la creación de espacios públicos comunes en los cuales puede alcanzarse un acuerdo para compartir la responsabilidad de todo un campo social más allá de los intereses o actitudes de un partido. El comentario del Patriarca griego Bartolomé confirma esto: «En Turquía, cristianos, musulmanes y judíos viven juntos en una atmósfera de tolerancia y diálogo. Queremos mencionar la labor de Fethullah Gülen, quien hace más de diez años empezó a educar a sus seguidores en la necesidad de establecer un diálogo entre el Islam y las demás religiones».[1]
La dimensión moral de estas cuestiones y la exitosa prestación de servicios que trascienden los intereses o posturas de cualquier partido, despiertan la conciencia pública y, en consecuencia, avivan la reflexión y la discusión. Esto indica que ya se está produciendo un cambio cultural en Turquía. Algunos laicistas militantes, en el ejército y en las filas de la vieja elite, ven este cambio como un ataque a sus intereses, o como un intento de alterar las relaciones de poder dentro del sistema político e influir así en las decisiones.
Sin embargo, en contraste con la actividad típica de una elite, Hizmet promueve una regeneración apolítica, sumamente tolerante y abierta, de los valores inspirados en la fe, centrada en la educación, la democracia, la tolerancia y en la formación de la sociedad civil. Los participantes y seguidores de Hizmet se sienten a gusto con su herencia islámica al tiempo que participan en una sociedad moderna y orientada a la tecnología como parte del sistema global.
[1] «Islam, Laicismo y Democracia: La Experiencia Turca», Extracto del Mensaje de Su Toda Santidad Patriarca Ecuménico Bartolomé I a la Plataforma Abant. Washington DC, 19-20 de abril de 2004, 4.
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