Introducción
En diciembre de 2004, viajé por Turquía durante diez días como invitada del Instituto para el Diálogo Interconfesional (IID) con sede en Houston, Tejas. Conmigo se hallaban otros veinte profesores, religiosos y líderes comunitarios de Tejas, Oklahoma y Kansas. Ninguno de nosotros había ido antes a Turquía ni sabía lo que iba a encontrarse. Cada uno de nosotros, de un modo u otro, había sido abordado por uno o más jóvenes turcos en la escuela, la iglesia o en cualquier otra institución de la comunidad y se nos había invitado a un viaje a Turquía con motivo del diálogo interconfesional. Alguno de nosotros llegamos a conocer a esos jóvenes y a sus esposas un poco mejor y cenamos en sus casas o en las cenas de ruptura del ayuno patrocinadas por el IID durante el mes de Ramadán. Todos nosotros aceptamos la invitación en base a nuestros sentimientos de que dichos jóvenes, sus esposas y la organización eran dignas de confianza.
Lo que no sabía al principio del viaje, pero que luego supe, es que los fundadores y voluntarios del IID y los organizadores de nuestro viaje, tanto en los Estados Unidos como en Turquía, eran miembros de una comunidad transnacional de gente inspirada por las ideas del intelectual musulmán turco Fethullah Gülen. Los sermones y discursos de Gülen habían circulado por toda Turquía y fuera de Turquía a lo largo de varias décadas desde que se convirtió en un predicador autorizado por el gobierno en 1958 y fue designado para un puesto en Izmir, al suroeste de Turquía. Visitamos muchas de las escuelas, un hospital y una organización interconfesional fundadas por los miembros del movimiento Gülen. Compartimos comidas con familias turcas en sus hogares, y, en cada ocasión, pregunté a nuestros huéspedes cómo llegaron a conocer las ideas de Gülen y qué les había inspirado en particular para afiliarse a su movimiento. Todos proporcionaban esencialmente la misma respuesta. La gente mayor había vivido en Izmir cuando Gülen comenzó su predicación y fueron impresionados y convencidos por sus mensajes de educación y altruismo.La gente joven con hijos en edad escolar empezó a conocer el movimiento en sus escuelas cercanas, las cuales poseían una reputación excelente y se comprometieron con la misión de paz global y progreso a través de la educación y del diálogo interconfesional. Otros habían sido ellos mismos estudiantes en las escuelas fundadas por el propio movimiento Gülen y apoyaban dichas escuelas y otras obras del diálogo interconfesional como patrocinadores. En cada paso, la persona había sido influida profundamente por el mensaje de Gülen y su visión y se había comprometido a difundirlo por el mundo. Regresé a Houston, a la sede del IID, y estreché mi relación con dicha organización. El Centro Boniuk para el Estudio y el Fomento
de la Tolerancia Religiosa de la Universidad Rice, donde trabajo, fue el anfitrión de una conferencia que tuvo lugar en noviembre de 2005 sobre las ideas de Gülen. A dicha conferencia asistieron intelectuales de los Estados Unidos, Europa y Asia Central. Hemos colaborado con el IID en gran número de proyectos, conferencias y otros debates. Regresé a Turquía otra vez en mayo de 2005 y en julio de 2006, y me reuní con más gente del movimiento Gülen. Esto aumentó mi comprensión de las ideas de Gülen y del impacto que tenían en los turcos como individuos y como país. Desde mi primer viaje a Turquía, he leído mucho la obra traducida de Gülen y he tenido numerosas conversaciones importantes con mis amigos turcos sobre su obra. No soy una experta en las ideas de Gülen, en la historia moderna de Turquía o en el sufismo. Sin embargo, soy una especialista en estudios religiosos (filosofía continental de la religión), y una estudiosa de
las religiones comparadas mundiales a la vez que poseo conocimientos generales en humanidades. He impartido cursos generales o «de investigación» en humanidades tanto a nivel de licenciatura como de post-licenciatura a lo largo de casi quince años. Estos cursos incluyen literatura mundial comparada, ética, filosofía antigua y clásica, filosofía política moderna, y también cursos sobre las «grandes obras literarias» tanto de oriente como de occidente. Mi competencia generalista se extiende desde el pensamiento «oriental» hasta el «occidental», en gran medida debido a mi especialidad en filosofía de la religión. Por consiguiente, cuando comencé a leer las traducciones de los sermones y artículos de Gülen, éstas me resultaron familiares, debido a la profunda conexión que pude apreciar entre su obra y la de los grandes pensadores y filósofos de la historia mundial intelectual.
Mi propósito en este libro es ubicar los ideales de Fethullah Gülen en el contexto de las humanidades. Específicamente, procuro crear un diálogo textual entre las versiones impresas de determinados artículos, sermones y discursos de Gülen, por un lado, y textos de determinados pensadores, escritores, filósofos o teóricos del discurso general de las humanidades por otro. Estos humanistas son Confucio, Platón, Immanuel Kant, John Stuart Mill y Jean Paul Sartre. La ubicación de sus respectivas ideas dentro de la disciplina de las humanidades, en oposición a las ciencias, me insta a identificar dichas figuras, incluido Gülen, como humanistas[1], a pesar de que dicha calificación puede ser considerada como problemática según como se ha definido «humanismo». En esta obra, he elegido una definición lo más amplia posible del humanismo, que no contempla dicha disciplina necesariamente como la antítesis de una cosmovisión religiosa o teísta. Los filósofos expertos y los historiadores del pensamiento han identificado como «humanismo» o «humanísticos» las ideas y los sistemas de pensamiento que se remontan hasta la antigüedad, hasta autores como Protágoras. Éste dijo en una frase famosa: «El hombre es la medida de todas las cosas». Protágoras no era ateo, ni tampoco lo eran ninguno de los filósofos griegos clásicos, que durante el siglo V a. de C., trasladaron el centro de sus investigaciones más allá de las preguntas sobre la naturaleza y la composición del Cosmos (aire, agua, materia, etc.), hacia cuestiones sobre el significado de la vida, los valores humanos, la naturaleza de la vida virtuosa y los componentes de una sociedad justa. Estas preocupaciones son las que amplia y comúnmente se identifican con el humanismo o pensamientos humanísticos, y muchas filosofías y cosmovisiones, tanto religiosas como no religiosas, son consideradas como humanistas en este aspecto.
El humanismo del Renacimiento, recuperando las ideas del mundo clásico, trasladó su centro de pensamiento desde Dios hasta la humanidad. En general, los humanistas de este período no eran ateos, ni promovían el ateísmo como principio de su perspectiva «humanística». El enfoque en la habilidad y el éxito humanos junto a una visión de Dios menos intervencionista simplemente dio vía libre al punto de vista científico que surgió en occidente, lo cual les confirió a los seres humanos, también creados por Dios, poderes para descubrir las leyes del Universo. Los pensadores europeos de esta época llegaron a este punto de vista dentro de los parámetros de los amplios principios de la Cristiandad. Estaban en deuda con los pensadores musulmanes de generaciones anteriores que ya habían establecido los parámetros de la medicina, la astronomía, las matemáticas, la botánica y otras disciplinas científicas dentro de sus propios principios teológicos islámicos. En ambos casos, el humanismo no surge pregonando el poder humano sobre Dios o contra el poder de Dios. Al contrario, los seres humanos son testigos y alaban el poder de Dios al usar sus capacidades concedidas por Dios para descubrir los misterios del Universo que Dios ha creado y al usar ese conocimiento para el progreso y la mejora de la sociedad. Por lo tanto, esa forma de humanismo no socava la creencia en Dios ni la religión. De hecho, los eruditos musulmanes y, posteriormente, los cristianos, son ejemplos esenciales de esta amplia forma de humanismo pietista.
Por supuesto, hay otras formas de humanismo que son completamente seculares o ateas. En el período post-renacentista, surgieron subdivisiones dentro del amplio campo del humanismo en las que se rechazaba la visión religiosa o sobrenatural del mundo, hasta el punto de ser hostiles a la religión. El humanismo secular es una subdivisión ateísta del humanismo que es incompatible en gran medida con los puntos de vista religiosos. Ni Gülen ni otros pensadores religiosos pueden ser llamados humanistas según esta estrecha definición de humanismo. Tampoco Kant, Mill o Confucio; todos estos pensadores rutinariamente son denominados humanistas y sus ideas constituyen un modo de humanismo; sin embargo, ninguno de ellos es ateo. De manera clara, entonces, la definición estrecha, secular y atea del humanismo no constituye la definición vigente de este libro[2].
Por lo tanto, uso una definición más amplia de humanismo en este libro, una definición que explica con mayor precisión que las repeticiones modernas su larga historia y los extraordinarios logros en materia de religión, filosofía, literatura, ética, arte, arquitectura, ciencia y matemáticas. Logros llevados a cabo por los seres humanos dentro de los parámetros principales del humanismo, su hincapié o creencia en la importancia del ser humano, su poder, su estatus y su autoridad, una creencia que en modo alguno contradice los principios esenciales ni la historia de las tres grandes religiones monoteístas. Considerado esto, agrupo a Gülen con esos otros pensadores humanistas porque su obra, como la de aquellos, hace hincapié en los asuntos principales de la existencia humana que durante largo tiempo han constituido parte del discurso humanista tanto en su versión religiosa como no religiosa. En otras palabras, estos pensadores están interesados en las cuestiones básicas relativas a la naturaleza de la realidad humana, la vida virtuosa, el estado y la moralidad. Es más, alcanzan similares conclusiones respecto a muchos de esos asuntos y cuestiones, tras deliberar sobre los mismos a partir de sus propias tradiciones y contextos culturales. Si bien afirmo cierta similitud aquí, no estoy afirmando «igualdad». Estos pensadores provienen de una gran diversidad de orígenes, épocas, contextos culturales y nacionales, tradiciones religiosas y espirituales. Difieren los unos de los otros tanto que, en ciertos pasajes de sus respectivas obras, se recriminan mutuamente (en el caso de escritores más recientes) o uno puede imaginarse que se recriminarían en muchos puntos si mantuviesen un diálogo real (no uno meramente «virtual»). Gülen critica categóricamente a Sartre, los existencialistas y a otros ateos muchas veces en sus obras. Mientras me limito en este libro a situar a cada uno de nuestros pensadores en sus conversaciones textuales únicamente con Gülen, no entre ellos, uno puede imaginar las conversaciones que sus grandes diferencias podrían generar. Mill sostiene un tipo de libertad que Platón encontraría abominable en su república ideal. Por el contrario, Mill tal vez encontrase el ideal de la república platónica una tiranía opresiva en muchos de sus aspectos.
La obra de Sartre rechaza toda noción relacionada con un «cielo de las ideas» absolutamente universales y trascendentes, ya sea articulado por Platón, Kant o Gülen. Confucio, desde una perspectiva china del siglo VI a. de C., tiene muy poco en común con las ideas de la Ilustración occidental o las de los pensadores posteriores a la Ilustración como Kant o Mill.
El diálogo entre la gente que posee cosmovisiones muy diferentes, sin embargo, es lo que me interesa. Es más, creo que dicho diálogo es vital para el mundo actual, donde la globalización, los medios de comunicación de masas y la tecnología han reunido a los individuos y a los grupos de una manera nunca antes vista en la historia de la humanidad.
La gente que vive en el siglo XXI interactúa entre sí y son influenciados con más fuerza que nunca por otra gente y grupos muy diferentes a ellos. Estamos constantemente ante gente y grupos cuyas cosmovisiones son totalmente diferentes a la nuestra, y esta gente son nuestros vecinos, compañeros de trabajo, compañeros de estudio de nuestros hijos, nuestros parientes políticos, nuestros clientes, empleados, etc. A menudo, intentamos minimizar nuestro contacto con aquellos que son diferentes a nosotros para no tener que extendernos más allá de nuestros confortables límites. Podemos aislarnos a nosotros mismos y trazar el arco de nuestras vidas con órbitas familiares compuestas por gente que se parece, piensa, habla, cree y reza como nosotros; pero dicho aislamiento o disminución de las diferencias no es factible en todo momento. En este mundo actual de relación global, tenemos que desarrollar la capacidad de dialogar y crear relaciones con gente muy diferente a nosotros. Parte de ese proyecto implica encontrar ideas, creencias, propósitos, proyectos, etc., con los que podamos alcanzar cercanía con los demás. Es decir, no necesitamos ser iguales, pero necesitamos encontrar semejanzas suficientes entre nosotros para que, durante cierta distancia a lo largo del camino, podamos tomarnos de la mano como compañeros de viaje en esta vida, siendo conscientes todo el tiempo de nuestras diferencias en una miríada de maneras.
Gülen, en su carrera como predicador oficialmente autorizado en Turquía y como erudito inspirador y maestro para la gente de Turquía y fuera de Turquía, ha defendido el diálogo como compromiso y actividad necesaria en el mundo contemporáneo. Por lo tanto, es apropiado situar a Gülen, a través de sus textos, «dialogando» con otros pensadores y escritores procedentes de visiones diferentes a la suya. Un proyecto así conforma para nosotros como lectores un modo de sentirnos cómodos con la diferencia. Y más importante aún es que dicho diálogo entre individuos célebres por su conocimiento y dotes puede ayudarnos a todos los que nos interesamos por dichos asuntos a que nos centremos con más profundidad en los grandes asuntos de la vida humana. Mientras las vidas humanas con sus peculiaridades, cambian de época en época, la naturaleza profunda de la misma, los interrogantes y la ansiedad que éstos desencadenan no han cambiado. Hoy por hoy, nos preguntamos las mismas clases de preguntas que nuestros antepasados sobre el significado de la existencia, el valor de la vida humana, cómo debemos de organizar la sociedad y cuáles son los límites de la libertad. Mi esperanza es que esta práctica de interacción mencionada anteriormente entre Gülen y los demás pensadores antes citados nos proporcione una oportunidad sobre cuyos hombros descansa el futuro, a fin de tomarnos en serio nuestro cargo de crearnos a nosotros, a nuestra sociedad y al mundo de acuerdo con los mejores y más elevados ideales posibles.
He estructurado el diálogo entre Gülen y los otros pensadores en cinco temas fundamentales que abarcan los asuntos principales y los problemas relativos a la vida humana en este mundo. Los temas son los siguientes: (1) el valor humano inherente y la dignidad moral; (2) la libertad; (3) la humanidad ideal; (4) la educación; y (5) la responsabilidad. Estos temas son bien conocidos por cualquier estudiante del discurso humanista general, ya sea de tiempos antiguos o modernos, europeo, asiático o africano, ya sea desde un punto de vista religioso o secular. En cada tema, he elegido un pensador principal para emparejarlo con Gülen en una interacción textual. He escogido a los pensadores en base a la semejanza que tienen sus particulares expresiones en el tema específico con las expresiones de Gülen en el mismo tema desde su punto de vista islámico. Podría haber elegido a otros pensadores y podría haberlos considerado, probablemente, por lo que se refiere a encontrar expresiones poderosas de ideas clásicas y permanentes, y la semejanza con Gülen de estas ideas. No obstante, he elegido a los que más adelante mencionaré por ser especialmente expertos en sus expresiones y, francamente, por mi profunda admiración y respeto por su obra, tras haber enseñado sus ideas en aulas universitarias a lo largo de quince años. Además, estas conversaciones tratan de temas que en mi opinión son de suma importancia para nuestra consideración intelectual y cívica.
Los capítulos están relacionados unos con otros temáticamente y se refieren los unos a los otros en determinados puntos. Dichas referencias, sin embargo, son mínimas y los capítulos son, en su mayor parte, independientes. Los lectores pueden leer los capítulos en el orden que deseen, o sólo leer los capítulos en los que estén interesados, sin que el libro pierda coherencia alguna. Los lectores que hagan eso no «se perderán» en el texto. Es más, he escrito este libro para un público más amplio que aquel al que los libros académicos son destinados.
No considero que los lectores hayan leído a Kant, Sartre, Confucio, Platón, Mill o ni siquiera a Gülen. No pierdo el tiempo proporcionando información bibliográfica sobre dichos autores. Dicha información puede ser adquirida fácilmente por los lectores a través de una gran variedad de fuentes. Mi objetivo en el libro es explicar las ideas de estos pensadores, tal y como yo las interpreto, y lo más claramente posible para los lectores cultos en general que pueden tener o no una formación en el campo de las humanidades tal y como se estudia en el Occidente. Por dicha razón, he elegido pasar por alto muchos detalles y sutilezas que, en caso de haber sido un libro tradicionalmente académico, hubiese llenado muchas más páginas y hubiese tenido muchas más notas textuales. Por lo tanto, creo haber escrito un libro informativo, sustancioso e interesante que la gente interesada en la historia del pensamiento, la historia intelectual mundial y el diálogo intercultural encontrará útil e inspirador.
[1] Para más información sobre el humanismo, sus diferentes subdivisiones, relación con la religión y el Islam, véase Guthrie 1969; Rabil, Davidson 1992; Fakhry 1983; Goodman 2003; Kraye 1996.
[2] A lo largo de toda la obra se enfatizará la similitud entre dichos filósofos y Gülen con respecto al humanismo. Sin embargo, se ha de mencionar aquí una diferencia fundamental. Mientras que en el pensamiento humanístico de otros pensadores aparece el amor hacia el ser humano simplemente por ser un ser humano, en el pensamiento humanístico de Gülen apreciamos el amor hacia el ser humano tan solo por Dios. (Nota de los editores.)
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