Vida Real y Humanidad Real

Como la vida «real» solo es posible gracias al conocimiento, a los que han descuidado el aprendizaje y la enseñanza se les considera «muertos», por mucho que estén biológicamente vivos. Hemos sido creados para aprender y transmitir lo que hemos aprendido a otros.

La vida real transcurre en el nivel espiritual. Los que tienen el corazón vivo, aquellos que conquistan el pasado y el futuro, transcienden las limitaciones del tiempo. Estas personas nunca se sienten demasiado afligidas por los pesares del pasado ni sienten demasiada ansiedad ante el futuro. Los que no son capaces de experimentar en sus corazones la existencia en su forma más plena, aquellos que tienen vidas banales y superficiales, están siempre melancólicos y tienden a la desesperanza. Para ellos el pasado es una tumba horripilante y el futuro un pozo sin fondo. Viven de forma agónica, preguntándose si van a vivir o a morir.

Todos nosotros somos viajeros y el mundo es una exhibición multicolor, un libro enriquecedor y variopinto. Hemos sido enviados para estudiar este libro, para incrementar nuestro conocimiento espiritual y para elevar a los demás. Este viaje placentero y pintoresco sólo ocurre una vez. Para aquellos que tienen sentimientos vigilantes y corazones despiertos, este viaje es más que suficiente para establecer un jardín similar al Paraíso. Pero para quienes tienen velados los ojos, es como si todo desapareciese en una exhalación.

Los humildes y los modestos gozan de la más elevada consideración por parte del Creador y de los seres creados. Los arrogantes y los engreídos, aquellos que desprecian a los demás y se envanecen, jamás gozan del aprecio de lo creado y son castigados por el Creador.

La humildad es un signo de virtud y madurez, mientras que la arrogancia y el engreimiento indican un espíritu bajo, imperfecto. Los seres humanos más perfectos son los que están a gusto e intiman con los demás. Por el contrario, aquellos que son demasiado orgullosos para reunirse con los demás y establecer amistades entrañables no son más que meros representantes de la imperfección. La humildad convierte a las personas en seres humanos de verdad. Una demostración de humildad es que la gente no cambie tras haber obtenido rango o riquezas, fama o conocimiento, o todo aquello que se admira públicamente. Si alguna de estas circunstancias hace que el individuo altere sus ideas, sus actitudes y su conducta, no podrá considerarse que haya logrado la verdadera humanidad o la verdadera humildad.

Cuando te relaciones con los demás, ten siempre como medida lo que te gusta y lo que no. Desea para los demás lo que quieres para ti mismo y no olvides que la conducta que te desagrada causará el mismo efecto en los demás. Si haces esto, estarás a salvo de la mala conducta y de las malas maneras y no causarás daño a nadie.

La madurez y la perfección de espíritu significan que debes ser justo en tu trato con los demás, especialmente con los que te han hecho una injusticia. Devuelve con bondad su mala acción. No dejes de hacer el bien, incluso a los que te han hecho daño. Trátalos con nobleza y gentileza porque dañar a otra persona es una crueldad. Devolver el mal con mal indica una deficiencia en el carácter; lo contrario es nobleza.

El bien que se puede hacer a los demás no tiene límites. Los que se dedican a hacer el bien a la humanidad son tan altruistas que llegan a sacrificar sus vidas por otros. No obstante, este tipo de altruismo solo será una gran virtud si surge de la sinceridad y de la pureza de intención; tiene que estar muy lejos de las supersticiones raciales o tribales.

Los que consideran insignificante el mayor de los favores que han hecho y agradecen en enorme medida el favor más pequeño que se les hace, son los perfectos que encarnan las pautas de conducta divinas y que han encontrado la paz en sus conciencias. Estos individuos jamás recuerdan los favores que han hecho ni tampoco se quejan cuando otras personas parecen tratarlos con indiferencia.

* Esta colección de aforismos fue escrita en 1984 y ha aparecido recientemente en un volumen Ölçü veya Yoldaki Işıklar, Kaynak, Izmir, 2000; edición inglesa de «Perlas de la Sabiduría», The Fountain, Nueva Jersey, 2000, págs. 13, 23, 41, 42, 49, 50.
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