Rezar y venerar a Dios delante de nuestros hijos
Debemos disponer de un lugar y un período de tiempo para la realización de las oraciones en nuestra casa. Debemos realizar nuestras oraciones en congregación en casa, si es posible, o llevar a nuestros hijos a la mezquita, tomándoles de la mano durante el camino. Esta última opción es más práctica, especialmente si la madre no puede realizar las oraciones en ciertos días*, ya que los niños podrían pensar: «Me parece que las oraciones son opcionales». Y es por dicha razón por la que resultaría ser una buena idea llevar a nuestros hijos a la mezquita en esos días especiales. Sin embargo, existe otra forma de reparar dicho malentendido. En los días en que la mujer no realiza las oraciones, ella puede realizar la ablución de manera normal, sentarse en su alfombra para la oración, alzar las manos ante el Altísimo y rezarle. Si hace esto, obtendrá el mérito de haber realizado la oración así como evitar que el niño cometa un posible error de comprensión. En muchos libros islámicos de consulta, se recomienda este tipo de comportamiento, ya que es de una importancia esencial en lo que se refiere a la educación del niño. Cuando actuamos de esta forma, lo que los niños verán en torno a sí serán cabezas que se prosternan, ojos con lágrimas y manos abiertas en señal de veneración. Tu hijo será entonces siempre consciente de lo que significa una sumisión plenamente reconocida.
Llegará un momento en el que incluso aunque no escuches el adzan (la llamada a la oración), tu hijo te advertirá como si se tratara de la alarma de un reloj, diciendo: «Papá, mamá. ¡Es la hora de rezar!» Es entonces cuando recogerás los frutos de tu esfuerzo.
Además, debes disponer de tu tiempo cada día para rezar al Señor. En este momento, un período de tiempo previamente determinado, debes ofrecer tus oraciones al Altísimo, invocándole, y demostrando, de este modo, que puedes siempre buscar refugio en el Exaltado Creador. Es mejor rezar en voz alta, abiertamente. Los compañeros del Mensajero de Dios —la paz y las bendiciones sean con él— aprendieron las súplicas que él recitaba mientras rezaba. La mayoría de ellas fueron transmitidas por su esposa Aisha, aunque ha habido narraciones similares de Ali, Hasan y Husain.
Esto indica de manera clara que para enseñar a tus hijos a rezar, debes realizar tus oraciones en voz alta, con el fin de que ellos las puedan escuchar. Si deseas que tus hijos sean personas sensibles, que se conmuevan cuando el nombre de Dios sea pronunciado, debes, por encima de todo, mostrarles un ejemplo práctico.
En mi vida, he sido testigo de tales escenas, de las que no puedo sino estremecerme cuando las recuerdo. La visión de la devoción de mi abuela hacia el Señor tuvo una gran influencia en mí. Cuando ella falleció, yo era tan sólo un niño pequeño, pero todavía recuerdo como solía estremecerse cuando mi padre recitaba versículos del Corán o comenzaba a hablar del Islam. Tenía tan presente estos asuntos que si tú decías con entusiasmo «Dios» —Que Su gloria sea ensalzada— cerca de ella, inmediatamente palidecía y continuaba así todo el día. Su comportamiento tuvo una gran influencia en mí. A pesar de ser analfabeta y no tener estudios, sus sinceras oraciones y lágrimas genuinas influyeron mucho en mí. He escuchado a gente instruida predicar con entusiasmo, pero ninguno de ellos me impresionó tanto como lo hizo mi abuela. Me parece que mi condición de musulmán se debe en gran medida a la sinceridad de mis padres y de mi abuela.
De este modo, los padres deben tener extremo cuidado en lo que se refiere a los actos que realizan en sus hogares. Como he señalado antes, incluso la más ligera expresión de tus inquietudes al Altísimo, o la súplica ante Su puerta o la oración en completa sumisión al Creador Exaltado afectarán a tu hijo mucho más profundamente que cualquier otra cosa. El recuerdo de los esfuerzos que realizaste para asegurarte el Más Allá, lo cual debe ser tu mayor preocupación, quedará impreso en la mente de tu hijo y siempre te recordará rezando en un estado de sobrecogimiento reverencial. De hecho, debes rezar como si vieras al Altísimo, como si fueras siempre consciente de estar en Su presencia. La forma en que te hallas de pie, te inclinas, te postras y te sientas durante la oración deben recordarle a Él. Tu condición ante Él puede ser descrita así: «Imagina que fueras al encuentro de Dios y Él te dijera: “¡Siervo mío! Levántate y da cuenta de tus actos en el mundo” y, de este modo, permaneceremos de pie en una actitud sumisa y respetuosa, en espera de Su Misericordia. Este estado de oración, en el que sentimos Su carácter sublime y reconocemos plenamente nuestra nimiedad, es un sincero y genuino estímulo para todas las personas dentro de la casa, incluyéndonos a nosotros mismos». En un hadiz (Tradiciones y dichos del Profeta) —aunque no estamos seguros de su autenticidad por completo— el Mensajero de Dios declaró: «He experimentado tal momento de estrecha relación con Dios, que en ese mismo instante, ni los ángeles del más alto rango ni ninguna otra criatura podían acercarse a mí» (Al-Ajluni, Kashf al-Khafa, 2:173). De este modo, debemos lograr vivir un momento similar, un momento de tal iluminación, y nuestros hijos se inspirarán en ese momento para realizar sus propias oraciones, cuando llegue su momento. En el futuro, siempre que nuestros hijos hagan frente a un peligro que pueda corromper su fe o su devoción a Dios, el recuerdo de verte rezar vendrá en su rescate, como una guía que les muestre el camino.
Este hecho no debería ser socavado, ya que en la Sura Yusuf, el Corán alude a este efecto psicológico. Sabemos que el Profeta José (Yusuf) no era una persona que cayera fácilmente en la trampa tendida por una mujer. Sin embargo, el Corán declara: «... si no hubiera sido por un signo de su Señor». (12:24)
Aunque es un hecho controvertido, según algunos grandes sabios que han explicado el Corán, la señal que José vio fue la imagen de su padre, el Profeta Jacob (Yaqub), que puso la mano sobre su boca y gritó: «¡José!» asombrado. Este hecho hizo que José recuperara su consciencia, —él, que era un paradigma de la castidad— y gritara «¡Dios lo prohíbe!». Tus ojos bañados en lágrimas y tu sincero refugio en el Señor jugarán un papel fundamental en la vida futura de tu hijo, ayudándole a evitar la ruina o la perdición. Estos recuerdos se convertirán en imágenes tan vivas en el subconsciente del niño que tu rostro se le aparecerá diciendo «Querido hijo, ¿qué estás haciendo?» cuando se encuentre con algún tipo de tentación, sirviéndole así de guía que le permita alejarse de diversos peligros.
* Durante el periodo menstrual, etc.
- Creado el