Muraqaba (Autoobservación)

Muraqaba (Autoobservación)

Muraqaba ha sido definida como vigilar, supervisar, controlar y como vivir siendo conscientes de que estamos constantemente bajo la Observación Divina. Los sufíes van más allá y la definen como fijar el corazón solamente en Dios, abandonar cualquier vínculo con todo lo que no sea Él, negar al «yo carnal» todo aquello que está prohibido, actuar con la certeza de que el Conocimiento Divino abarca todas las cosas y vivir según los mandatos Divinos.

También podemos interpretar muraqaba como el intento de cumplir con todo lo que Dios quiere y llevar una vida de sinceridad inquebrantable siendo consciente de Su supervisión constante. Esta actitud sólo es posible cuando el siervo sabe que el Todopoderoso está al tanto de todo lo que hace, dice y piensa, tal y como se expresa en el Corán: «Cualquiera que sea tu preocupación (Oh Mensajero) y cualquier discurso de Él que en éste (Corán) recitéis y cualquier acción que hagáis (Oh seres humanos), somos sin duda testigos sobre vosotros cuando os halláis involucrados en ello. Ni el peso de un átomo de lo que hay en la Tierra o en los Cielos pasa desapercibido a tu Señor, y nada hay aún más pequeño o mayor sin que (esté registrado) en un Libro Manifiesto»(10: 61).

Si muraqaba significa cerrar el corazón a todo lo que desagrada a Dios y nos separa de Él, y abrir el espíritu para recibir los resplandores, regalos y favores que proceden de Él, no hay duda de que debemos cerrar aquello que tiene que ser cerrado y abrir lo que se tiene que abrir. Los primeros pasos de muraqaba son aceptar como grandioso lo que Dios ha decretado que es grandioso, tomar como inútil lo que Él ha declarado inútil y preferir Su voluntad a la nuestra. Meditar sobre la profundidad inmensa de la Misericordia de Dios incrementa y fortalece el amor por Él y el deseo de adorarle y temerle, y estar sobrecogido ante Él hace que se pierda el apetito por los pecados y se viva una vida en estado de alerta absoluta. Muraqaba lleva al siervo a desechar todo lo que perjudica su adoración y a mantener la pureza de sus pensamientos, acciones e intenciones incluso cuando está a solas, siendo consciente de Su observación continua.

Muraqaba es uno de los caminos más importantes y directos para llegar a Dios sin un guía. Se parece a esa santidad que se alcanza mediante la sucesión de la Misión Profética —que consiste en transmitir el Mensaje Divino a la gente— sin seguir un método espiritual. Estos viajeros pueden volverse hacia Dios en cualquier momento o lugar siendo conscientes de su impotencia y privación y ser así admitidos a una «audiencia privada» con Él en función de sus necesidades. Cuando contemplan la naturaleza sienten la observación constante de Dios, como si ésta estuviese ahí para evitarles la atención a todo lo que no sea Él; permanecen sordos a las voces y sonidos que no están relacionados con Él; alaban Su Gracia y Su Belleza y consideran inútil mencionar todo aquello que no está relacionado con Él.

La verdad es que, si los ojos no nos hacen recordar Su Visión, ni los oídos a Su Audición ni la lengua a Su Habla, ¿de qué otra manera podrían utilizarse estos órganos sino como meros trozos de carne? Rumi dice:

Dios Todopoderoso se ha descrito a Sí Mismo como Aquel Quien Todo lo Ve para que estéis advertidos contra el mal; se ha descrito como Aquel Quien Todo lo Oye para alertaros de que no digáis nada malo; y Él se ha descrito como Aquel Quien Todo lo Sabe para informaros de que os conoce, y por ello os exhorta a que estéis alerta frente a los pensamientos y juicios corruptos.

Rumi considera que la autoobservación es una barrera protectora frente a las emociones, pensamientos, pasiones y actos perniciosos, y piensa que este es el camino más seguro para permanecer atento a los derechos Divinos.

El primer paso en la autoobservación es someterse de forma voluntaria a la Voluntad Divina con la convicción de que Él está presente en todas partes y está al tanto de nuestros pensamientos, intenciones y obras: «Dios siempre observa todas las cosas» (33: 52). El segundo paso es volverse hacia Dios con un corazón apaciguado que espera con paciencia el flujo y la llegada de los regalos Divinos y de las bendiciones.

Esto no exige ni que haya una vinculación física o espiritual, o cualquier otro tipo de relación, con un guía, ni la recitación continua de los Nombres de Dios. No obstante, si se quiere seguir a un guía y recitar los Nombres de Dios según las reglas de la Shari’a, no cabe duda de que esto será mucho mejor. En la medida en que el iniciado, ya sea que esté en el primero o en el segundo paso, podrá actuar según el significado del hadiz del Profeta: «La mayor de las excelencias es que adores a Dios como si Lo vieras, pues, aunque tú no puedas verlo, Él te ve»;[1] y, además de verse a sí mismo como incapaz, desvalido y necesitado ante Dios, cree que Él es el único en Quien confiar y la fuente de toda ayuda; si fuese este el caso, viajará con seguridad por el camino de la autoobservación y estará a salvo de la desviación. Con el paso del tiempo, los que sigan este camino obtendrán una paz en el corazón que permitirá a su conciencia estar abierta a los regalos Divinos y recibir los resplandores del Único.

Uno de los mecanismos más importantes de la autoobservación es la muhasaba, (autocrítica). Conforme este método de autocontrol va permitiendo al creyente ser consciente de sus errores y de las causas de los mismos, podrá aquél descubrir la verdad en su corazón y luego manifestarla en su comportamiento. Basado en este espíritu, se pone de manifiesto el misterio y el significado de «Glorificado es Quien me ve, conoce mi estación y oye lo que digo». Este tipo de personas saben que siempre están bajo el Conocimiento y la Voluntad Divinos y, sea cual fuere el lugar o la acción en que se hallen, lo único que buscan es la complacencia de Dios y actuar según Su Voluntad.

¡Dios nuestro! Muéstranos la verdad como algo verdadero y permite que la sigamos; y muéstranos la falsedad como algo falso y permite que nos apartemos de ella. Y concede paz y bendiciones al más noble de Tu creación, Muhammad, el señor de todos los seres creados, y a sus Compañeros respetados y estimados.

[1] Al-Bujari, «Iman», 37; Muslim, «Iman», 1.

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