Wara’ (Abstinencia)
Wara’ se define como refrenarse ante las cosas indecorosas e innecesarias de forma tan estricta como el apartarse de lo ilícito y prohibido; o como abstenerse de las cosas dudosas por miedo a cometer un acto prohibido. El principio islámico que dice: Abandona lo que dudas y prefiere lo que no dudas[1] y el dicho profético: «Lo permitido es indiscutible y lo prohibido también lo es»,[2] explican los fundamentos de wara’.
Algunos sufíes definen wara’ como el estar convencido de la verdad de los principios islámicos, ser honesto tanto en las creencias como en las acciones personales, ser constante a la hora de cumplir los deberes islámicos y ser prudente en las relaciones con Dios Todopoderoso. Otros la definen como no olvidarse de Dios ni tan siquiera durante un mero parpadeo, y otros como cerrarse de forma permanente a todo lo que no sea Él, como no humillarse ante nada excepto ante Él (para satisfacer las necesidades personales o por otras razones), y como avanzar en el camino hacia Dios sin verse frenado por el ‘yo’, por los deseos carnales o el mundo.
Contente a la hora de mendigar ante la gente,
Pídele solo a Tu Señor, el Munificente.
Renuncia a las pompas y lujos del mundo
Que sin duda se irán del mismo modo que han venido.
También se puede interpretar wara’ como el basar la vida en la entrega a lo que es necesario y útil y actuar siendo consciente de la verdadera naturaleza de las cosas inútiles, efímeras y pasajeras. Esto se pone de manifiesto en el hadiz: «Abandonar lo inútil es una de las virtudes de ser un buen musulmán».[3]
El autor del Pandname, Faridu’d-Din Attar[4] explica este principio de forma muy hermosa:
Wara’ hace que se tema a Dios;
El que no tiene wara’ será presa de la humillación.
El que sigue el camino de wara’ de forma virtuosa,
Lo hace todo en el nombre de Dios.
El que desea el amor y la amistad de Dios,
Si no tiene wara’, miente al declarar su amor.
La wara’ está relacionada con los aspectos internos y externos de la vida y conducta del creyente. El viajero que recorre el camino de la wara’ tiene que alcanzar las cimas de la taqwa; su vida tiene que mostrar un cumplimiento estricto de los mandatos y prohibiciones de la Shari’a; sus acciones deben hacerse en el nombre de Dios; su corazón debe estar depurado de todo lo que no sea Dios[5]; tiene que sentir siempre la compañía del «Tesoro Oculto».
Dicho con otras palabras: el viajero abandona los pensamientos e ideas que no le llevan hacia Él, se mantiene distante de las escenas que no le recuerdan a Él, no escucha las palabras en las que no se habla de Él, y no se ocupa de lo que no Le complace. Un grado tal de wara’ le llevará rápida y directamente hacia Dios Todopoderoso, Quien dijo al profeta Moisés: «Los que deseen acercarse a Mí, no podrán encontrar mejor camino que wara’ y zuhd (ascetismo)».[6]
La abstinencia conocida por la humanidad durante la Era de la Felicidad[7] fue perfectamente observada por las benditas generaciones que siguieron a los Compañeros y llegó a convertirse en el objetivo de casi todos los creyentes. Durante aquel período, la hermana de Bishr al-Jafi preguntó a Ahmad ibn Hanbal: «Oh Imam; suelo hilar (lana) por la noche en el techo de mi casa. A esas horas, hay guardias que pasan con antorchas en las manos y yo me beneficio, incluso contra mi voluntad, de la luz de las mismas. ¿Significa esto que en lo que gano hay algo que he obtenido de manera no legítima desde el punto de vista religioso?».
El gran Imam lloró con amargura con esta pregunta y luego contestó: «Algo que es dudoso hasta ese punto tan ínfimo, no debería entrar en la casa de Bishr al-Jafi». [8]
Durante ese período la gente lloraba durante el resto de su vida por haber echado una ojeada a algo prohibido; los había también que vomitaban un trozo de comida prohibida que habían ingerido sin saberlo y luego lloraban durante días y días.[9] ‘Abdullah ibn Mubarak, un gran asceta y muhaddiz (experto en hadices), narró la historia de un hombre que viajó desde Merv (Turkmenistán) a La Meca para devolver a su dueño un artículo que había guardado en su bolsillo por error.[10] Hubo muchos que entregaron sus vidas al servicio de aquellos a los que pensaban debían alguna cosa, como es el caso de Fudayl ibn ‘Iyad.[11] Existen biografías de santos, como Hilyatu’l-Awliya’ («El Collar de Santos») de Abu Nu‘aym al-Isfahani, y At-Tabaqatu’l-Kubra («El mayor de los Compendios») del Imam ash-Sharani, que están llenas de ejemplos de este tipo de paladines de la abstinencia.
¡Dios nuestro! Haz que amemos la creencia y sea atractiva para nuestros corazones; y haz que odiemos la incredulidad, la transgresión y la rebeldía; haz que seamos de conducta recta y pensamiento acertado. Y concede paz y bendiciones a nuestro maestro Muhammad, y a sus Compañeros, los rectamente guiados.
[1] At-Tirmizi, «Sifatu’l-Qiyama», 60; an-Nasa’i, «Ashriba», 50.
[2] Al-Bujari, «Iman», 39; Muslim, «Musaqat», 107.
[3] At-Tirmizi, «Zuhd», 11; Ibn Maya, «Fitan», 12.
[4] Faridu’d-Din Attar (1119–1230?): santo y poeta sufí, y uno de los autores más prolíficos sobre temas religiosos de la literatura persa. Su obra más conocida, Mantiqu’t-Tayr («La Conferencia de los Pájaros»), es una compleja alegoría de la búsqueda del alma para encontrarse con Dios.
[5] Citado por Bediüzzaman Said Nursi, Lemalar («Los Destellos»), «El Tercer Destello».
[6] Ibn Abi'd-Dunya, al-Wara', pág. 47; Al-Qushayri, Ar-Risala, pág. 197.
[7] La Era de la Felicidad fue el período profético del profeta Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él.
[8] Abu Nu’aym, Hilya, 8:353; Al-Qushayri, Ar-Risala, pág. 111.
[9] Imam Malik, al-Muwatta,«Zakat», 31.
[10] Al-Qushayri, Ar-Risala, 113.
[11] Fudayl ibn ‘Iyad (m. 187 H.): Un santo muy famoso que pasó de ser un ladrón y salteador de caminos a ser un asceta, un ferviente adorador de Dios y un gran erudito de los hadices. Fue una persona que llamaba a Dios con su ejemplo y sus discursos.
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