¿Cuál es el número de los profetas? ¿Todos fueron hombres? ¿Por qué?
Los profetas fueron enviados a su gente en diferentes lugares y en diferentes momentos. Según un hadiz[1] del Profeta Muhammad –la Paz sea con él- el número de los profetas es 124.000 ó 224.000. Ambas versiones, sin embargo, se pueden evaluar críticamente según la ciencia de hadiz. El número exacto no es importante, al contrario, debemos darnos cuenta de que ninguna nación fue privada de su propio profeta. Te hemos enviado con la Verdad como nuncio de buenas nuevas y como advertidor. No hay comunidad por la que no haya pasado un advertidor (35:24). Y nunca hemos castigado sin haber mandado antes a un enviado (17:15). Así, comprendemos que cada nación de la Tierra tuvo su propio profeta.
Castigar a una nación sin avisarla antes de que sus actos han sido erróneos sería contrario a Su Gloria y Su Misericordia. La advertencia implica responsabilidad, que puede ser seguida por recompensa o castigo. Quien haya hecho el peso de un átomo de bien, lo verá. Y quien haya hecho el peso de un átomo de mal, lo verá (99:7-8). Si un profeta no hubiera sido enviado a una nación, la gente no habría sabido qué era el bien y qué era el mal, de modo que no podría haber sido castigada.
Después de llamar la atención sobre estos tres versículos, veremos el tema principal. Los profetas fueron enviados en diferentes épocas a diferentes lugares del mundo. Aseverar que todos los profetas aparecieron en Arabia, sin ninguna prueba, es contrario a las verdades del Corán. En realidad, no sabemos el número exacto de los profetas aparecidos en Arabia ni el número de los que fueron enviados a otras partes del mundo. Sólo sabemos el nombre de 28 de ellos y tal vez tres pudieron no ser auténticos profetas.[2] No sabemos exactamente dónde aparecieron. Se ha dicho que la tumba de Adán y el lugar donde se encontró con Eva es Yedda, pero esa información no es cierta. Sabemos que Abraham pasó algún tiempo en Anatolia, Siria y Babilonia. Lot estuvo vinculado con los reinos de Sodoma y Gomorra alrededor del Mar Muerto, Suaib con Madain, Moisés con Egipto y Juan y Zacarías con los países mediterráneos. Pueden situarse en Anatolia; por ejemplo, los cristianos relacionan a la Virgen María y Jesús con Éfeso. Sin embargo, esas asociaciones no son más que suposiciones.
Sabemos el nombre de algunos profetas enviados a los israelitas, pero no sabemos el de los otros o dónde aparecieron. Más aún, como sus enseñanzas fueron distorsionadas y perdidas al pasar el tiempo, no podemos decir nada de quiénes eran y a quiénes fueron enviados.
Fijémonos en el caso del Cristianismo. Después del Consejo de Nicea (325 d.C.) la doctrina original de un dios único fue dejada de lado en favor de la Trinidad, una doctrina posterior elaborada por los humanos. Para la Iglesia Católica, Jesús fue el hijo de Dios, como su madre María fue la madre de Dios. Algunos creyeron que Allah estaba presente en las cosas. Así, el Cristianismo se asemejó a la idolatría y las prácticas de la antigua Grecia y sus seguidores empezaron a asociar a las cosas y a la gente con Allah, y esto es shirk –asociacionismo-, la mayor transgresión en el Islam.
A lo largo de la Historia, las desviaciones y corrupciones de la verdad se han extendido de esta manera. Si el Corán no nos hubiera informado de que Jesús era un profeta y de la pureza y la grandeza de María, podríamos haber tenido dificultades a la hora de distinguir los cultos y ritos de Júpiter y Venus de los de Jesús y María.
Este mismo proceso ha tenido lugar en otras religiones. No podemos decir definitivamente que sus fundadores o sus maestros fueran profetas o que enseñaran en una zona específica. Solamente podemos especular que Confucio o Buda eran profetas. No podemos dar una respuesta definitiva porque no tenemos bastante información sobre ellos y sus doctrinas originales. Sin embargo, sabemos que las doctrinas de Confucio y Buda influyeron en un gran número de contemporáneos y continúan influyendo.
Algunos dicen que Sócrates era un filósofo influído por el Judaísmo pero no ofrecen ninguna prueba. Las palabras que Platón le atribuye implican que Sócrates estaba inspirado desde antiguo para instruir a la gente en el conocimiento y la fe verdaderos. Sin embargo, no está claro si estas palabras fueron atribuidas correcta y exactamente. Solamente podemos decir que Sócrates enseñó de una manera que fomentaba el uso de la razón.
Como hemos dicho antes, los profetas pueden aparecer en cualquier parte del mundo. He aquí unos ejemplos como prueba de ello:
El profesor Adil es uno de los turcos de Kirkuk, en Iraq, un matemático en la Universidad de Riad. Me contó que había conocido a muchos indios americanos nativos, cuando estaba realizando su doctorado en América. Le admiró comprobar cuántos de ellos creían en un dios que no comía, no dormía ni estaba constreñido por el tiempo. Él gobernaba toda la creación que estaba bajo Su soberanía y dependiente de Su voluntad. Además, los indios hicieron referencia a algunos atributos de Allah, como la ausencia de compañero; si tuviera uno, habría conflictos.
Las observaciones del profesor Mahmud Mustafa en dos tribus primitivas africanas confirman lo que acabamos de decir. Comentaba que la tribu de los Mau-Mau creía en un dios al que llamaban Mucay. Ese dios era uno y único, actuaba solo, no había engendrado ni había sido engendrado y no tenía compañero. No podía ser visto ni sentido pero sí ser conocido por sus hechos. Vivía en los paraísos desde donde gobernaba toda la creación; por eso, los Mau-Mau levantaban las manos abiertas mientras rezaban. Otra tribu, los Neyam-Neyam, expresaba temas similares. Según ellos, había un dios que decretaba y ordenaba toda la creación y lo que decía él era absoluto. Hacía a todo en el bosque moverse según su voluntad y hacía caer los rayos sobre aquellos con quienes estaba enfadado.
Esas ideas son compatibles con lo que dice el Corán. La creencia de los Mau-Mau está muy cerca de lo que encontramos en el Corán[3] ¿Cómo pueden tener un concepto de dios tan puro esas tribus primitivas, que estaban tan lejos de la civilización y de los profetas conocidos? Eso nos recuerda un versículo en el Corán: Cada comunidad tiene un enviado. Cuando venga su enviado, se decidirá entre ellos con equidad y no serán tratados injustamente (10:47).
¿Cómo se puede conciliar el primitivismo de esas tribus con su concepto elevado de dios? Parece que los Mensajeros auténticos les transmitieron esas verdades a ellos, que se puede encontrar su solidez en sus creencias de hoy.
Algunos se preguntan por qué no ha habido mujeres profetisas. El abrumador consenso de los eruditos sunníes del Fiqh -legislación islámica- y la Sunna -dichos y actos del Profeta Muhammad- está de acuerdo en que no ha habido mujeres profetisas. No existe mención en el Corán o en los hadices de que una mujer haya sido enviada como profetisa a su gente, excepto una discutible y poco fidedigna tradición, de la que María y la esposa del Faraón eran creyentes sinceras.
Allah, el Todopoderoso, creó el universo en parejas. La humanidad fue creada para ser la cabeza de la creación, y, por lo tanto todo se dirigió a este fin.
Los pares de hombre y mujer se caracterizan por relaciones complejas de atracción y repulsión mutuas. Las mujeres tienden hacia la suavidad, la debilidad y la compasión; los hombres tienden hacia la fuerza, el poder y la dureza competitiva. Cuando están juntos, dichas características les permiten establecer una armoniosa unidad de familia.
Hoy en día, el asunto del género ha llegado a un punto donde algunos se niegan a reconocer las verdaderas diferencias entre hombres y mujeres y aseveran que son parecidos e iguales en todos los aspectos. Introducir esas opiniones ha dado como resultado el estilo "moderno" de la mujer trabajando fuera de la casa, intentando "ser un hombre" y perdiendo así su propia identidad. La vida de la familia se erosionó, los hijos fueron mandados a guarderías infantiles o a internados, pues los padres estaban ocupados y los individuos trabajan para su propio sustento. Esta violencia contra la naturaleza y la cultura destruyó la casa como balanza entre la autoridad y el amor, como un centro de seguridad y paz.
Allah, el Sabio, ordenó los principios y leyes del universo, y creó a los seres humanos con una naturaleza excelente y elevada. Con respecto a la constitución física, el hombre es considerablemente más fuerte y más capaz que la mujer, y claramente constituido para esforzarse y competir, sin tener que retirarse de la lucha. La mujer simplemente tiene una constitución diferente. A causa del período menstrual –que puede ser difícil, incluso doloroso, y durar a veces hasta 15 días-, y el confinamiento necesario antes y después del parto, la mujer no siempre puede orar y ayunar. Ni puede estar continuamente disponible para los asuntos públicos ¿Cómo, si la mujer es también una madre, puede con un bebé en su regazo conducir y administrar los ejércitos, tomar decisiones vitales y peligrosas, y sustentar y elaborar una estrategia arriesgada contra un enemigo?[4]
El papel de un profeta es guiar a la humanidad en todos los aspectos de su vida social y religiosa sin pausa. Esa es la razón por la que la profecía es imposible para la mujer. Si el hombre fuera el portador del niño habría sido imposible para él también ser profeta. El Profeta Muhammad -la Paz sea con él- señala este hecho cuando describe a las mujeres como "las que no pueden cumplir las obligaciones religiosas totalmente y no pueden comprender algunas de ellas".[5]
Un profeta es un ejemplo, un modelo para conducir cada aspecto de la vida humana, así que la gente no puede reclamar de ellos hacer cosas que no se podrían hacer. Las cuestiones exclusivamente femeninas fueron comunicadas a otras mujeres por las de la casa del Profeta.
[1] Ibn Hanbal, Musnad , 5:169.
[2] Luqman (31:12), Uzayr (9:30), Dhul Qarnain (18:83-98).
[3] Corán, 112:1- 4.
[4] Recuérdese que hablamos del pasado, no del presente, donde las circunstancias han cambiado completamente debido a los avances científicos y las conveniencias modernas. Como no puede haber más profetas después de Muhammad –la Paz sea con él-, este punto es discutible.
[5] Bujari, Hayd, 6.
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