La vida, el carácter humano y la virtud
Cuando un animal se muere, es olvidado y el lugar donde ha sido enterrado se pierde. Sin embargo, eso no pasa con un ser humano. ¿Es consciente la gente que no mantiene el recuerdo y las tumbas de sus antepasados de que los están reduciendo al rango de animales? El respeto hacia los muertos significa una seguridad otorgada a los vivos acerca de su propio futuro.
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Una de las maneras más importantes para conquistar los corazones de la gente es que uno busque siempre la oportunidad para hacer el bien a los demás y una vez que aparezca, utilizarla sin demorarse. ¡Si tan sólo pudiéramos dirigir nuestros corazones a hacer siempre el bien!
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La buena moral, la conciencia sana, los buenos modales y las virtudes, son como una moneda universalmente aceptada, que no se ve afectada por cambios de valores en otros medios de intercambio. Los que están provistos de tales cualidades son como mercaderes de renombre que pueden hacer negocios allá donde quieran.
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Mientras más sufra una persona en la vida y más consciente esté de la existencia que está llevando, más profundos se harán sus sentimientos. Los que viven inconscientes del significado de la vida, de los eventos y los que no han experimentado el sufrimiento, nunca pueden desarrollar sus sentimientos y facultades ni tampoco pueden sentirse a sí mismos como parte de la existencia.
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Los que tienen una voluntad fuerte y un carácter sano y bueno, no perderán nada de su virtuosa esencia, aunque les hicieran sufrir mucho para que cambiaran sus perspectivas y sus costumbres. ¿Qué debemos decir de aquellos débiles que, sin ninguna provocación, cambian sus pensamientos y sus costumbres cada día?
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La ignorancia es como un velo que cubre el rostro de las cosas. Los desafortunados que no pueden retirar este velo, nunca podrán penetrar dentro de las verdades de la creación. La mayor ignorancia es no ser consciente de Allah y si esto se combina con la arrogancia, se convierte en una clase de locura imposible de curar.
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Una persona sensata no es la que pretende la infalibilidad y por lo tanto es indiferente a las ideas de otros. Al contrario, una persona verdaderamente sensata es aquella que corrige sus errores y utiliza las ideas de otros aceptando que los seres humanos se inclinan al error.
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La vida florece durante la niñez. Durante la juventud crece por una tensión interior y una lucha espiritual por el camino a la verdad. Durante la vejez contiene su energía vital con el deseo de reunirse con los amados que ya han fallecido. ¡Qué miserable es que los ateos experimenten la vida a veces como comedia y a veces como tragedia, ahogando así el instinto por la ardiente esperanza y la gratitud hacia la humanidad!
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