Para establecer el equilibrio
En una época en que algunas personas vivían en monasterios y otros ahogados en el lujo, el profeta Muhammad vino con la instrucción coránica: Mas busca, por medio de lo que Dios te ha concedido, la morada del Más Allá (gastando en limosnas y otras buenas causas), sin olvidarte de tu parte (que Dios ha designado) en este mundo (28:77).
Todos los Profetas han venido para establecer el equilibrio entre la vida material y la espiritual, la razón y el alma, este mundo y el siguiente, y la indulgencia y la abstinencia. A la vez que debemos declarar todo lo que Dios nos ha otorgado, para mostrar nuestra gratitud y alabarlo como merece (Y con respecto al favor de tu Señor, ¡proclámalo! [93:11]), no debemos olvidar que tendremos que dar cuentas de todo lo bueno que tenemos (Y en ese Día, con toda seguridad se os preguntará por todos los favores (que os han sido concedidos) [102:8]).
El Profeta inculcó este principio tan profundamente en los corazones de sus Compañeros, que podía verse en cada aspecto de sus vidas. Por ejemplo, una vez rompiendo el ayuno durante el Ramadán, le ofrecieron un vaso de agua fría a Abu Bakr, el primer califa. Acababa de tomar un sorbo de agua cuando se puso a llorar de repente y dejó de beber. Cuando le preguntaron por qué lloraba, contestó: «Una vez yo estaba con el Mensajero de Dios. Él actuaba como si empujara algo con la mano y decía: “¡No te me acerques!”. Le pregunté qué hacía, y contestó: “El mundo se me ha aparecido en una forma ideal, con toda su pompa y lujo. Lo he apartado, diciendo: ‘¡Déjame! No puedes seducirme”. El mundo se retiró y le dijo: “No puedo vencerte, pero te juro por Dios que cautivaré a aquellos que vienen después de ti”. Después de relatar este hadiz, Abu Bakr añadió: «En este momento, pensé que el mundo me había convencido con un vaso de agua fría, y lloré».[42]
Abu Bakr y la mayor parte de los Compañeros vivieron una vida equilibrada, aunque tenían la posibilidad de vivir con comodidad.
[42] Abu Nu‘aym, Hilyat al-Awliya’ wa Tabaqat al-Asfiya’, 1:30-31.
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