El Humanismo y el Amor a la Humanidad
El amor no es solo uno de los temas del que más se habla en nuestros días, es además una de las cuestiones más fundamentales. En realidad, el amor es la rosa de nuestra creencia, un reino del corazón que nunca se marchita. Y por encima de todo lo demás, y del mismo modo que Dios tejió el universo como un encaje en el telar del amor, la música más mágica y encantadora en el regazo de la existencia es siempre el amor. El vínculo más poderoso entre los individuos que da forma a la familia, la sociedad y la nación, es el amor. El amor universal se manifiesta a lo largo de todo el cosmos en el hecho de que cada partícula ayuda y sostiene a todas las demás.
Esto es verdad hasta tal punto que el factor dominante en el espíritu de la existencia es el amor. Como partes individuales del coro universal, casi todas las criaturas actúan y se comportan a su manera y según la melodía mágica que ha recibido de Dios, una melodía de amor. No obstante, este intercambio de amor entre la existencia y la humanidad y de una criatura con otra, ocurre más allá de su propia voluntad porque quien domina por completo es la Voluntad Divina.
Visto desde esta perspectiva, la humanidad participa «conscientemente» en esta sinfonía del amor que se interpreta en la existencia. Al cultivar el amor en su auténtica naturaleza, los seres humanos investigan cómo pueden demostrarlo de una manera humana. En consecuencia, y sin hacer un uso indebido del amor en su espíritu y por el bien del amor en su propia naturaleza, todas las personas deberían ofrecer ayuda real y apoyo a los demás. Deben proteger la armonía general que ha sido depositada en el espíritu de la existencia teniendo en cuenta las leyes naturales y las leyes que se han establecido para regir la vida humana.
El humanismo es una doctrina de amor y humanidad de la que se habla alocadamente en estos días, y que tiene un potencial fácilmente manipulable mediante interpretaciones diversas. Algunos círculos tratan de imponer un entendimiento del humanismo abstracto y desequilibrado, confundiendo a la gente sobre el yihad en el Islam y despertando sospechas en sus corazones. Sería difícil de reconciliar con el humanismo esa extraña conducta que defiende «compasión y misericordia» para los que están involucrados en la anarquía y el terror con los que demoler la unidad de un país, para los que han asesinado cruelmente a personas inocentes como parte de actividades ya centenarias cuyo objetivo es la destrucción del bienestar de una nación y, lo que es aún más horrible, para aquellos que actúan de esta manera en nombre de valores religiosos y aquellos que imprudentemente, acusan al Islam de permitir los ataques terroristas.
Cada creyente debería seguir al Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones sean con él, a la hora de decir la verdad. Nunca se debería renunciar a transmitir a la gente los principios de la felicidad en ambos mundos. Los Compañeros, que como comunidad eran un ejemplo vívido de la verdad encarnada en el Profeta, llegaron a ser ejemplos de moderación y equilibrio en todos los asuntos.
Algunas de las personas admirables que pertenecieron a la afortunada generación que siguió inmediatamente a la de los Compañeros, fueron a ver al Califa para enterarse de cuál sería el castigo si pisasen accidentalmente a un saltamontes. Cuando nos fijamos en las paredes exteriores de nuestras mezquitas y minaretes que irradian luz, vemos que hay agujeros minúsculos para que aniden los pájaros; esta es una expresión de la magnitud del amor de nuestros ancestros. La historia está entretejida con estos actos humanos formidables; acciones que protegían a los animales además de a las personas.
En el marco de los principios universales del Islam, la consideración y la idea del amor están muy equilibradas. Los opresores y los agresores han negado este amor porque, de la misma manera que cuando se les muestra a los opresores el amor y la misericordia se hacen más agresivos, les incita también a violar los derechos de los demás. Esta es la razón de que no se deba tener misericordia con los que amenazan al amor universal. La misericordia para con el opresor es el acto más inmisericorde que se puede tener para con el oprimido. No obstante, se debe ser misericordioso con los que cometen un error involuntario o se arrepienten de su agravio.
El Profeta dijo:
«Ayuda a tus hermanos, ya sean víctimas u opresores. Se puede ayudar a los opresores haciendo que detengan su opresión (sobre los demás)».[1]
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