El Diálogo en el Espíritu y el Significado del Profeta Muhammad
No me gusta hacer declaraciones y tengo una memoria más bien pobre; pero a pesar de todo esto, puedo recitar decenas de versículos, uno tras otro, relacionados con la indulgencia, el diálogo y el abrir el corazón a todo el mundo. Esto demuestra que el Islam tiene una naturaleza que lo abarca todo.
Por ejemplo, el Corán declara: «La paz es mejor» (An-Nisa, 4: 128). Este versículo no necesita ser vinculado a un suceso en particular, a un significado o escenario determinado. La regla es de tipo general. Más aún, ¿Acaso la raíz del nombre «Islam» no expresa sensatez, sometimiento, paz, seguridad y confianza? En ese caso no es posible que seamos buenos musulmanes a no ser que representemos y establezcamos por completo estas características. Además de esto, y como algo que subyace en el significado de este nombre sagrado, existe una esencia que incluye abarcar y acercarse a todo con amor. Si no abordamos la cuestión con este espíritu, no podemos considerar que hayamos entendido el Islam, que lo hayamos difundido correctamente o que incluso lo hayamos representado con dignidad.
Además de reglas que garantizan la paz y la seguridad, en el Corán también hay versículos que están relacionados con las actitudes que deben adoptarse ante los delincuentes y la gente que causa la anarquía y el terror; para ese tipo de personas existe toda una serie de medidas legales, castigos y represalias. Y sin embargo, cuando leemos los versículos y los hadices sobre estos temas o sus aplicaciones, si no tenemos en cuenta las condiciones, si no separamos la esencia del detalle y el fin de los medios, si no evaluamos los versículos en el contexto de la situación, tanto antes como después de ser revelados, llegaremos siempre a falsas conclusiones.
Puedo decir, y lo digo, que la paz, el amor, la indulgencia y la tolerancia son fundamentales en el Islam; el resto de cosas son accidentales. No obstante, es necesario dar la prioridad a una serie de cuestiones básicas según su grado de importancia. Por ejemplo, si Dios da importancia al amor, si nos ha dicho que Él ama a los que Le aman, y si le ha dado a la persona que Él más amaba el nombre de «Habibullah», −es decir, «uno que ama a Dios y es amado por Él»− entonces debemos tomar esto como un principio fundamental. Las órdenes como el yihad contra los incrédulos y los hipócritas son cuestiones secundarias que vienen determinadas por las circunstancias. Las normas están relacionadas con los motivos y las condiciones. Si no existen los motivos, no se imponen las normas.
Las normas relacionadas con asuntos como la ejecución, el exilio y la guerra están vinculadas a varias razones. Lo esencial es aplicar y transmitir los principios del Islam con palabras afables y conducta apacible. La paz, la justicia y la estabilidad son algo esencial en el Islam, y la guerra es un subproducto de las circunstancias que depende de ciertas condiciones. Pero por desgracia, los que ignoran la esencia y lo hacen sin tomar en consideración las razones de las normas y las reglas secundarias, los que (al leer el Corán de manera similar a la de un tipo burdo de los Zahiris[1]) propugnan la violencia, este tipo de personas no han comprendido las reglas, sus motivos ni la fuente de la que proceden, ni tan siquiera han entendido lo que es el Islam.
Cuando aparecen razones pertinentes es evidente que las reglas exigidas se deben poner en funcionamiento. Por ejemplo, si un ejército enemigo ataca nuestro país es natural que no se espere que nos quedemos sentados en una esquina y digamos a los atacantes «qué alegría que hayáis venido».
¡Fijaos en el mundo en el que vivimos! Según las noticias publicadas recientemente en uno de los periódicos, hay «guerras sangrientas» en 56 lugares del mundo. Todavía hay ríos de lágrimas y de sangre que fluyen en numerosos rincones del planeta. En muchas de estas guerras, algunos de los países que defienden la democracia y los derechos humanos están en ambos bandos. En ese caso, oponerse a la guerra significa oponerse a una realidad humana. Por esta razón, en el momento en que alguien interfiera con nuestras libertades y derechos democráticos vamos, por supuesto, a defendernos y luchar cuanto sea necesario. Pero como he mencionado al principio, estas son cosas secundarias. La base del Islam es paz, y abrazar con amor a la humanidad.
Una llamada a la palabra común
Otro aspecto relacionado con establecer y mantener el diálogo es la necesidad de incrementar los intereses que tenemos en común con otras gentes. La verdad es que, incluso cuando hablamos de los judíos y los cristianos, esta actitud debería prevalecer, y las cuestiones que pudieran separarnos deberían eludirse sin más. Por ejemplo, cuando el Corán se dirige a la Gente del Libro, dice: «Di: “Oh Gente del Libro, convenid a una palabra común entre nosotros y vosotros”». ¿Cuál es esa palabra? «Veneremos únicamente a Dios sin atribuirle copartícipe alguno». Porque la libertad real se obtiene solamente cuando uno se libra de ser esclavo de otra persona. Cuando alguien se convierte en siervo de Dios está a salvo de ser esclavo de nadie más. Así que venid y unámonos en este asunto. El Corán continúa: «Y no nos tomemos unos a otros por señores en vez de Dios». (Al-‘Imran, 3: 64). Esto significa que nuestro primer punto en común es creer en Dios; hablar de Muhammad como Mensajero todavía no ha sido mencionado. En otro versículo: «Di a aquellos que creen que deben perdonar a aquellos que no esperan la llegada de los Días de Dios». Lo que se dice aquí es que se perdone a los que no creen en la Otra Vida ni en la resurrección después de la muerte porque «Dios recompensará a las personas de acuerdo con lo que hayan ganado». (Al-Yaziyah, 45: 14); es decir, si alguien va a ser castigado será Dios Quien lo haga, y este asunto no atañe a nadie más.
Otro ejemplo claro de esta cuestión está relacionado con nuestro Profeta, cuando recibió una ligera amonestación de Dios en una ocasión en la que hizo súplicas en contra de unos paganos culpables. Según una transmisión, una tribu árabe de beduinos pidió al Mensajero de Dios que les enviara gente para enseñar el Corán. El Mensajero envió a 70 personas que fueron víctimas de una emboscada y luego martirizadas cruelmente cerca del Pozo de Ma‘unah. Al enterarse, el Mensajero de Dios se dirigió a Dios pidiendo que fuesen castigados. Y sin embargo, Dios reveló los siguientes versículos:
(Oh Mensajero,) no te incumbe si Él se torna hacia ellos en misericordia o les castiga por ser malhechores. (Al-‘Imran, 3: 128)
Hoy en día existe interés por la religión en todo el mundo. En mi opinión, representar la fe con sus verdaderos valores tiene una importancia mayor incluso a la que tuvo en el pasado. En nuestros días hace falta gente que sea virtuosa, dueña de sí misma, cautelosa, sincera y de corazón puro; gente que no robe ni tenga una opinión demasiado elevada de sí misma, que prefiera el bienestar de los demás antes que el suyo propio y que no tenga expectativas mundanas. Si la sociedad puede formar a personas con estas características significa que pronto nos espera un futuro mucho mejor.
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