Islam – Religión de la Tolerancia

Islam es una palabra que procede de las palabras raíz silm y salamah. Significa sometimiento, guiar hacia la paz y el contentamiento y establecer la seguridad y la concordia.

Islam es una religión de seguridad, de protección y de paz. Estos principios impregnan las vidas de los musulmanes. Cuando los musulmanes se levantan para rezar cortan su conexión con este mundo, se vuelven hacia su Señor con fe y obediencia y permanecen firmes en Su presencia. Al completar la Oración, y como si volviesen a la vida, saludan a los que están a su derecha y a su izquierda deseándoles la paz: «Quedad a salvo y en paz». Con estos deseos de seguridad, de protección, de paz y contentamiento regresan al mundo ordinario una vez más.

Saludar y desear a los demás seguridad y protección son considerados los actos más beneficiosos del Islam. Cuando le preguntaron cuál era el acto más beneficioso del Islam, el Profeta respondió: «Dar de comer a los demás y saludar, tanto a los que conoces como a los que no».[1]

Acusar al Islam de terrorismo

No deja de ser una desgracia que el Islam, que está basado en este espíritu y en esta comprensión, sea presentado por algunos círculos como sinónimo de terrorismo. Este es un gran error histórico; cubrir con el velo del terrorismo a un sistema basado en la seguridad y la confianza demuestra que el espíritu del Islam sigue siendo desconocido. Si se buscase el verdadero rostro del Islam en sus propias fuentes, en su historia y representantes verdaderos, se descubriría que no contiene dureza, crueldad o fanatismo alguno. Es una religión llena de indulgencia, perdón y tolerancia, con santos y príncipes del amor y la tolerancia como Rumi, Yunus Emre, Ahmed Yesevi[2], Bediüzzaman[3], y muchos otros que lo han expresado de la manera más hermosa. Pasaron sus vidas enseñando la tolerancia y cada uno de ellos llegó a ser una leyenda viva en su propia época como encarnación del amor y la tolerancia.

El yihad puede ser una cuestión relacionada con la defensa propia o con el apartar obstáculos entre Dios y la libre elección del ser humano. Nuestra historia está llena de ejemplos que muestran la aplicación de este principio.

Es evidente que hay, y debería haber, ocasiones en las que la guerra es inevitable. Y sin embargo, los versículos coránicos que hablan del yihad, y que fueron revelados para unas condiciones determinadas, han sido generalizados por algunas personas de mentes cerradas. Mientras que, como hecho real, la guerra es una cuestión secundaria, esta gente le ha otorgado prioridad como si fuese una cuestión fundamental. Este tipo de personas no comprenden el verdadero significado y espíritu del Islam. Su fracaso a la hora de establecer un equilibrio correcto entre lo prioritario y lo secundario hace que otros lleguen a la conclusión de que el Islam propugna tener malicia y odio en el alma cuando la verdad es que los verdaderos musulmanes están llenos de amor y afecto hacia toda la creación. En relación con esto, los siguientes versos son lo más adecuado:

Muhammad nació del amor,
¿Qué puede nacer del amor sin Muhammad?

El amor es la esencia de la creación

El Orgullo de la Humanidad, la paz y las bendiciones sean con él, era un hombre de amor y afecto. Uno de sus nombres era Habibullah (El Amado por Dios). Además de significar el que ama, habib significa el que es amado, el que ama a Dios y el que es amado por Dios. Los maestros sufíes como Imam Rabbani[4], Mawlana Jalid[5], y Shah Waliyyullah[6], declaran que el amor es la última estación del viaje espiritual.

Dios creó el universo como manifestación de Su amor hacia Sus criaturas, en concreto hacia la humanidad, y el Islam se convirtió en la tela que tejió este amor. En palabras de Bediüzzaman, el amor es la esencia de la creación. Del mismo modo que el amor y la compasión de una madre la impulsa a permitir que el cirujano opere a su hijo para salvarle la vida, el yihad permite la guerra, cuando es necesaria, para salvaguardar esos derechos humanos tan fundamentales como el derecho a la vida y a la libertad religiosa. El yihad no sólo significa guerra.

En cierta ocasión me dijo un amigo: «Tú te reúnes con todo el mundo, sin excepción y sin tener en cuenta las diferencias de credo, y esto acaba con la tensión de los musulmanes hacia los posibles opositores. Pero es un principio islámico amar las cosas o la gente que debe ser amada por Dios y tener aversión a las cosas o personas a las que se debe animosidad por Dios». Lo cierto es que este principio no se suele comprender, puesto que en el Islam debe amarse a toda la creación según la norma que ordena amar por Dios.

«Tener aversión por Dios» se aplica solamente a los sentimientos, pensamientos y atributos. En este sentido, debemos tener aversión a la inmoralidad, la falta de creencia y el politeísmo, no a la gente que participa en esas actividades. Dios creó a los seres humanos como seres nobles, razón de que todos, hasta cierto punto, tengan parte de esa nobleza. El Mensajero de Dios se levantó en cierta ocasión, por respeto a la humanidad, cuando pasó ante él el cortejo fúnebre de un judío. Cuando se le recordó que el muerto era un judío, el Profeta dijo: «Pero es un ser humano» mostrando de esta manera el valor que el Islam confiere al ser humano.

Esta acción demuestra lo mucho que el Profeta respetaba a cada persona. Dado esto, la participación de algunos autoproclamados individuos o instituciones musulmanas en actividades terroristas no puede ser aprobada en modo alguno por el Islam. Las razones de este terrorismo deben buscarse en las acciones en sí, en falsas interpretaciones de la fe y en otros motivos y factores. Si el Islam no propugna el terror, ¿cómo puede ser terrorista un musulmán que comprende de verdad el Islam?

Si pudiésemos propagar a escala global el entendimiento islámico de algunos héroes del amor, como Niyazi-i Misri[7], Yunus Emre y Rumi; si pudiésemos dar a conocer sus mensajes de amor, diálogo y tolerancia a aquellos que están sedientos de este mensaje, en ese momento todo el mundo iría corriendo hacia el abrazo de amor, paz y tolerancia que nosotros representamos.

La tolerancia en el Islam es tan abarcadora que el Profeta llegó a prohibir que se abusase verbalmente de la gente. Por ejemplo, Abu Yahl murió antes de abrazar el Islam a pesar de los esfuerzos del Profeta. Su falta de creencia y su enemistad hacia el Profeta eran tales que le valieron el mote de Abu Yahl: padre de la ignorancia y la insolencia. Su incesante oposición al Islam era una espina clavada en el costado de los musulmanes.

A pesar de esa hostilidad y durante una reunión de Compañeros en la que estaba presente Ikrimah, el hijo de Abu Yahl, el Profeta amonestó a un Compañero al que había oído insultar a Abu Yahl: «No hagas daño a otros al criticar a sus padres».[8] En otra ocasión dijo: «Maldecir a tu madre y a tu padre es un gran pecado». Los Compañeros preguntaron: «Oh Mensajero de Dios, ¿hay alguien que maldiga a sus padres?». El Príncipe de los Profetas contestó: «Cuando alguien maldice al padre de otro y éste lo maldice como respuesta, o cuando alguien maldice a la madre de otro y ese otro hace lo mismo, es como si maldijeran a sus propios padres».[9]

Mientras el Profeta de la Misericordia era excesivamente delicado en lo que se refiere a respetar a los demás, algunos musulmanes de hoy en día justifican la conducta desagradable en nombre de la religión. Esto demuestra que no comprenden el Islam, una religión en la que no hay lugar para el odio o la malicia.

El Corán insta con contundencia a la indulgencia y a la tolerancia. En un versículo que habla de la gente devota, dice:

…refrenan su ira y perdonan a la gente. Dios ama a aquellos que se dedican a hacer el bien, conscientes de que Dios les está contemplando. (Al-‘Imran, 3: 134)

Dicho con otras palabras, los musulmanes no deben tomar represalias cuando son atacados o insultados verbalmente. Si les fuese posible, como dice Yunus, deberían actuar como si no tuvieran manos o lengua con las que responder, ni corazón en el que albergar resentimiento. Deben tragar su ira y cerrar los ojos antes las faltas de los demás. Las palabras elegidas en este versículo tienen un gran significado. Kazm, que se traduce como tragar, significa literalmente tragar algo como una espina, un objeto que en realidad no puede tragarse; habla pues de tragarse el enfado por difícil que parezca. En otro versículo que habla de las características de los creyentes, dice:

Y quienes no participan en cualquier vanidad o falsedad o dan testimonio a éstas y cuando se encuentran con cualquier cosa vana e inútil, pasan por ello con dignidad. (Al-Furqan, 25: 72)

Cuando nos fijamos en la excelsa vida del Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones sean con él, vemos que siempre ponía en práctica los preceptos que aparecen en el Corán. Por ejemplo, en una ocasión un Compañero se arrepintió de una falta y dijo: «Soy culpable de haber fornicado. Sea cual fuese el castigo, aplícamelo y así seré limpiado». El Príncipe de los Profetas dijo: «Vuelve y arrepiéntete, puesto que Dios perdona todas las faltas».[10] Este suceso se repitió tres veces. En otra ocasión, un Compañero denunció al Profeta que alguien le había robado sus pertenencias. Pero justo cuando se iba a aplicar el castigo el Compañero dijo: «He cambiado de idea y quiero retirar la denuncia. Perdono a este individuo». El Profeta preguntó: «¿Por qué trajiste este caso al tribunal? ¿Por qué no le perdonaste al principio?».[11]

Cuando se estudian este tipo de ejemplos en las fuentes originales se pone de manifiesto que el método empleado por los que actúan con odio y enemistad, aquellos que miran a los demás con ira y con enfado y denigran a los otros por infieles, es una forma de actuar no islámica, porque Islam es una religión de amor y tolerancia. El musulmán es una persona llena de amor y afecto que evita todo tipo de actividad terrorista y que no odia ni siente animadversión hacia persona o cosa alguna.

[1] Abu Dawud, «Adab», 142.
[2] Ahmed Yesevi (m. 1166): Poeta sufí y líder espiritual turco de los primeros tiempos que ejerció una poderosa influencia en el desarrollo de las órdenes místicas por todo el mundo turco-parlante.
[3] Bediüzzaman Said Nursi (1877-1960): Erudito islámico del más alto nivel poseedor de una profunda espiritualidad y un extenso conocimiento de la ciencia moderna y del mundo contemporáneo. Estaba convencido de que la humanidad podía salvarse de sus crisis y llegar al progreso verdadero y a la felicidad con solo conocer su verdadera naturaleza y con el reconocimiento y la sumisión a Dios. Sus Risale-i Nur («Las Epístolas de Luz») tratan de cuestiones islámicas esenciales como la fe, el pensamiento, la adoración, la moralidad y de las descripciones coránicas sobre la actividad Divina en el universo. Conteniendo explicaciones y demostraciones lógicas y racionales de todas las verdades coránicas, las Epístolas son su respuesta a aquellos que niegan estas verdades en nombre de la ciencia y desvelan sus muchas discrepancias y declaraciones antilógicas.
[4] Imam Rabbani (Shayj Ahmad al-Sirhindi) (1564?-1624): Sufí de la India y teólogo que reafirmó y revitalizó los principios de la fe islámica y de la tradición sufí frente a las tendencias religiosas sincretistas que prevalecían en tiempos del emperador mogol Akbar. Se le dio un título póstumo: Muyaddid-i Alf-i Zani («Renovador del Segundo Milenio [islámico]»).
[5] Mawlana Jalid al-Baghdadi (1778-1827): Maestro naqshbandi a quien se le consideraba el muyaddid (revitalizador) del siglo trece islámico. La orden jalidi, una rama nueva de la orden naqshbandi, surgió bajo su liderazgo y tuvo muchos seguidores a finales del siglo diecinueve.
[6] Shah Waliyyullah Muhaddiz de Delhi (1702-1762): Un gran erudito del siglo doce islámico. Algunos autores le llaman Jatam al-Muhaddiziin (El último de los eruditos de los hadices).
[7] Niyazi-i Misri (1618-1694). Un poeta sufí miembro de la orden jalwati.
[8] Hakim, al-Mustadrak, 3:241; Muttaqi al-Hindi, Kanz al-’Ummal, 13:540.
[9] Muslim, «Iman», 145; Tirmizi, «Birr», 4.
[10] Muslim, «Hudud», 17, 23; Bujari, «Hudud», 28.
[11] Abu Dawud, «Hudud», 14(4394); Nasai, «Sarik», 4 (8, 68); Muwatta, «Hudud», 28, (2, 834).
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