Dahsha y Hayra (Estupor y Asombro extremos)
Hay ocasiones en las que el viajero que atraviesa los valles del amor y el fervor arde con el fuego del amor, mientras que en otras rebosa de alegría por el «vino de la inmortalidad» que le ofrece el Amado. Cuando está ardiendo, el amante suspira y dice: «Posadero, estoy ardiendo con el fuego del amor, ¡dame un poco de agua!». Y, al tiempo que mira con atención hacia el otro lado de la puerta que el Amado ha dejado entreabierta, el amante suplica: «Meto el dedo una y otra vez en la miel del amor, ¡dame un poco de agua!».
Hasta que el viajero no esté a salvo de su ansiedad por este mundo y de las consideraciones sobre la distancia o, dicho con otras palabras, hasta que el viajero no vaya más allá de las esferas de las manifestaciones de los Nombres y Atributos y se vea honrado con la manifestación de la Esencia Divina, seguirá viajando entre el ardor y la súplica recibiendo así su fortuna: «…y su Señor los favorecerá con el servicio de una bebida pura» (76: 21).
El amante quiere cada vez más conocimiento de Dios porque cada nuevo regalo Divino acrecienta su deseo. Conforme éste aumenta, se vierten en el corazón del amante nuevos regalos. Es entonces cuando entreteje el recién adquirido conocimiento de Dios con los sentimientos y pensamientos que viajan entre las cosas y su corazón. Lo mismo que la abeja que recoge el néctar de las flores y lo convierte en la materia de la miel, el amante recoge el néctar del conocimiento de Dios de las manifestaciones de los Nombres y Atributos Divinos que se abren como flores en el jardín del universo. A continuación destila el néctar recogido pasándolo a través del filtro de su conciencia sabia y agradecida y siente como si su mirada hubiese alcanzado los destellos de los Atributos. Es entonces cuando se cumple su sueño de alcanzar al Ser Divino, y el amante se ve así sobrecogido con el mayor de los asombros.
Sa‘di, el autor del Gülistan («El Jardín de las Rosas»), expresa de la siguiente manera los sentimientos de estupor y asombro del viajero cuando este se quema y mitiga su sed:
Hay ocasiones en las que muestras Tu Hermoso Rostro,
Pero está velado y no se puede ver del todo;
Así es como Tú nos incitas a competir para que podamos verte
Intensificando nuestro fuego.
Cuando veo sin velos al Amado
De Quien estoy enamorado,
Algo sucede en mí,
Y quedo asombrado en mi camino.
El Amado enciende un fuego en mi pecho,
Que luego apaga con una lluvia sutil.
Esta es la razón de que me encontréis quemado
Y ahogado en un océano.
Ismail Haqqi Bursavi[1] presenta a los viajeros en un estado de constante embriaguez:
Todos los piadosos devotos están embriagados,
Con la bebida pura que les ofrece su Señor.
Siete, cinco y cuatro están ebrios,
Con Su Hermoso «Rostro».[2]
Si el viajero no ha preparado su corazón de acuerdo con las exigencias del viaje espiritual y los mandatos de la Shari’a —es decir, si no piensa y razona según los aspectos de la Misión Profética mientras las emociones vuelan por el reino ilimitado del estado espiritual que ha obtenido— caerá de forma irremediable, se verá confundido y consternado, y hablará y actuará de manera contraria al espíritu de la Shari’a.
Mulla Yami‘ expresa estupor y asombro en su vívido lenguaje:
Las mujeres de Egipto estaban estupefactas y se cortaron las manos cuando vieron la belleza de José. Oh Señor, luz de mis ojos, si ellas hubiesen visto Tu Belleza, habrían hundido en sus pechos las dagas que tenían en las manos. Cuando se menciona Tu Belleza, hablar de la hermosura de José no es más que inventar historias.
Dicho con otras palabras; si nos seducen la belleza y la perfección efímeras y mundanas que sólo reflejan, a través de muchos velos, al Infinitamente Bello y Perfecto ¿qué grande será nuestra incapacidad de percibir el deslumbrante sobrecogimiento y asombro que produce contemplar Su Belleza?
En estos precisos momentos, aquellos que prefieren servir al Islam y al Corán no deberían perseguir los placeres, ya sean materiales o espirituales. Lo que tienen que hacer es seguir sirviendo, ayudados por Dios, con sobrecogimiento y asombro hasta tal punto que Dios venga en su ayuda y les conceda el éxito. No deberían pensar en otra cosa que no fuese servir al Islam. El estupor es un regalo especial que se otorga al ejército de la luz y que procede del tesoro particular de Dios: «…somos a su vez Nosotros Quienes distribuimos sus medios de sustento entre ellos en la vida de este mundo…»(43: 32)
¡Dios mío! Haz que brille una luz en mi corazón, una luz en mi lengua, una luz en mi visión, una luz en lo que oigo, una luz a mi derecha, una luz a mi izquierda, una luz delante de mí, una luz detrás de mí, una luz sobre mí y una luz debajo de mí. Y concede paz y bendiciones a aquél a quien Tú has enviado como luz, a su Familia y a sus Compañeros, a todos y cada uno de ellos.
[1] Ismail Haqqi Bursavi (1653–1725): Fue uno de los grandes escritores, además de guía sufí. Pasó gran parte de su vida en Bursa, Turquía. Su Ruhu’l-Bayan (un comentario del Corán) es muy conocido. Su última obra es Kitabu’n-Natiya («El Libro del Resultado»).
[2] Bursavi, Ruhu’l-Bayan, vol. 10, pág. 276, 1911.
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