Ihsan (Excelencia, Perfección)
Ihsan tiene dos significados literales: hacer algo bien y de forma perfecta y hacerle a alguien un favor; en el Corán y en la Sunna se utiliza en ocasiones con uno de estos dos significados. En otras ocasiones, tal y como se señaló en las reflexiones sobre el Corazón que describen la conciencia del ihsan que tenía el profeta José, se utiliza para comprender ambos significados.
Según dicen los eruditos que buscan la verdad, ihsan (excelencia) es una acción del corazón que implica pensar conforme a las pautas de la verdad; crear la intención de hacer cosas buenas y útiles para luego hacerlas; y cumplir con los actos de adoración de la mejor manera posible y siendo conscientes de que Dios nos está viendo. Para alcanzar la excelencia el iniciado tiene que fundamentar sus pensamientos, sentimientos y conceptos sobre una creencia sólida; a continuación debe ahondar en esa creencia mediante la práctica de los fundamentos del Islam, al tiempo que prepara el corazón para la recepción de regalos Divinos y para ser iluminado con la luz de Sus manifestaciones. Sólo podrá hacer el bien a los demás por Dios, y sin esperar nada a cambio, aquel que haya alcanzado este grado de excelencia perfecta.
Según un dicho profético: «La excelencia es adorar a Dios como si Le vieras, porque aunque tú no Le veas, lo cierto es que Él sí te ve a ti».[1] El significado más preciso y completo de la excelencia es que no hay falta alguna en la acción del iniciado y que éste siempre es consciente de que Dios le ve constantemente. El iniciado tiene que concentrarse en sus acciones con toda su voluntad, sus emociones, su conciencia y sus sentidos, tanto externos como internos. El iniciado que es consciente hasta este punto de la supervisión de Dios y que, en consecuencia, trata de actuar de la mejor manera posible, no puede evitar hacer el bien a los demás. Hacer el bien a los demás se convertirá entonces en un atributo fundamental de su naturaleza y resplandecerá con tanta luz como la que irradia el sol.
En este sentido de hacer el bien a los demás, ihsan se puede resumir con el principio que expuso el Profeta: desear para el hermano musulmán lo que uno desea para sí mismo.[2] Su dimensión más universal se define en el siguiente hadiz profético:
A buen seguro que Dios ha decretado que sobresalgas en todo lo que haces. Si castigas legalmente a alguien con la pena de muerte hazlo con gentileza; cuando sacrifiques a un animal hazlo con benevolencia. Que quien lo vaya a sacrificar afile el cuchillo y trate de evitar un daño excesivo al animal.[3]
Ser consciente de la excelencia es como una llave misteriosa que abre la puerta a un círculo virtuoso. El iniciado que abre esa puerta y accede a ese pasillo iluminado entra en la «espiral» de una ascensión misteriosa; lo mismo que si hubiese entrado en una escalera mecánica. Además de estar dotado con esta virtud, el uso correcto del libre albedrío para hacer el bien y apartarse del mal tendrá como resultado que se avancen dos pasos por cada uno de los pasos dados: «¿Acaso la recompensa de la excelencia (al obedecer a Dios) es otra cosa que la excelencia?» (55: 60). Tal y como se puede leer en los comentarios sobre el Corán o en los libros de hadices:
En cierta ocasión el Mensajero, el más veraz y confirmado, la paz y las bendiciones sean con él, preguntó a sus Compañeros sobre el versículo: «¿Sabéis a que se refiere vuestro Señor con este versículo?». Los Compañeros contestaron: «Dios y Su Mensajero saben mejor. Y entonces dijo: «La recompensa de aquél a quien Yo he otorgado la creencia en la Unidad Divina no es otra sino el Paraíso».[4]
Cuando la conciencia de la excelencia invade el corazón como si fuesen nubes llenas de lluvia, los favores Divinos comienzan a diluviar. El que posee este tipo de corazón, al que se refiere el versículo «Para aquellos que hacen el bien, conscientes de que Dios les está contemplando, habrá lo mejor (de las recompensas que Dios ha prometido por los actos buenos) y aún más» (10: 26), siente el profundo deleite de haber sido creado como un ser humano.
Además de las bendiciones de la gracia Divina que se obtienen a cambio de las buenas acciones, hay regalos Divinos que proceden de la Gracia y la Benevolencia de Dios a cambio de la intención sincera del corazón. Para nosotros es imposible concebir o describir esos regalos.
Un corazón sano lleva hacia Dios sin desviación alguna y la excelencia es la acción del corazón más elevada y digna de recompensa. La excelencia es el camino más seguro para ascender por las pendientes de la sinceridad, el medio más seguro para alcanzar las cimas del ser confirmado por Dios y la conciencia del autodominio ante el Testigo Eterno. De entre los muchos que poseen la creencia, —además de un profundo temor y veneración por Dios y que, equipados con las alas de las buenas acciones emprenden el camino hacia Él— son sólo unos pocos los que alcanzan la cima. Ojala que quienes no la han alcanzado se esfuercen al máximo para lograrlo. Los que sí lo han hecho, sienten en lo más profundo de su ser la fealdad de lo que desagrada a Dios y son inmunes a ello; y al mismo tiempo, están dispuestos a hacer lo que Le complace y adoptarlo como si fuera su segunda naturaleza.
¡Dios nuestro! Concédenos el favor de tener un buen final en todos nuestros asuntos y líbranos de la humillación en este mundo y del castigo en la Otra Vida. Haz que tengamos tanto temor de Ti que se interponga entre nosotros y cualquier desobediencia a Ti. Y concede paz y bendiciones a Muhammad, el maestro de los que han sido distinguidos con la excelencia más perfecta; y a su Familia y Compañeros, a todos y cada uno de ellos.
[1] Al-Bujari, «Iman», 37; Muslim, «Iman», 7.
[2] Al-Bujari, «Iman», 7; Muslim, «Iman», 71.
[3] Muslim, «Sayd», 57; At-Tirmizi, «Diyat», 14; Abu Dawud, «Adahi», 111.
[4] Al-Bayhaqi, Shu‘abu’l-Iman, 1:372; Ad-Daylami, Al-Musnad, 4:337.
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