Sabr (Paciencia)

Sabr (Paciencia)

Sabr significa soportar, aguantar y resistir el dolor, el sufrimiento y la dificultad, y afrontar los problemas con tranquilidad. En sentido general significa paciencia, una de las más importantes acciones del corazón que aparecen mencionadas en el Corán. Dada su importancia, la paciencia está considerada como la mitad de la vida religiosa del individuo (la otra mitad es la gratitud).

El Corán ordena la paciencia en muchos versículos, tales como: «Buscad ayuda a través de la paciencia y a través de la oración» (2: 45). Y: «¡Sed pacientes (perseverad a través de lo que os sobreviene en el mundo en la causa de Dios), alentaos mutuamente y rivalizad en paciencia de modo mutuo» (3: 200). También prohíbe las prisas en versículos como: «y no intentes precipitar (el juicio sobre) ellos» (46: 35). Y: «…no les deis la espalda huyendo» (8: 15). Hay muchos versículos coránicos en los que Dios alaba a los pacientes, declara que los ama o menciona los rangos que les ha otorgado: «Aquellos son los que perseveran (en la desgracia y son firmes cumpliendo los mandamientos de Dios y absteniéndose de cometer pecados), sinceros (en sus palabras y actos, así como en sus pactos), devotos y obedientes, que gastan (de lo que Dios les ha proveído, en Su causa y para los necesitados) y los que imploran el perdón de Dios antes del amanecer.» (3: 17); «Dios ama a los que son pacientes y firmes» (3: 145); «…es cierto que Dios está con los perseverantes y los pacientes» (2: 153).

El Corán menciona otros muchos aspectos de la paciencia. Por ejemplo: «Pero si aguantáis pacientemente, eso es en verdad mejor para los pacientes» (16: 126), donde se aconseja la paciencia como un camino mejor a la hora de tratar con los incrédulos para comunicarles el Mensaje de Dios. «Sin duda, a los que perseveren y tengan paciencia (en cumplir los mandamientos de Dios, absteniéndose de los pecados y todas las adversidades en la causa de Dios) retribuiremos su recompensa de acuerdo con lo mejor de lo que solían hacer» (16: 96), donde se consuela a los pacientes con la mejor de las recompensas a obtener en la Otra Vida. «…si sois pacientes, actuáis con piedad para merecer Su protección y el enemigo cae sobre vosotros a la vez, vuestro Señor acudirá a vuestro auxilio con cinco mil ángeles que descenderán en picado» (3: 125), donde se promete a los creyentes la ayuda Divina a cambio de la paciencia.

Fijémonos en la importancia de las palabras del maestro de la humanidad, la paz y las bendiciones sean con él, cuando habla de la paciencia y de la gratitud:

¡Qué extraordinario es lo que le ocurre al creyente! Siempre obtiene beneficio, aunque esta condición solo es la del creyente. Si algo bueno le ocurre, se lo agradece a Dios y se beneficia; si algo malo le ocurre lo soporta, lo cual también le beneficia.[1]

Las características de la paciencia se pueden agrupar en cinco categorías: soportar las dificultades que conlleva ser un siervo verdadero de Dios o la constancia a la hora de cumplir con los actos de adoración; resistir las tentaciones del «yo carnal» y de Satán ante la posibilidad de cometer transgresiones; soportar las calamidades terrenales o celestiales, lo cual incluye la resignación ante el decreto Divino; ser constante a la hora de seguir el camino recto y no permitir que las atracciones mundanas produzcan desviaciones; no tener prisa en que se cumplan los planes o esperanzas que requieran un cierto tiempo.

En lo que respecta a sus grados, la paciencia se puede dividir en seis categorías: la paciencia que se tiene por Dios, la paciencia que se atribuye a Dios (estar convencido de que es Dios Quien permite tener paciencia); paciencia ante todo lo que procede de Dios, sabiendo que Él actúa a partir de Su Sabiduría; paciencia que se manifiesta como conformidad con lo que ocurre, tanto bueno como malo, cuando se está sirviendo a la causa de Dios; paciencia para no divulgar los misterios de la estación espiritual del individuo y mantener la cercanía a Dios; y la paciencia que se tiene al cumplir la misión o el deber de comunicar a la gente el Mensaje de Dios, a pesar del deseo más profundo de morir y encontrarse con Dios.

Hay otras definiciones de la paciencia además de las ya mencionadas. Mantener las formas cuando sobreviene una desgracia; permanecer firme ante los acontecimientos sin demostrar desaliento alguno; no rendirse a los deseos libidinosos y a los impulsos de la naturaleza personal; aceptar los mandatos del Corán y de la Sunna como si fueran una especie de invitación al Paraíso; y sacrificar todas las posesiones, incluido el propio «yo» y los seres queridos, en el nombre del Verdadero Amado.

Los comentaristas del Corán interesados en los significados internos o secretos del mismo, han dicho lo siguiente con respecto al versículo: «¡Oh vosotros que creéis! ¡Sed pacientes (perseverad a través de lo que os sobreviene en el mundo en la causa de Dios), alentaos mutuamente y rivalizad en paciencia de modo mutuo, observad vuestros deberes con Dios en solidaridad y apartaos de la desobediencia a Dios con la debida veneración a Él y piedad para que así podáis prosperar (en ambos mundos)!» (3: 200):

Sed firmes a la hora de cumplir vuestros deberes religiosos; aguantad cualquier tipo de suceso desagradable que os pueda sobrevenir; y mantened vuestro amor a Dios y el deseo de reuniros con Él. O también, sed constantes en el cumplimiento de todas vuestras responsabilidades en el nombre de Dios y para complacerle; y sabed que la paciencia y la tolerancia son un favor de Dios; y resistíos a divulgar los misterios de vuestra estación espiritual y mantened vuestra cercanía a Dios. O también, sed constantes al seguir el Camino Recto sin desviación alguna, incluso cuando las dádivas Divinas se derraman sobre vosotros; decidid soportar todas las dificultades y adversidades; y mantened vuestra conexión o vinculación con Dios pase lo que pase.

Otra forma de entender la paciencia es atribuir a Dios Todopoderoso todo lo que hay y ocurre en el universo y, al mismo tiempo que se agradece lo que parece ser placentero, resignarse ante lo que parezca disgustarnos. Cuando un creyente se desahoga ante Dios al intentar superar una desgracia o dificultad, o cuando trata de evitar transgresiones que muchos no pueden evitar, no se considera una queja contra Dios. Más bien al contrario; es la manera en la que el creyente Le pide ayuda y busca refugio en Él. No es posible tomarlo como una queja o protesta contra Dios o contra el Decreto Divino. La realidad es que, según sea la intención del individuo, esa acción debe entenderse como una súplica y una apelación, como si fuese un confiar totalmente en Él o someterse a Él.

El lamento del profeta Job ante Dios: «Sin duda, la aflicción me ha visitado (y ya no puedo venerarte como debo); y Tú eres el Más Misericordioso de los misericordiosos» (21: 83); y los gemidos del profeta Jacob: «Sólo revelo mi angustia y mi pena a Dios» (12: 86), son súplicas o peticiones a la piedad y compasión de Dios. Dios Todopoderoso alabó a Job por ser un siervo excelente al que distinguían su paciencia y sus súplicas: «Sin duda, lo encontramos lleno de paciencia y constancia. ¡Cuán excelente siervo era! Sin duda él era quien se tornaba siempre a Dios en contrición» (38: 44).

Una de las características más singulares de los Profetas y de los santos, es que encarnan la paciencia en todas sus formas y grados y que, sin desviarse de su absoluta devoción a Dios, intentan comunicar a la gente el Mensaje de Dios de la mejor manera posible, soportando las desgracias y adversidades que surgen por ello. La gloria de la humanidad, la paz y las bendiciones sean con él, que es una misericordia para toda la creación, declaró: «De entre todo el género humano, los que sufren las desdichas más terribles son los Profetas; y los que les siguen, en función del grado de su fe.[2]

La paciencia es una característica fundamental de los creyentes más avanzados en creencia, espiritualidad y cercanía a Dios, y de aquellos que guían a los demás a la verdad. Y es, además, una fuente de poder para los que avanzan hacia ese destino. Y como la gente más avanzada es la que sufre mayores desgracias, ellos son la encarnación perfecta de la paciencia, que es el precio que pagan por el rango que les ha sido conferido. Otros que han sido destinados para avanzar hacia ese punto final, cruzan las distancias que han recorrido los demás con diversos y frecuentes actos de adoración, además de soportar todo lo que les sucede. De estas personas, el Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones sean con él, dijo:

Si Dios todopoderoso ha decretado para uno de Sus siervos un rango o misión que no puede alcanzar mediante sus actos religiosos, Él hace que sufra a causa de sí mismo o de su familia y le proporciona paciencia con la que soportar todos sus sufrimientos. Así, Dios le eleva al rango que le ha destinado a través de la paciencia.[3]

Así pues, los sufrimientos que hay que soportar, las dificultades a la hora de cumplir las responsabilidades y la presión del pecado, contienen una misericordia potencial, y tener paciencia ante todas estas cosas es la esencia misma de esta misericordia. El que esté sometido a esas tribulaciones no debe desahogarse con ninguna otra persona. Véase la forma tan hermosa en la que lo expresa Fuzuli, el gran poeta otomano del siglo XVI:

Si dices ser un amante, no te quejes de las tribulaciones del amor;
Si lo haces, harás que los demás conozcan tus penas.

Los viajeros en el camino hacia Dios tienen que saber cómo arder y hervir por amor, ser consumidos por los tormentos, pero nunca han de quejarse a los demás de su amor ni de su congoja. Aunque se vean aplastados por dificultades o responsabilidades tan pesadas como montañas, no deben quejarse a nadie.

Rumi resume este grado de la paciencia de la siguiente manera:

Para que un grano de trigo sea sustento para el hombre, fortaleza para sus rodillas y «luz» para sus ojos, ha de ser enterrado en el seno de la tierra, germinar bajo ella y crecer para salir buscando el aire. Sale tras un duro combate con la tierra para luego ser cosechado, trillado y triturado en un molino. Más tarde, ha de ser amasado y horneado para acabar por fin siendo masticado, tragado y digerido.

Para conseguir la verdadera humanidad, el individuo tiene que ser «cribado» o «destilado» muchas veces para que pueda así descubrir su verdadera esencia. Si no, la capacidad de desarrollar el potencial de la persona, hasta llegar a ser realmente humano, no es posible.

Del siervo de Dios se espera que sufra,
y de la madera de áloe, que arda.

La paciencia es una dimensión fundamental y extremadamente importante de la servidumbre a Dios; y su corona es la resignación ante aquello que Dios ha decretado, que es el rango espiritual más elevado a los ojos de Dios.

¡Oh Dios! Te pido la resignación después de cualquier juicio sobre mí, la serenidad de la vida después de la muerte, el placer de contemplar Tu «Faz», y el afán de reunirme Contigo. Y concede paz y bendiciones a nuestro maestro Muhammad, aquél quien está complacido Contigo y que Te complace, a su Familia y a sus Compañeros, respetados y estimados.

[1] Muslim, «Zuhd», 64.
[2] At-Tirmizi, «Zuhd», 56; Ibn Maya, «Fitan», 23.
[3] Abu Hatim Ibn Hibban, As-Sahih 7/169; Abu Ya’la, Musnad, 10/482.

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