¿Qué ocurre con la gente nacida o que está viviendo en países no islámicos?

Los que hacen esta pregunta quieren decir esto: “Ya que creemos en Allah y Su Profeta, iremos al Paraíso. Pero los que han nacido o viven en países no islámicos no se benefician de la Luz Divina y Su Dirección, de manera que ellos irán al Infierno”. La pregunta es una táctica malintencionada; por una parte, intenta crear más dudas sobre Allah para los no musulmanes y, por otra parte, furtivamente hace una crítica al Islam.

Primero, no hay ninguna declaración general o concreta en el Islam de que los que viven en países no islámicos irán al Infierno, sino que el decreto es así: Si los que oyeron el mensaje y la invitación del Profeta –la Paz sea con él-, y atestiguaron la verdad y la luz del Islam, lo rechazan y se alejan, ellos irán al Infierno. Los que no lo hagan irán al Infierno aunque ellos hayan nacido y vivido en países islámicos.

Muchos eruditos y teólogos musulmanes han hablado y han escrito sobre lo que el Corán y los hadices dicen sobre el tema. Sin embargo, ¿por qué hace la gente preguntas de este tipo?, ¿cómo afectará o cambiará sus vidas la respuesta?, ¿les servirá de algo en la Otra Vida?, ¿hay alguna diferencia entre los que son infieles intencionados y los que no creen porque ellos nunca han oído hablar acerca del Islam?, ¿estos últimos irán al Infierno y sufrirán el mismo castigo?

Los asharíes dicen que quien no ha oído el nombre de Allah o las enseñanzas del Islam será "perdonado". Allah, como Él quiere, recompensa a tal gente por el bien que ellos hayan hecho y disfrutarán de las bendiciones del Paraíso.

La opinión de los maturidíes es algo semejante a la de los mutazilíes. Si esa gente encuentra al Creador utilizando la razón, aunque ellos no conozcan Sus Nombres ni los Atributos, serán salvados. Si no hacen esto, no serán salvados. Esta posición no es tan diferente de la de los asharíes.

Según los maturidíes, no importa dónde uno vive, para alguien que puede ver el sol y la luna cuando sube y se pone, las estrellas cuando brillan, el equilibrio y el orden de la creación, el esplen­dor y la regularidad en la enorme variedad de la creación, la grandiosidad de las montañas y las brisas suaves y relajantes sobre sus laderas, y los colores y los movimientos prodigiosos de las flores, de los árboles, y de los animales. Son los signos del Dueño, el Creador, el Dador y el Administrador de todas las co­sas. Por lo tanto, la gente puede observar y reconocer la existencia absoluta, el poder, y la gracia del Creador sin saber Sus Nombres y Atributos ni conocer Sus Libros o Mensajeros. Tal gente está entre los perdonados. Por eso cuando se hace esta pregunta, deberíamos basarnos en la opinión de los grandes imames del Islam.

El imam Ashari deduce del siguiente versículo: “Nosotros nunca cast­i­ga­mos hasta que hayamos mandado a un Mensajero” (17:15) que la gente no puede ser castigada con un mal hasta que la advertencia les alcance a través de un Mensajero auténtico.

Según los maturidíes, la razón puede distinguir el bien del mal. Pero sería un error decir que la razón puede resolver todo por sí misma. Esta es la causa de que Allah envíe a los Mensajeros para transmitir Su Mensaje y no deje nada al juicio y la experiencia falibles de los humanos. El argumento de los maturidíes es así: La razón puede entender que el adulterio y la fornicación son malas, porque tales prácticas interrumpen la genealogía y el linaje y hacen que se pierdan, y que causen problemas en la herencia y otros asuntos. La razón puede entender que el robo es malo, ya que no permite a nadie vivir en un grado mínimo de seguridad; y que el alcohol y otras sustancias estupefacientes son malos porque hacen que la gente pierda la conciencia, dañan la salud, los hacen vulnerables a muchas enfermedades y pueden afectar a sus descendientes.

Podemos hablar de lo mismo en el caso del bien. La razón puede comprender que la fe en Allah está bien, ya que nos conduce a la satisfacción y la alegría interior. Incluso en este mundo, comenzamos a sentir la alegría que tendremos en el Paraíso. El camino de la fe no es tan difícil. Una vez, un beduino se acercó al Profeta y le explicó cómo había alcanzado la fe: “El excremento de camello mostraba la existencia del camello. Las huellas en la arena indicaban la presencia de un viajero. El cielo con sus estrellas, la tierra con sus montañas y valles, y el mar con sus olas ¿acaso no indicaban al Todopoderoso, el Omnisciente y el Sabio?” Como él alcanzó la fe en Allah a través de la reflexión, nosotros no podemos subestimar el papel de la razón y el pensar en la fe.

Teniendo en cuenta este punto, Maturidi dice que uno puede encontrar al Creador mediante la razón. Hay muchos ejemplos de las épocas pre-islámicas. Uno es Waraqa ibn Nawfal, el primo de Jadiya, que sintió que un Profeta vendría durante su vida porque muchos de los signos se habían realizado. Cuando la primera Revelación se le anunció a Muhammad, Jadiya buscó el consejo de Waraqa. Él confirmó la veracidad de la misión de Muhammad y las revelaciones. Entendiendo que ningún bien vendría de los ídolos, Waraqa los ignoró y, por su propio juicio, creyó en la existencia de Allah el Único.

Otra persona era Zayd ibn Amr, el tío de Omar ibn al-Jatab. Sabía que la llegada de un Profeta era inminente, ignoró los ídolos y adoró a Allah el Único. Aunque él murió antes de Muhammad, por intuición sabía que vendría. En su lecho de muerte, llamó a su hijo Said, Omar y otros miembros de la familia y les dijo: “La luz de Allah está en el horizonte. Creo que surgirá del todo muy pronto. Yo siento sus signos sobre nuestras cabezas. En cuanto el Profeta aparezca, sin perder tiempo, id y uníos a él.”

Cualquier “dios” o “diosa” hecho por los humanos no puede ser Allah ni puede satisfacer las necesidades de la gente, ya que tales cosas necesitan a un creador. ¿Cómo puede alguien, que tiene esas necesidades, querer satisfacer y proveer a los que lo apelan? Por tal simple razonamiento, podemos comprender nuestra necesidad de conocer al Señor del Cielo y la Tierra. Cuando dirigimos nuestra mente y razón a la Revelación, nuestra necesidad de conocer está satisfecha y el camino a la dicha eterna está abierto.

En suma, la única gente que irá al Fuego son los que ven u oyen hablar del Profeta y del Corán, pero no buscan más conocimiento sobre ellos. Los que permanecen en la oscuridad involun­tariamente, porque no tienen ninguna posibilidad de oír acerca de estas cosas, pueden beneficiarse de la Gracia Divina y no ser culpables o castigados por sus hechos incorrectos.

Esta pregunta nos recuerda la diferencia entre los primeros musulmanes y los actuales y nuestros deberes hacia los no musulmanes. Los primeros musulmanes vivieron el Islam enteramente, lo establecieron y extendieron sobre un área grande y así despertaron la conciencia colectiva de la humanidad. Cuando leemos sus biografías, vemos la grandeza en sus pensamientos y vidas, así que llega a ser obvio por qué los que entraron en contacto con ellos abrazaron el Islam. Ellos eran tan intrépidos e indomables, tan indiferentes con los placeres y los sufrimientos de la vida mundana, que dejaron una impresión duradera sobre el mundo.

Gracias a su sinceridad y celo, muchas personas aprendieron el Islam en muy poco tiempo. Durante el califato de Uzman (gobernó entre 644-56), el Islam se extendió del Estrecho de Gibraltar al Mar de Aral, de Anatolia a la Gran Muralla china. Durante el tiempo de Muawiya (gobernó entre 661-80), los musulmanes se extendieron hasta el Océano Atlántico. Marruecos, Túnez, y Argelia estaban bajo la bandera gloriosa del Islam.

Ya que estos musulmanes vivieron el Islam íntegramente, a la mayoría de la gente en aquellas tierras les gustaban y los respetaron. Sus vidas ejemplares condujeron a muchos al Islam. Los cristianos nativos y judíos preferían la ley musulmana a la de sus correligionarios. Una vez cuando los jefes musulmanes tuvieron que marcharse de Damasco, la comunidad cristiana y sus líderes religiosos rezaron en sus iglesias para que los musulmanes no se marchasen. Cuando los musulmanes se marcharon, los cristianos prometieron vivir bajo su dominio y pagar el impuesto previsto -yizia- si ellos decidían volver.[1]

La sinceridad de estos musulmanes atrajo a muchas personas al Islam. Ciertamente, es imposible imaginarse cómo podría haber sido de otra manera, dado que aquella gente conoció a los primeros musulmanes, y cada uno de ellos era un “Omar” en la sinceridad y el compromiso. Ellos guardaban largas vigilias durante la noche, y eran guerreros legendarios a caballo durante el día. Persuadieron tantos corazones e imp­re­sionaron a tanta gente que todos creyeron que el mundo entero pronto pertenecería al Islam.

Hoy los musulmanes no pueden proporcionar seguridad ni tan siquiera en una pequeña área aunque sea de su propia comunidad. Visto lo cual, se puede ver los éxitos de las administraciones musulmanas tempranas, observados en su luz y grandeza auténticas. A cambio de su seguridad, fiabilidad, sabiduría, sutileza de mente y piedad, las puertas de muchos castillos y ciudades les fueron abiertas -no como poseedores de títulos honorarios o visitantes, sino como gobernadores y jefes-.

Cuando los musulmanes conquistaron Siria y Palestina, los comandantes pidieron las llaves de la Mezquita Sagrada. El Patriarca les dijo que las daría sólo a la persona descrita en sus libros santos, porque sólo él era digno de recibirlas. Mientras discutían, el califa Omar y uno de sus esclavos venían de Medina. Nadie sabía cómo viajaba. Sin embargo, el Patriarca y los sacerdotes sabían cómo vendría el poseedor legítimo de las llaves.

Omar tomó prestado un camello del tesoro estatal, y él y su criado se turnaron para montar en él. Cuando los comandantes musulmanes se enteraron de esto, rezaron para que Omar montara cuando cruzaran el río Jordán. Ellos pensaron que, como los bizantinos estaban acostumbrados a ver la pompa y la magnificencia en sus gobernantes, Omar podría sentirse avergonzado si conducía un camello mientras su criado lo montaba, y cruzaba el río con los pantalones remangados.

En realidad, la peor pompa es la injusticia y Omar trataba de evitarla. Lo que sus comandantes temían, se hizo realidad. La ropa de Omar, llevada y azotada por el viaje, estaba llena de manchas. Cuando el Patriarca vio a Omar, gritó: “Este es el hombre cuya descripción tenemos en nuestros libros! Ahora le daré la llave.” A causa del conocimiento especial obtenido de sus libros, los sacerdotes sabían cómo aparecería Omar y cómo cruzaría el río. La entrega de las llaves de la Mezquita Sagrada a los musulmanes fue el motivo de que muchas personas abrazaran el Islam.

Con un ardor incondicional, Uqba ibn Nafi partió para divulgar la palabra del Islam. La conquista de África se debió a él. Después de victorias sucesivas, algunas personas sintieron envidia de su fama e informaron injuriosamente al Califa sobre él. Provocaron al Califa, y Uqba fue despedido de su cargo, fue detenido y se le impidió extender el Islam. Su único dolor y su gran deseo durante el período del encarcelamiento fueron expresados así: “Quisiera poder haber extendido el Islam por toda África. Me han impedido alcanzar esto. Es la única cosa que lamento.”

Al libertar y luego designar a Uqba como gobernador de África, Yazid hizo posible para él relanzar la conquista de África y la extensión del Islam. Uqba alcanzó el Océano Atlántico. Cabalgó en el Océano y gritó: “¡Señor Mío! ¡Si este mar oscuro no me hubiera impedido ir más lejos, yo llevaría Tu Nombre Santo a ultramar!”

Cuento estos relatos históricos para recordar cómo el Islam se presentó en el pasado y cómo está ahora. Los primeros musulmanes tomaron el actual Azerbaiyán, Irán, Iraq, el norte de África, Bujara, Tashkent, Samarcanda, los lugares que verían nacer a Bujari, Muslim, Tirmidhi, Ibn Sina –Avicena-, al Farabi y Biruni[2], en un período de 25 años. Estos musulmanes tempranos llevaron el Islam a casi cada parte del mundo entonces conocida e hicieron que la bandera gloriosa de “No hay más dios que Allah y Muhammad es Su Mensajero” ondeara sobre muchas tierras.

En cuanto a nosotros mismos, si no podemos hablarle de la Verdad a nuestros vecinos, para qué ir a tierras extranjeras a predicar a la gente de allí. Algunos de nuestros vecinos pueden estar dispuestos a escuchar, pero no podemos persuadirlos. Nuestras palabras regresan rechazadas, como si fuesen paredes de hielo. Salen de las bocas pero no penetran en los corazones y las almas de la gente.

Indicamos esto sólo para llamar la atención en la distancia inconmensurable que hay entre nosotros y los Compañeros del Profeta. Ellos transmitieron el Islam a todos los pueblos y vivieron sólo para hacer esto. Cuando no pudieron hacerlo, sufrieron y sintieron dolor por las tierras y la gente que quedaban ignorantes de la Verdad.

Al contrario, hoy no podemos establecer el Islam totalmente en nuestras vidas individuales, y todavía menos podemos transmitir su mensaje a la gente en el extranjero. No hemos abandonado nuestras necesidades personales y preocupaciones, ni hemos dado la prioridad absoluta a trabajar en el camino de Allah. Recordamos los caminos a nuestras casas, nuestros empleos y nuestras vidas mundanas. Algunos de nosotros que fuimos a países no musulmanes lo hicimos por razones económicas, no para llevar el nombre de Allah a aquellas tierras; por eso, somos incapaces de extender el Islam entre ellos.

Si los no musulmanes ahora están perdidos en la desviación, la corrupción y la incredulidad debido a nuestra propia ignorancia, pereza, e incompetencia, nos llamarán para pedirnos cuentas. Dar conferencias y organizar seminarios y paneles se pueden considerar como afanes en el camino de Allah pero no como el servicio verdadero al Islam. Si el servicio verdadero al Islam se compara con un gran palacio, todavía vagamos alrededor de la primera entrada del mismo. Puesto que aún no hemos entrado a realizar la tarea, muchas personas se pierden. A veces les hablamos del Islam, pero no logramos liberarnos de las discusiones vanas internas y de los conflictos.

Estamos muy lejos de representar el Islam al nivel del Califa Omar, Uqba ibn Nafi y otros de esa talla. ¡Quién sabe cómo sus opositores fueron golpeados por el miedo al ver su coraje decidido y su devoción indomable a Allah!; o maravi­lla­dos por su veracidad, generosidad, justicia y su humanidad, todo lo cual los movió a preguntarse acerca del Islam para después abrazarlo. El hecho de que muchos de los países en los cuales ahora viven los musulmanes fueran conquistados por los primeros musulmanes muestra el grado de sinceridad absoluta que se puede alcanzar en el camino de Allah.

Considerado desde este ángulo, la pregunta de los no musulmanes, sobre todo los que viven en países no islámicos, toma un aspecto diferente. Tenemos que verlos con una mayor tolerancia y decir: ¡Qué vergüenza para nosotros! No hemos sido capaces de transmitirles el Islam de modo que puedan dejar la oscuridad en la cual viven. Esto ayudará a introducir aquí la historia real de una familia alemana.

Un trabajador turco vivió con una familia alemana. Él prestaba gran atención a sus deberes religiosos y los practicaba con asiduidad. Mientras estaba con la familia alemana, les hablaba del Islam. Al cabo de un tiempo, el padre se hizo musulmán. Su esposa le dijo, como hizo la esposa de Amir ibn Tufail: “Hasta ahora, nosotros siempre estábamos juntos. Estemos juntos en el futuro también, juntos sobre el Puente de Sirat y también en el Paraíso. Si el Islam realmente nos hace alcanzar los reinos divinos, como dijiste tú, ¿por qué debería yo quedarme atrás de tal bendición mientras tú disfrutas de ello?” Así, ella abrazó el Islam. Los niños la siguieron, otros miembros de la familia se hicieron musulmanes y la casa se convirtió en un jardín del Paraíso.

Unos días después, el marido vino y dijo estas palabras alarmantes al trabajador turco: “No podría expresarte mi amor y gratitud porque has sido un huésped honrado para nosotros. Sin embargo, a veces me enfado mucho contigo y hasta quiero darte una paliza. Tú viniste y el Corán, el Profeta y la fe en Allah te siguieron. Mi casa se hizo una morada divina. Pero yo tenía un padre. Era un hombre muy recto y bueno. Falleció unos días antes de que tú vinieras. ¿Por qué no pudiste llegar un poco antes y hablarle del Islam también?”

Estas palabras representan verdaderamente la voz, la queja, el reproche de todo el mundo no musulmán. Hemos fallado en no llevarles el Islam. Aún en nuestros propios países nosotros hemos sido incapaces de hacer un esfuerzo suficiente o sostener la causa del Islam para hacer que nuestra propia gente lo conociera correctamente.

Otro aspecto de la pregunta es este: Los que nos arrebataron el Islam siempre prometían un estándar de vida occidental. Sin embargo 150 años más tarde somos todavía mendigos en las puertas de Occidente. Se ha cambiado poco y no podemos decir que hayamos progresado en cualquier sentido importante. Occidente sigue tratándonos como los criados que dejan sus países a cambio de salarios pobres. Incluso aunque presentemos a su gente los principios de oro del Islam, el mensaje que abrirá las puertas del Paraíso para ellos, nos rechazarán tanto al Islam como a nosotros. En parte, es porque somos despreciados trabajadores a su disposición. Como siempre, los ricos tienen la dificultad de imaginarse que necesitan algo de los mendigos que hay a sus puertas.

Los musulmanes han sido derrotados en diversos campos muchas veces y han permanecido dependientes de Occidente. ¿Por qué Occidente debería escucharnos? Sólo si podemos vivir y establecer el Islam con perfección, yendo a los no musulmanes con una confianza basada en nuestro propio honor, dignidad, grandeza y sólo por Allah, podemos esperar que ellos nos escuchen y acepten el Islam. No podemos seguir ofreciendo una imagen negativa ante sus ojos, pero no podremos cambiar esto a menos que nosotros recuperemos y reafirmemos nuestra verdadera identidad.

En la Próxima Vida, les preguntarán por qué no ab­razaron el Islam y ellos nos preguntarán por qué no se lo transmitimos. Así, las responsabilidades tanto de musulmanes como de no musulmanes deberían ser consideradas iguales. Cualquier juicio sobre los no musulmanes debería ser hecho justa y correctamente. No podemos condenar a los no musulmanes al Fuego simple­mente por no ser musulmanes, tampoco podemos soñar que la gente abrace el Islam solamente porque se lo pidamos.

Creemos que el equilibrio global cambiará en un futuro próximo. Especialmente en Turquía, Asia turca central, Egipto, Pakistán y en algunos otros sitios, los musulmanes recuperarán su conocimiento y educarán a individuos fuertes que se parecerán a los primeros musulmanes en su deseo de establecer el Islam y sus altos valores en otras tierras. Sólo el esfuerzo sostenido y sincero hará del Islam un factor principal y respetado en el mundo y hará que las voces de sus seguidores sean oídas. Esto no es imposible. Los que lo realicen serán los musulmanes de buen carácter cuyas almas estén vinculadas al Islam, pero no aquellos musulmanes incoherentes e inadecuados que sigan sus necesidades y deseos corporales y sólo se vinculen al Islam de vez en cuando.

 



[1] Este incidente ocurrió cuando el gobernador musulmán abandonó la zona porque creyó que no podría defenderla contra el asedio del ejército bizantino. Al salir de Damasco, las autoridades musulmanas devolvieron los impuestos que habían sido recogidos para la protección comunal de la población. Cuando los musulmanes pudieron volver, la población indígena se sometió de nuevo con mucho gusto a la ley musulmana.
[2] Algunas de las figuras más importantes en la Historia islámica.
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