¿Es correcto relacionar el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) con una de las señales del Día del Juicio Final, «la Bestia de la Tierra» (Dabbat al-ard)?
La pregunta menciona dos asuntos. Uno tiene que ver con lo que es el VIH y su enfermedad asociada, el sida; el otro tiene que ver con cómo los musulmanes consideran el sida y otros fenómenos similares. Primero tratemos el primer asunto.
¿Qué es el SIDA?
El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida —en su acrónimo SIDA— es una infección viral que destruye las defensas inmunitarias del cuerpo frente a las enfermedades. Como sus efectos son dramáticos y casi siempre fatales, ha sido llamada la peste de los tiempos modernos. También se extiende muy rápido —se calcula que el número de la gente infectada se duplica cada diez meses—. Una persona padece sida en el momento en que su organismo, debido a la inmunodepresión producida por el VIH (Virus de Inmunodeficiencia humana), es incapaz de ofrecer una respuesta inmune apropiada frente a las infecciones. Sería importante citar aquí la diferencia entre estar infectado por el VIH y padecer sida. Una persona infectada por el VIH es seropositiva, y desarrollará un cuadro de sida cuando su nivel de Linfocitos T CD4 (el tipo de célula atacada por el virus) desciende por debajo de 200 células por mililitro de sangre (asimismo, el virus tiene tropismo neurológico, o lo que es lo mismo, ataca al cerebro). La infección por VIH es considerada en la actualidad como incurable, aunque existen medicamentos antirretrovirales capaces de contenerla. En los países desarrollados, los infectados pueden llevar una vida totalmente normal, como un enfermo crónico, sin desarrollar un cuadro de sida gracias al tratamiento; sin embargo, en otras partes del globo donde no están disponibles estos medicamentos (África) los infectados desarrollan sida y mueren pocos años después de haber sido diagnosticados.
El SIDA fue diagnosticado por primera vez en 1981. Una vez que se realizaron las primeras investigaciones —cómo la infección es transmitida, cómo se desarrolla y progresa, y la dificultad para contenerla, sin mencionar su difícil curación— se hizo extensamente conocida y la reacción popular fue el pánico.
No se sabía nada de dicha enfermedad antes de los ochenta. ¿De dónde provenía? Entre otras teorías conspirativas, una de ellas era que el virus se había «escapado» de experimentos incorrectamente controlados en los Estados Unidos con el objetivo de encontrar nuevas armas de guerra biológica o química. No existe ninguna prueba para tal acusación. Tampoco existen pruebas convincentes de otra teoría popular, que indica que la enfermedad se originó en una especie particular de mono en África, «saltó» a los seres humanos, y fue llevada entonces, tras una transmisión de tipo sexual de un americano en un viaje a África a los Estados Unidos, de donde se extendió por todo el mundo. La realidad es que hoy en día nadie sabe con seguridad cómo se originó el VIH (Virus de Inmunodeficiencia humana).
Sin embargo se tienen ciertos conocimientos sobre como la enfermedad es transmitida. Se transmite por el intercambio directo de fluidos corporales; en ciertos países el VIH se transmite más comúnmente durante las relaciones sexuales entre homosexuales de sexo masculino o por compartir agujas para inyectarse drogas prohibidas. La transfusión de la sangre infectada también puede desembocar en la enfermedad, y puede pasar a los bebés a través de las mujeres embarazadas infectadas.
El VIH puede tener rasgos de epidemia en algunas partes del mundo pero, gracias a Dios, las poblaciones infectadas en menor medida son musulmanas, tanto en los países musulmanes como en el resto. Los nobles valores y la moralidad del estilo de vida islámico han protegido a los musulmanes frente a tal desastre, aunque ellos hayan sufrido una campaña larga e intensiva para renunciar a tal estilo de vida que favorece la expansión del sida. El VIH es un rasgo visible de las impurezas que fluyen bajo (o junto con) la corriente principal del «estilo de vida moderno»; pero por motivos que no vienen al caso en este artículo, pienso que sería mejor evitar hablar extensamente acerca de lo inútil, absurdo o inmoral. Para ser franco, incluso hablar acerca de una cuestión como el VIH me causa una considerable inquietud y vergüenza. Por lo tanto menciono el asunto con el fin de que puedan aproximarse al mismo en un camino que beneficia el entendimiento y el bienestar de la gente recta.
Ahora, en cuanto a la segunda materia. ¿Cómo deberían los musulmanes, como musulmanes, entender el concepto de VIH?
Cómo responder a fenómenos como el VIH
Desafortunadamente es cierto que alguna gente opina que el VIH está vinculado la frase coránica dabbat al-ard, que literalmente significa la «Bestia terrenal», cuya aparición indicará la cercanía del Día del Juicio Final. Nos centraremos en el contenido de este enfoque, pero existe aquí un punto general que también necesita ser discutido.
Leer dabbat al-ard en referencia al VIH es un ejemplo concreto del fracaso general de tener demasiada confianza en relacionar términos modernos con términos empleados en el Corán y los hadices. Un ejemplo especifico es la interpretación precipitada de alguna gente —pensando sin dudar para afirmar la «validez científica» de hadiz— de la advertencia del Profeta: «Huye de la lepra como huirías de un león».[1] Esa gente creía en la metáfora, ampliamente relatada, del león porque los microbios asociados con la lepra se veían similares al león. Investigaciones científicas probaron que esta semejanza era errónea. En este momento si algún musulmán ha creído que lo que el Profeta dijo tuvo relación con la forma del microbio de la lepra, esa creencia de los musulmanes no sería vulnerable a que las manifestaciones atribuidas al Profeta han sido establecidas como falsas.
Realizar reivindicaciones de este tipo anteriormente citadas puede ser pernicioso. Hacerlo de esta manera, sin conocimiento y comprensión de la verdad esencial es garantía de equivocación. Además, ninguno de los hallazgos de los investigadores científicos son totalmente ciertos o demuestran una verdad absoluta. Ni los procedimientos de investigación ni los procesos de razonamiento sobre los resultados de las investigaciones están libres de error.
En verdad, la posición aceptada de manera más amplia entre los propios científicos es la esperanza de la eliminación gradual en la ciencia, uno por uno, de los errores pasados y presentes. Doctrinas positivistas y racionalistas extremas son generalmente rechazadas ahora. Parece más impropio, por lo tanto, busca comprender o explicar el Corán o el hadiz basándonos en que es, en el mejor de los casos, incierto e hipotético, y probablemente falso. Un gran volumen de artículos y libros elaborados en dicha línea durante tiempos recientes, serán ridiculizados en el futuro. Con seguridad, existe una recompensa a la sinceridad y las buenas intenciones; pero, ¿qué pasaría si la sinceridad y las buenas intenciones resultaran en un debilitamiento de la fe y de la práctica, en lugar de un fortalecimiento? ¿Qué ocurriría si conduce a los musulmanes a ser avergonzados y burlados debido a la ingenuidad de los argumentos propuestos por parte del Islam? Según nuestra perspectiva, la gente que se ha aproximado al asunto del VIH a través de lo expuesto, ha errado.
Es seguramente más sabio, más digno en su intención y resultado, abordar tales temas desde una perspectiva tradicionalmente islámica. Razonamientos que así lo hacen, aunque «viejos» permanecen frescos, claros y vigentes. El alcance y el modo de sus explicaciones mantienen un vínculo con las verdades generales del Islam. Precisamente por esta razón, son capaces de enlazar las realidades específicas a circunstancias particulares y son, por lo tanto, relevantes e instructivas. Los argumentos que se amoldan al orden del día de las circunstancias modernas (cuando no se equivocan en un principio) se pasan pronto de moda.
La enseñanza tradicional comienza con la creencia de que Dios existe, y Muhammad es Su Mensajero. Esto es así para poder explicar cómo los acontecimientos particulares o las entidades en el universo, desde el más pequeño hasta el más grande, afirman dicha creencia. Es totalmente diferente de la aproximación que empieza con la aceptación de las así llamadas verdades de la ciencia, y luego anhela, basándose en tales fundamentos débiles e inseguros, construir el entendimiento y el conocimiento del Creador y la enseñanza de Su Mensajero.
No tengo ninguna duda de que los musulmanes que tratan de reconciliar el conocimiento de hoy en día y los acontecimientos actuales con el Corán y los hadices sean bienintencionados. Al hacer esto, ratifican las afirmaciones del Corán y hadiz. En oposición a ciertas actitudes provocadas por el exceso de confianza en las ciencias naturales, en el positivismo y en el racionalismo, pretenden demostrar que el Corán y los hadices en ningún momento se contradicen, sino que armonizan con los resultados de una investigación científica experimentalmente verificada. Ellos desean comunicar algo sobre Islam a aquellos eruditos, pensadores y sus estudiantes, cuya cosmovisión es demasiado reducida debido a las normas y los procedimientos de la investigación científica. Debido a los motivos explicados anteriormente, con seguridad sus esfuerzos serán motivo de crítica en un futuro. Sin embargo, decir que su acercamiento es íntegramente o exclusivamente perjudicial sería emitir un juicio poco meditado y precipitado. La sabiduría del Corán y el hadiz no precisa de ningún apoyo externo —su autoridad, firmeza, y exactitud apelan directa y naturalmente a la intuición y la conciencia humanas—. Lo que es lo mismo, no deberíamos criticar en exceso los sinceros esfuerzos para presentar pruebas adicionales, externas que tratan de deshacerse del polvo que impide a nuestras pobres mentes captar las correspondencias o compatibilidades entre las verdades absolutas del Islam y las «verdades» inseguras de la ciencia; pero lo que debemos rechazar es que la verdad del Corán y el hadiz debería depender de la verificación y confirmación de datos científicos, que tal y como se ha explicado anteriormente, están incompletos, desconectados del sentido y el propósito de una vida en su conjunto, y vulnerables a cambios, tal y como las fronteras de la ignorancia humana cambian.
Permítanme ahora retornar al asunto del VIH —Virus de la Inmunodeficiencia Humana, agente causante del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) — en relación a Dabbat Al-ard.
Dabbat Al-ard
La frase aparece tanto en el Corán como en el hadiz. Dabba implica cualquier entidad que se arrastra, se desliza o se mueve en la tierra sobre sus extremidades. Dios describe en el Corán a todas las especies de las criaturas animadas de la Tierra como dabba:
Dios creó todo cuanto existe y lo originó según Su voluntad. Él creó todo ser vivo de un solo origen: el agua, de cuya sustancia ningún ser vivo puede prescindir. Luego diversificó esos seres vivos en diversas especies y categorías, con capacidades y aptitudes propias. De los animales hay quienes se deslizan, como los peces al nadar en las aguas, o los reptiles en la tierra. Hay quienes andan con dos piernas, los bípedos, como son los humanos; otros andan sobre cuatro, los cuadrúpedos, como el ganado y las bestias. Dios crea lo que le place en la categoría o el género evidenciando su potestad. Él es el Omnipotente. (Sura Nur, 24:45)
De su uso en su contexto, vemos que dabba podría referirse a cualquiera de las criaturas conocidas por la especie humana, desde los microorganismos hasta los dinosaurios. Sin embargo, existen organismos que nos son desconocidos, e incluso otros que Dios creará en un futuro, como Él así lo dispone. El virus del VIH que causa el SIDA puede hallarse entre aquellos microorganismos que se han hecho recientemente conocidos.
El término es empleado de nuevo en otros versículos coránicos, cuando Dios afirma que Él proporciona el sustento para cada una de las criaturas de la Tierra. Por ejemplo:
Que esos humanos sepan que el poderío de Dios y Su gracia alcanzan todo cuanto existe, pues no hay un ser que se mueva en la tierra, que Dios, glorificado sea, no haya, con Su infinita bondad, provisto de la sustancia necesaria para su supervivencia, y no ignora el lugar en donde desarrolla su vida ni en dónde morirá; porque todo está registrado en un Libro que no deja pasar ningún detalle. (Sura Hud 11:6)
Y muchos seres vivos que habitan la Tierra junto a vosotros no pueden, por su debilidad, llevar y trasladar su sustento para comerlo o ahorrarlo. Dios les facilita la vida, y el modo de buscar su sustento. También a vosotros os facilita la vida y el sustento. Él escucha y sabe bien todo lo que Él creó. (Ankabut 29:60)
Pero el término dabba mencionado en la pregunta se halla en este versículo de la Sura de Naml:
Y cuando se pronuncie la realización de la promesa de Dios estableciendo la Hora y se aproxime el castigo de los incrédulos, Dios hará surgir entre la gente una criatura de la Tierra que les dirá —entre otras cosas—: «En realidad, los incrédulos no creían en Nuestros milagros ni tampoco en el último Día y ahora se ha realizado lo que habían desmentido. Esto es el terror de la Hora y de lo que sigue después». (Sura Naml 27:82)
La conjunción temporal «cuando» a la que el versículo alude es aquel tiempo en el que la tarea por la cual todas las criaturas fueron creadas —concretamente mostrar los Nombres y Atributos de Dios—, se halla concluida, y la Tierra no es ya necesaria para servir como un escenario de exposición. Tal exposición fue sostenida porque Dios mismo así lo desea para ser conocido y afirmado. Cuando Dios no es conocido y la humanidad se aleja de Sus signos y rechaza la Verdad, cuando los creyentes, que gradualmente disminuyen en número, finalmente se reducen a la mínima expresión, y el mundo corrompido no es ya necesario, Dios decretará que los seres humanos y el mundo por igual sean destruidos. Con el fin de ejecutar este decreto, Dios creará un dabba, con capacidad para hablar, a partir de la tierra. Sea cual sea su forma de expresión —oral, gestual o mediante otros medios—, pronunciará que ya no habrá creyentes sinceros en los signos de Dios a partir de ese momento. Es decir, el talante de dabba significará que la calidad de la creencia y de los creyentes ya no mejorará, mejor dicho, decaerá y se debilitará y finalmente se extinguirá. Además, el hecho de que los versículos que aluden a la Resurrección aparecen tan sólo después del versículo citado indica que dabbat al-ard se encuentra entre el más importante y último de los signos del final del mundo.
Dabbat al-ard es, probablemente, el último de los diez signos del Último Día.[2] El estudio del versículo en su contexto deja claro que toda la vida islámica, sus movimientos y valores, llegarán a un final, los nuevos creyentes no superarán a sus predecesores, y aquellos quiénes creen en Dios carecerán de convicción y certeza (yaqin). Una explicación consiste en que la ciencia y la filosofía habrán realizado progresos tales en dicho tiempo, unos avances tecnológicos y descubrimientos fascinantes que provocarán —los seres humanos, siempre intrigados en la creación de los seres animados, habrán intentado crear a seres humanos; habrán construido robots y tratado de encargarles la administración de ciertos asuntos— que el mundo se halle lleno de de individuos que reivindiquen (y creen) haber creado a otras criaturas—. Y la gente que hace tal reclamación nunca puede alcanzar la certeza (yaqin) en su fe y su conocimiento de Dios. Es una parte de lo que podría ser deducido de todo el contexto del versículo.
Dabbat Al-ard aparece en los hadices del Profeta con el mismo significado general que en el Corán. Los hadices indican que las cosas dabba realizarán actos tales como: «Dabba surgirá, y se expandirá a lo largo y ancho de la Tierra y se apreciará en todas partes...»
Ahora, en cuanto a si dabbat al-ard guarda relación con el VIH:
¿De algún modo puede el VIH tener algo que ver con dabbat al-ard?
En primer lugar, mientras puede ser correcto decir que el VIH es un aspecto o una parte de la entera realidad de dabbat al-ard, no es correcto indicar que es dabbat al-ard en sí. Puesto que si el término VIH es establecido como el único referente de la frase, la importancia del versículo es de este modo restringida y no perduraría el problema del VIH. Muchas enfermedades han golpeado la especie humana en el pasado, arrebatando numerosas vidas, y más tarde fueron olvidadas puesto que se hallaron los medios para combatirlas. Abu Dawud relata un hadiz de Umm Salama: «Dios no creó una enfermedad sin que Él proporcionara su cura».[3] En otro hadiz, aprendemos que sólo la muerte y el envejecimiento son incurables.[4] Esto significa que debe existir una cura para el sida, esperando ser descubierta.
En segundo lugar: mientras hay, en efecto, numerosos casos de sida en algunos países, la epidemia no ha alcanzado en ninguna parte las dimensiones registradas (por ejemplo) por la tuberculosis en el pasado; ni en el presente, el número de afectados se asemeja al número de pacientes con cáncer. Estas enfermedades también podrían mencionarse como dabbat al-ard. De hecho, en vista de las cifras de sus víctimas, podría ser más apropiado hacerlo. Sin embargo, deberíamos calificar tal declaración añadiendo explícitamente que la tuberculosis o el cáncer, igualmente, sólo podrían ser aspectos de la realidad entera de dabbat al-ard. La tuberculosis y la peste fueron derrotadas por la medicación y el tratamiento concedido por Dios a la especie humana, (y casi) fueron borradas del libro de dabbat al-ard. Algunos tipos de cáncer en sus etapas iniciales de crecimiento pueden ser con éxito tratados ahora. Puede que el tratamiento contra el VIH también sea encontrado pronto. La peste solía ser una pesadilla para la gente en el pasado. En la ciudad árabe de Amwas, terminó con la vida de más de 30.000 personas, de entre los Compañeros.[5] Raramente oímos tales cifras de víctimas hoy en día, excepto en muy pocos incidentes situados en partes remotas del mundo. Aquella peste que causó dichas epidemias ampliamente extendidas y fatales, bien podría haber sido llamada dabbat al-ard. Pero no fue así. Del mismo modo, en este momento, el cáncer es un «gran asesino» a lo largo y ancho de todo el mundo. Pero, con el poder de Dios, los tratamientos avanzados y una cura serán hallados. Ahora, en términos de número de víctimas como consecuencia de la enfermedad, el cáncer es mucho más probable que sea un candidato mejor en relación con la descripción de dabbat al-ard que el VIH. Pero cuando las curas sean encontradas para ambos, aquellos que insisten en una interpretación limitada de cualquiera de los dos como dabbat al-ard ¿no se arriesgan a que la gente se dirija hacia un debilitamiento de su confianza en el Corán y el hadiz?
El fenómeno del VIH puede ser perfectamente un aspecto de la total realidad de dabbat al-ard o realizar una parte de la obra que dabbat al-ard debe hacer en el futuro. Del mismo modo, el cáncer puede ser el mismo tipo de cosa y emprender parte de los esfuerzos de dabbat al-ard. Por otra parte, el mismo dabbat al-ard, que es un gran signo y un medio de la declaración a los seres humanos que la fe verdadera se desgasta, algo que, cuando indicamos antes, puede deberse al abuso de la ciencia y la tecnología, es una entidad única, muy diferente de sus aspectos constituyentes. Esto será un fenómeno alejado eliminado de lo familiar y, debido a su absoluta singularidad, su ser ajeno (gharaba), difícil de comprender.
Tal y como se indicó anteriormente, la aparición de dabbat al-ard marcará el final de todos los valores islámicos. Sin embargo, como está indicado en el octavo versículo de la Sura Saf en el Corán: Pero Dios lo iluminará todo, completando Su religión, aunque lo detesten los incrédulos (Su favor del Islam). Por lo tanto, si en efecto dabbat al-ard apareciera en la Tierra, sería un golpe mortal a nuestras esperanzas, porque su aparición señala el final de cierta creencia (yaqin) y conocimiento de Dios. Habrá un final para todo ello y disminuirá a partir de entonces. Pero, tal y como sabemos que habrá un renacimiento y un despertar islámico, en el que el Islam ganará de nuevo su posición debida en el equilibrio del mundo, y en el que los musulmanes de todo el mundo buscarán y encontrarán la dirección de su Profeta Muhammad, ¡demos por terminada la conversación acerca de dabbat al-ard! No lo esperamos ahora. Aparecerá cuando se aproxime el Día del Juicio Final, que es un tiempo de terror para los incrédulos. Apoyar una perspectiva contraria se halla en contraposición a la creencia y es un golpe a nuestras esperanzas.
Si la especulación puede ser permitida en tal materia, hay muchas entidades, verdaderas o potenciales, que podrían ser candidatas a desempeñar el papel de dabbat al-ard. Las imitaciones mecanizadas de los seres humanos o robots avanzados —algo que, por el momento, preocupa principalmente a escritores de ciencia ficción— a los cuales la gente ha confiado el gobierno de sus asuntos son una posibilidad. El Corán indica que hay entidades todavía por surgir cuya naturaleza es conocida sólo por Dios y no siendo así por los seres humanos. Es decir, estas entidades serán totalmente ajenas a como los seres humanos piensen o sientan: careciendo de cualquier noción de la compasión, los robots —si se tornan hostiles— no prestarán atención a las excusas, súplicas y lágrimas humanas— y nada los detendrá.
Tal posibilidad provoca un inmenso estado de alarma, incluso para los mismos eruditos y científicos que se hallan inmersos en la dirección y el desarrollo de la tecnología para producir tales máquinas —tanto que, incluso prevén y temen la posibilidad que después de que estos avanzados robots hayan sido programados y lanzados al espacio, pueden desafiar sus instrucciones iniciales (debido a un funcionamiento defectuoso) y comenzar a luchar y devastarlo todo—. Si tales máquinas realmente pueden existir, podrían muy bien ser consideradas un candidato serio para ser dabbat al-ard.
Sin embargo, esto no son más que reflexiones especulativas. También deberíamos ser circunspectos y prudentes. Máquinas avanzadas que se construyen y mantienen por sí mismas, o virus previamente elaborados en laboratorios, epidemias inexplicables, minúsculas y detestables criaturas aún por aparecer, factores desconocidos en enfermedades que resultan del uso de las llamadas armas de destrucción masivas, cualquiera de los mismos podría representar dabbat al-ard, que habla de la muerte de, primero, el espíritu humano y luego el cuerpo.
Me parece que el acercamiento al asunto de dabbat al-ard de esta manera puede conservar, en primer lugar, el respeto por los más relevantes hadices y versículos del Corán, y en segundo lugar, no restringir incorrectamente su significado ni sus afirmaciones.
En resumen: Creo firmemente que aquellos que relacionan fenómenos como el VIH con las fuentes islámicas (para su explicación) sin una reflexión y precaución suficientes son sin embargo completamente sinceros en sus intenciones. Pero la sinceridad es sólo un aspecto de la responsabilidad de abordar con tales preguntas polifacéticas; la interpretación de las mismas a través de su método es equívoca y conduce al engaño. La sinceridad personal es una cosa; ser respetuoso y leal a las verdades esenciales de hadiz y Corán es completamente otra.
[1] Bujari, Tib, 19; Musnad, 2/443.
[2] Muslim, Iman, 249, Fitan, 118; Tirmidi, Tafsir, 6; Musnad, 2/201, 491.
[3] Bujari, Tib, 1; Ibn Maya, Tib, 1.
[4] Abu Dawud, Tib 1; Tirmidi, Tib, 2, 5; Ibn Maya, Tib, 1; Muslim, Salam, 88-89; Ibn Maya, Tib, 6.
[5] Veáse Ibn Abd al-Barr, Istiab, 4/1711; Ibn Kathir, Bidaya wa al-Nihaya, 7/90-91; Ibn Athir, Kamil fi al-Tarikh, 2/560.
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