Fethullah Gülen y «La Gente del Libro»; Una Voz de Turquía para el Diálogo Interconfesional

El término «La Gente del Libro» o Ahl al-Kitab es mencionado en el Corán veinticuatro veces, refiriéndose a los cristianos y a los judíos en particular. El contexto de estas referencias coránicas varía. Algunos de estos versículos elogian a la «Gente del Libro» por su rectitud, sus buenas acciones y fe en la Otra Vida (Corán, 3:113); otros, la reprenden por no seguir el camino de Dios (Corán 3:99), la invitan a llegar a un acuerdo entre los musulmanes y ellos mismos (Corán 3:64) y le recomiendan una estrecha relación entre los musulmanes y los cristianos (Corán 5:82). La relación entre los musulmanes y la Gente del Libro, judíos y cristianos, ha sido objeto de discusión durante siglos. Las raíces ecuménicas que han prevalecido en el Islam son fácilmente trazadas en el famoso versículo del Corán:

Él pasaba todas sus acciones y palabras a través de los filtros más sensibles antes de manifestarlas. También llevaba una vida lo más ordenada y cuidosa posible, como si estuviera siempre bajo escrutinio.

Esta precaución era una consecuencia no sólo de su preocupación por merecer la buena voluntad y la confianza que los fieles depositaban en él, sino aún más de su seguimiento de la tradición derviche, que enseña, con una fuerte convicción y máxima sensibilidad, que todas las palabras y acciones se encuentran bajo la supervisión divina. Gülen ha sido un moderno siervo (abid), asceta (zahid) y derviche y esto explica cuál es la motivación principal que se halla detrás de la sensibilidad presente en sus palabras, conducta y personalidad, así como su extremada precaución. La prudencia, el carácter perspicaz, la quietud y la tranquilidad que envuelven incluso la más insignificante de sus acciones, y quizás incluso su propia experiencia espiritual, están basados en una comprensión profunda del concepto de servidumbre. Uno debería advertir cómo de relevantes son sus acciones dentro del contexto social en el que se producen; nada parece ser inadecuado en su vida. Tras muchos años de realización de prácticas espirituales en unas condiciones de estricta disciplina y formación, se ha liberado y purificado de cualquier posible inclinación hacia las indulgencias y extravagancias que prevalecen dentro de la naturaleza humana. Sus emociones se revelan sólo después de haber sido sometidas a esta disciplina. Cuando pronuncia un sermón, incluso inmerso en un contexto notablemente emotivo, parece poseer un mecanismo de prudencia y una forma de consciencia que controla su conducta y su excitación. En contraste, muchos predicadores suelen perder el control sobre sus acciones y palabras en tales estados emocionales, similares a las olas del mar, y sienten que abandonan la posición que ocupan y fluyen junto a la corriente emocional de la concurrencia que le escucha. Sin embargo, cuando esta corriente emocional finaliza, este tipo de predicadores se encuentran con la responsabilidad de haber pronunciado incontables palabras que no hubieran querido decir y de haber llevado a cabo comportamientos incontrolados. Sin embargo, la prudencia y la seriedad de Gülen dominan el espacio en el que está predicando y nunca permitió que se produjera una acción descontrolada, ya fuera por parte de él mismo o de la audiencia. Establecía un nivel de conciencia tal en sus discursos que su vida anterior y posterior al sermón se correspondían perfectamente y él no se veía afectado en absoluto por el contenido de aquel. Prestaba mucha atención para no pronunciar ninguna declaración, difundir un pensamiento o incluso respirar si no era tiempo adecuado para hacerlo. Es necesario pues, entender el poder de su oratoria y la delicada vida que ha tejido en torno a la misma si se quiere obtener una visión de conjunto acerca de la influencia que la cultura de la oratoria ha ejercido sobre las dinámicas esenciales de la comunidad de Gülen.

Este movimiento ha producido y desarrollado sus propias tradiciones, tanto en el campo religioso como sociocultural. Los códigos culturales de esta comunidad tienen orígenes únicos, aunque están muy vinculados al sistema tradicional de valores.

Al extender Gülen sus contactos sociales con el pueblo, se familiarizó aún más con sus problemas de tipo social y cultural. Este estrecho contacto le colocó en una posición en la que él mismo tenía que enfrentarse a estos problemas y buscar una solución para los mismos. Mientras tanto, analizaba todas las corrientes políticas e ideológicas de Turquía, estudiaba sus programas y proyectos e investigaba cuál era su consistencia.

Más tarde, prestó su atención a los problemas del mundo islámico y aumentó su conocimiento con esta perspectiva más amplia. Como resultado de este viaje ideológico, filosófico e intelectual, llegó a la conclusión de que el principal problema de este país (Turquía), y quizás de todo el mundo islámico, o incluso de toda la civilización humana, es el «ser humano» y la educación de la humanidad. Habiendo llegado a esta conclusión a principios de los años setenta, cuando se convirtió por primera vez en el director de una escuela coránica, comenzó a intentar poner en práctica un método distinto de educación, que más tarde se difundiría por todo el mundo.

Por un lado, él era oficialmente un predicador, pero, por otro, organizó clases y campamentos de verano para los estudiantes. En sus sermones, enseñó que, en nuestro tiempo, es más importante crear escuelas que mezquitas, y supo canalizar el entusiasmo espiritual de su audiencia. Sin embargo, esta política hubo de enfrentarse a algunos sectores conservadores que estaban preocupados únicamente por llevar adelante proyectos a corto plazo. La educación y las escuelas eran proyectos a largo plazo que no despertaban el interés inmediato de tales sectores. De este modo, estos últimos no fueron capaces de calcular cuáles iban a ser los resultados a posteriori de los proyectos educativos y de la apertura de escuelas promovidos por Gülen. Cabe decir que aunque ellos no presentaron una fuerte oposición, tampoco se tomaron estos planes muy en serio.

Durante muchos años, desde los púlpitos o a través de otros medios, Gülen luchó para iluminar a estos círculos conservadores a través de sus nuevos proyectos. Al mismo tiempo, ante los funcionarios del gobierno, presentaba tales proyectos como iniciativas de carácter civil, que eran producto de un espíritu nacional o social, pero carentes de fines de tipo político e ideológico. De hecho, el proceso de institucionalización de estos proyectos ha sido por completo una actividad civil. Nunca ha tomado la forma de una oposición ideológica o política. Gülen nunca ha tenido tampoco intención de chocar con el estado actual y sus valores oficiales; todos sus esfuerzos han ido encaminados a la educación de las masas y la juventud.

En los años setenta y ochenta, Gülen fue probablemente uno de los predicadores singulares a cuyos sermones acudían un gran número de fieles con un elevado nivel de educación y representantes de una amplia diversidad.

Hacia principios de los años noventa, las primeras instituciones educativas (escuelas primarias y secundarias) comenzaron a mostrar su capacidades, logrando éxitos científicos en las Olimpiadas escolares en Turquía y en todo el mundo. Ésta fue la prueba de que estas fundaciones tenían una base sólida y se habían convertido en instituciones que ponían en práctica verdades de tipo científico. En otras palabras, se habían convertido en la manifestación de la esencialidad y la consistencia de la movilización educativa de Gülen.

Por otra parte, Gülen se convirtió en el foco de atención de los políticos que no pertenecían a la burocracia estatal y de personalidades pertenecientes a campos que iban desde el mundo académico al del arte, y desde los medios de comunicación hasta los círculos intelectuales. Los años noventa fueron los años de la apertura al mundo exterior y los años en los que se inició un amplio proceso de diálogo con personas revelantes en diversos campos. Este proceso no había sido visto nunca antes en la reciente historia turca. Antes de los años ochenta, Turquía había sido un campo de batalla de diversas tendencias de tipo político, ideológico e intelectual. Debido a estos conflictos, miles de jóvenes perdieron su vida. En los años setenta, las luchas ideológicas sacudieron todo el mundo y afectaron también profundamente a Turquía. Gülen logró mantener que sus seguidores y las grandes masas a las que él se dirigía se mantuvieran apartados de estas luchas con gran cuidado y paciencia. Luego, en 1980, el golpe de estado trajo una atmósfera de silencio. De este modo, el país perdió tres generaciones entre los años sesenta y setenta. La gente parecía cansada y apática. En los años ochenta, los movimientos ideológicos e intelectuales comenzaron a cuestionarse a sí mismos y sus posiciones anteriores. Pero el conflicto se había resuelto sólo en parte. Cada corriente de pensamiento quedó aislada la una de la otra y los individuos vivían en compartimentos estancos e ignorantes de los puntos de vista y convicciones opuestos. Había paz, pero ésta se logró a un alto coste, incluyendo una disminución en la vitalidad de la vida intelectual. Fue en tal contexto que Gülen comenzó a construir las bases de una cultura de diálogo y consenso a nivel nacional. Él poseía la suficiente credibilidad, ya que era el arquitecto de un proyecto que había demostrado ser válido a escala mundial, y no había duda de que estaba en la agenda de muchos.

El Principio de Acción Positiva Como Base

Una de las dinámicas más básicas del movimiento de Gülen es que el principio guía de un individuo debe ser formular una actitud positiva en todas las áreas. Uno debe mantenerse alejado de todas las actitudes y comportamientos que podrían llevar a la opinión pública al enfrentamiento, el conflicto, el pesimismo o la tensión. Un hombre podría tener cualidades y capacidades, pero si no las utiliza para entrar en una relación de armonía con la sociedad, entonces no hay forma de que pueda beneficiarse de ellas. Lo que uno espera de individuos que sean capaces y hábiles es que se muestren de acuerdo. Esto no significa que un individuo tenga que despreciar u olvidar sus propias preferencias y experiencias. Por el contrario, éste es el retrato de una persona que está en paz con la sociedad y consigo misma.

Gülen tiene un modelo para el hombre, cuyos aspectos sociales han sido ya avanzados. Sin embargo, a nivel personal, él aconseja a la gente que sean «individuos completos», ya que es imposible para alguien que no ha adquirido un carácter independiente, un intelecto, un pensamiento, una experiencia y capacidades personales pueda hacer una contribución cualificada en la esfera social.

Gülen ha abierto una vía para la consecución del «hombre perfecto» (insan al kamil), como se denomina al elevado carácter humano en la literatura sufí clásica, una vía que tiene en consideración la esfera social. De hecho, en su sistema, ésta es el camino que forma su modelo ideal, que es el del hombre que sacrifica los placeres de su propia vida y que, en algún modo, vive para los demás. Este hombre sólo toma como base las acciones positivas y las desarrolla aún más.

En los años setenta, Gülen mostró ejemplos de las experiencias vividas por los Compañeros del Profeta Muhammad y por los Apóstoles de Jesús, es decir, las primeras generaciones del Islam y el Cristianismo. Él ofreció ejemplos de fe pura y sin adulterar de ambos períodos a sus audiencias. No existe una rigidez política o ideológica en aquellas generaciones. Éstas fueron generaciones honorables que llevaban una vida normal dentro de la sociedad, y que normalmente eran pobres pero libres en su actuación y voluntad. Éstos fueron siglos en los que conceptos como la abnegación, el altruismo y la sencillez eran como perlas en una hilera. Dentro de nuestro tiempo, las gentes sencillas, pero dispuestas a sacrificarse, que rayaban el ascetismo, pero que eran, sin embargo, alegres, emotivas y leales a la religión con el corazón, encontraron su acomodo ideal en el movimiento de Gülen.

Estas personas brillaban como perlas en medio de tradiciones insensibles, ignorantes, intolerantes y rígidas; su humanidad y sentimientos éticos no se veían menoscabados por la hosca ignorancia de su entorno. Dichas personas eran positivas en todas sus acciones; no había nada malo que pudiera achacárseles. Eran los seguidores leales de Jesús y Muhammad, la paz sea sobre ellos.

La Era de la Felicidad (el Período de los Apóstoles y los Compañeros) es el ideal que Gülen lleva dentro de sí. En la base de este ideal no existe la nostalgia o el derrotismo en el sentido de ser el portavoz de un grupo de personas que ya no existen. El derrotismo del dicho «Los hombres buenos han montado en sus caballos y se han ido» ha provocado un anhelo por el pasado en muchos movimientos. Sin embargo, en el movimiento de Gülen se hace hincapié en que la Era de la Felicidad es un ejemplo ideal y un modelo que las personas deberían seguir hoy en día. Muchas personas que son partidarios de este movimiento se han consagrado a éste con un notable espíritu de sacrificio hasta el extremo de que ejemplos similares pueden ser encontrados únicamente en el período de la Era de la Felicidad. Estos seguidores han mostrado una lealtad y un altruismo en su servicio que son comparables a los que existían en aquel tiempo. En esto, el perfil que Gülen ha aportado al carácter humano contemporáneo y el principio de acción positiva que él ha desarrollado han jugado un gran papel.

Esta sensibilidad del movimiento lo diferencia de otros que dicen representar un retorno a la forma islámica de vida y a los enfoques basados en eslóganes que son la norma de los movimientos contemporáneos. Los eslóganes de este tipo ponen el énfasis en un algún tipo de programa político que está basado en órdenes que se van de los altos escalones hacia los bajos. En otras palabras, defienden un modelo que se corresponde con el islamismo clásico. Dichos movimientos argumentan que si no hay una transformación que comience en lo más alto y vaya luego hacia lo más bajo, el retorno a un auténtico estilo de vida islámico se convertirá en algo prácticamente imposible. Sin embargo, el movimiento de Gülen no pone el énfasis únicamente en la Era de la Felicidad. Gülen da importancia a lo horizontal y no sólo a lo vertical —es decir, el eje del progreso individual y social, y el eje de la espiritualidad—. Según este planteamiento no existe nada similar a un «retorno al Islam». Más bien, hay que entender que si la persona cree, es considerada musulmana bajo cualquier condición y tiene que actuar como un musulmán. Él o ella sienten el Islam como algo genuino y lo vive con alegría, sin albergar ningún otro tipo de reclamaciones. El ejemplo más básico de esto es la Era de la Felicidad y las tradiciones de los Apóstoles y los Compañeros. Por encima de cualquier otra cosa, los Compañeros vivieron el Islam con una fidelidad pura y sin adulterar. Mientras vivían, no se preocuparon por temas políticos e ideológicos. Ellos intentaron transmitir el Islam que sentían y vivieron sin ninguna pretensión. A pesar de las rígidas condiciones sociales que les rodeaban, insistieron en mantener sus posiciones morales islámicas y actuar en base a ellas; no esperaron a que surgiera un período político o ideológico favorable para hacerlo. En la pura vida del Islam, señala Gülen, no hay posibilidad de hacer demandas de este tipo.

En el movimiento de Gülen, el ideal de la «Era de la Felicidad» no se corresponde con un «retorno al Islam» ni con el hecho de posponer los sentimientos y acciones hasta un momento más favorable; dicho movimiento expresa una vida de consciencia dentro del Islam. Los Compañeros vivieron el Islam dentro de su vida diaria normal de forma conscientemente elevada. Por esta razón, la idea de volver a los primeros ejemplos islámicos, que parecen ser el indicador que permite identificar a los movimientos fundamentalistas islámicos dentro del análisis de los movimientos sociales, no se corresponden con el «ideal de la Era de la Felicidad» que está presente en el movimiento de Gülen. Gülen ha intentado formular un modelo que toma la acción positiva de estos ejemplos como base. Él intentó hacer esto partiendo de su posición como predicador religioso en los años setenta, mediante sus discursos, escritos, artículos y conversaciones, y sus establecimientos educativos cuya creación ha alentado — es decir, en el transcurso de su vida de servicio que se ha venido prolongando durante más de tres décadas—.

La dinámica de la acción positiva es uno de los fundamentos espirituales que se encuentra en el núcleo del éxito de las actividades educativas y tendentes al diálogo a las que el movimiento de Gülen se ha consagrado. Si no captamos el entusiasmo y el amor por el servicio que este movimiento proporciona al individuo ordinario, tendríamos graves dificultades en comprender el misterioso poder que se encuentra detrás de las diligentes y exitosas tareas que los miembros del movimiento llevan a cabo en todo tipo de regiones del mundo.

La acción positiva engloba casi todas las actividades del movimiento. En contraste, los movimientos ideológicos toman la lucha, el conflicto, la confrontación y la dialéctica como su base, y de este modo consiguen su energía a través de la producción de tensiones dentro del hombre y la sociedad. Ellos no pueden llevar a cabo sus acciones y lograr sus propósitos a menos que pongan en práctica una forma de acción negativa y jueguen con las fuentes vitales de la sociedad. Naturalmente, cada movimiento tiene un sistema de valores positivos a los que se adhiere. De otro modo, no podría conseguir una base social amplia. Sin embargo, si la acción positiva no abarca todas las dinámicas internas y externas del movimiento, éste no podrá desarrollar relaciones consistentes a largo plazo con el público. Esta es la razón por la cual la acción positiva se encuentra entre las premisas básicas del movimiento de Gülen.

Las primeras experiencias en el camino hacia el diálogo y la reconciliación

Inicialmente, Fethullah Gülen realizó una serie de ensayos generales para lo que iba a convertirse en un vasto proyecto que se transformaría en un diálogo entre religiones y civilizaciones en Turquía, reuniendo a personas que representaban a diferentes formas de vida y corrientes intelectuales. Personas que pertenecían a diferentes campos políticos e ideológicos y que habían luchado unos contra otros físicamente en los años sesenta y setenta, y a un nivel social e intelectual en los años ochenta, encontraron ahora la oportunidad de reunirse en estos encuentros. Quizás muchos de ellos se encontraban frente a frente por primera vez. Personas que quizás habían apuntado sus armas unas contra otras, o al menos habían liderado diferentes grupos políticos juveniles, comían ahora en la misma mesa y mostraban su caballerosidad.

Los primeros encuentros no fueron más allá de simples reuniones de cortesía. Indudablemente, sin embargo, los participantes sintieron el entusiasmo de establecer los fundamentos intelectuales, filosóficos y sociales de una nueva unión. Esta ola de entusiasmo condujo pronto a los llamados «Encuentros Abant» y luego a la creación de la «Plataforma por el Diálogo Abant» dentro de un marco de acción científica, académica e intelectual. Estos encuentros ya no eran simplemente reuniones de cortesía. Un grupo de conjuntos de intelectuales y líderes de diferentes universidades del país, pertenecientes a diferentes campos de estudio y tendencias intelectuales, se reunieron para crear un marco de diálogo y compañerismo. La lucha continuaba ahora en base a un plan de acción científico e intelectual.

Estas personas, que pertenecían a tendencias diferentes en los planos político, ideológico y cultural, estaban ahora unidas en un único gran esfuerzo intelectual, con el fin de compartir una vida mutua y un espacio dentro de Turquía. Éste fue realmente un proyecto notable y sin precedentes. A través de esta plataforma, esta iniciativa básica se desarrolló en un principio con la presencia de Gülen y su equipo, pero más tarde se convirtió en un programa en el que participaban los líderes en el terreno de la ciencia, el pensamiento, el derecho y la política. Como resultado, M. Fethullah Gülen se convirtió en el presidente honorario de la «Fundación de Periodistas y Escritores» la organización establecida para gestionar y financiar esta plataforma y sus encuentros. Es decir, la búsqueda del diálogo y la reconciliación ha quedado institucionalizada con la iniciativa de los académicos y, de este modo, ha ganado un carácter significativo.

El diálogo entre religiones y civilizaciones

La «Fundación de Periodistas y Escritores» fue creada en 1994. La ceremonia de apertura de esta fundación tuvo una amplia cobertura en los medios de comunicación. La entidad fue fundada con el único fin de promover la buena voluntad y la reconciliación. Éste fue el primer capital de la fundación. Los primeros encuentros, que tuvieron lugar en forma de cenas, dieron lugar a la creación de la Plataforma Abant y a diversos esfuerzos de tipo intelectual dentro de la fundación que desembocaron en la creación de una editorial y dos revistas.

Aparte de esto, aquellos que tomaron parte en las primeras reuniones comenzaron a desarrollar relaciones personales de amistad, aunque eran miembros de distintos grupos ideológicos circunscritos a la sociedad. Las diferentes partes tuvieron celeridad en comprender la riqueza de esta variedad. En particular, los representantes de diferentes religiones crearon una atmósfera de estrecha armonía, una vez que los primeros diálogos tuvieron lugar entre ellos. Quizás durante largos años, o incluso siglos, no se había visto una plataforma semejante por el diálogo, y ellos aprovecharon la oportunidad apoyando esta iniciativa con entusiasmo. Quizás no esperaban un recibimiento tan cálido en su primera invitación. Es posible que ni siquiera esperaran que estas cenas pudieran transformarse en un intento serio de diálogo entre las religiones y las civilizaciones.

El modernismo trajo muchas comodidades a la vida de la humanidad. Sin embargo, también aumentó en la misma proporción el número de problemas que aquella ha de afrontar. Quizás, el más importante de ellos es el fomentar las ambiciones imperiales y políticas que podrían provocar un choque de civilizaciones. Las relaciones internacionales se han hecho cada vez más frágiles debido a tales ambiciones. La paz global —algo que nadie ha conseguido, aunque muchos hablen acerca de ella—se encuentra siempre bajo amenaza. Por esta razón, las religiones y el diálogo entre civilizaciones parece ser la única esperanza para la humanidad.

La respuesta de las multitudes a los emotivos discursos de Gülen se desarrolló de esta forma. Evidentemente, sin este vasto horizonte, una amplia tolerancia y previsión, y sin su actitud tendente a la reconciliación, no se habría desarrollado tal ola de entusiasmo y esperanza. No podemos subestimar aquí el poderoso efecto espiritual de la religiosidad sincera y del núcleo cultural religioso sobre la población.

Ya sea en los medios de comunicación o en los círculos políticos e intelectuales, la identidad religiosa de Gülen se convirtió en objeto de debate y discusión. En cierto modo, parece que nunca habían visto que una asociación con un carácter conservador pudiera generar tal actividad y apertura social. ¿Quién sabe? Quizás ellos no han aceptado tal identidad religiosa. Sin embargo, su error fundamental fue creer que Gülen respondía al modelo de un clásico imán de mezquita. Y desconocían asimismo que además de conocer las ciencias islámicas básicas, poseía también un interés y amplio conocimiento sobre la cultura occidental y las nuevas ciencias sociales. De este modo, no tomaron en cuenta su capacidad para reunir a todas las diferentes culturas en un intento de encontrar soluciones a los problemas sociales contemporáneos. En resumen, Gülen con su gran capacidad para el entendimiento y sus actividades islámicas y sociales a escala mundial, había entrado en los análisis y los estudios académicos de los científicos sociales.

¿Es el Movimiento de Gülen una orden religiosa?

Las dinámicas básicas del movimiento de Gülen son similares en muchas formas a las de las órdenes islámicas clásicas. Sin embargo, se diferencia de la organización de las órdenes religiosas por su forma de producir iniciativas de tipo civil y por su forma de aculturación. El concepto de «ascetismo mundano» que Max Weber ha desarrollado en sus análisis del protestantismo y de las religiones asiáticas puede ayudar a analizar el movimiento de Gülen hasta un extremo, pero hay que tener en cuenta que éste continúa estando organizado en base a dinámicas de tipo civil. La modestia, la abnegación, el altruismo, el espíritu de devoción, estar junto a Dios aunque nos hallemos entre los hombres, vivir para hacer bien a los demás, prestar servicios sin esperar compensaciones, y la profundidad del espíritu y el corazón sin esperar una anticipación de la recompensa por algún tipo de intención o de actos forman parte de la cultura sufí y se encuentran también entre las dinámicas activas e intelectuales del movimiento.

Sin embargo, estos conceptos no están dirigidos hacia el propio mundo interno del hombre, como sucede en el caso de las órdenes religiosas. Este esfuerzo va dirigido más bien hacia el exterior, hacia lo que es social. A este respecto, la conciencia profunda de tipo religioso y el hecho de ser un sujeto sometido a Dios tienen propósitos más sociales y amplios. Weber contempla este hecho a través de su concepto de «racionalización de las relaciones religiosas y sociales». Sin embargo, dicho concepto no puede englobar completamente la dinámica social y racional del movimiento de Gülen.

Las órdenes religiosas están dirigidas hacia lo personal y lo privado. Hacen que el individuo se desarrolle con una cierta indiferencia hacia el mundo y le dirigen hacia experiencias y pruebas espirituales de carácter más personal.

Incluso si el miembro de la orden religiosa no escinde completamente sus vínculos con la vida social, la orden establece rígidas disciplinas que no permiten espacio para nuevas aperturas. De este modo, el movimiento de Gülen está más en la línea de Rumi, Yunus y Yesevi que en el de una orden religiosa, y tiene un contenido social más amplio. En efecto, es como una visión contemporánea de aquellos movimientos. Aquí el «sentimiento religioso» y la «acción social» trabajan en total armonía. Del mismo modo que los elementos de mortificación hacen madurar a una persona, ellos también hacen que la persona participe de unos objetivos comunes en el orden social. El concepto de servicio de Gülen requiere un genuino espíritu de devoción. Esto concuerda con la definición ascética de Weber y, sin embargo, posee una dinámica más amplia y una mayor continuidad.

La religiosidad ordinaria no puede soportar tal carga de abnegación, ya que sus límites son bien conocidos. Las oraciones diarias, el ayuno, el pagar el Zakat o la peregrinación tienen límites y una particular medida. Sin embargo, la definición de Gülen de «servicio» es un concepto más amplio y que conlleva una continuidad. No posee sólo un fundamento religioso, sino también valores nacionales, humanos, morales y universales. Presenta una actitud racional hacia los valores básicos del estado y la nación y las relaciones sociales. Cuando alguien habla de una «persona de servicio», está refiriéndose a una persona con un corazón dulce que puede abrazar una perspectiva más amplia de abnegación y devoción. Y esto requiere un amor trascendental por la religión, la nación y la humanidad. Eso es por lo que la gente que está en el movimiento de Gülen son personas que mantienen un firme compromiso en lo que se refiere a abrazar este amor trascendente.

El Movimiento de Gülen, el Diálogo y la Tolerancia

La tolerancia y el diálogo son las dos premisas más básicas y amplias del movimiento de Gülen. Estos dos conceptos, que fueron desarrollados en un principio en una escala pequeña, se han convertido en premisas básicas en la búsqueda de una cultura en favor de la reconciliación a una escala mundial. Hoy en día, la idea de la vida desarrollada en un espacio en común es un tema cuyos fundamentos filosóficos están tratando de formular todavía los estados modernos. El diálogo, la tolerancia y la reconciliación nunca han sido percibidos como algo tan esencial como lo son en el mundo de hoy en día. Los imperios del pasado solían estar fundados, no sobre un espíritu de reconciliación, sino sobre los conflictos y las guerras, en lo que se refiere a sus relaciones internacionales, políticas y jurídicas. Las distintas civilizaciones estaban separadas una de la otra por espesos muros que estaban apoyados en contenidos e identidades de tipo político, ideológico y religioso, y esto llevaba inevitablemente a la producción de conflictos. Durante la Edad Media, el concepto que reinaba en el derecho internacional era la «ley del compromiso». Tal norma no se refería sólo a la ley internacional, sino también a la ley interna y al orden de los estados e imperios. No se permitía la existencia de diferencias de carácter religioso o racial. Por tal razón, durante la Edad Media, la lucha de la humanidad en pro del desarrollo de la civilización dio rienda suelta a pasiones agresivas y encontradas y a conflictos. Hoy en día, con los nuevos conceptos que han aparecido como consecuencia de la globalización, la búsqueda del diálogo entre civilizaciones y culturas continúa. El movimiento de Gülen es un ejemplo claro de esta búsqueda que ha alcanzado proporciones internacionales. Gülen refuerza esta búsqueda con fundamentos de tipo religioso, legal y filosófico. Uno de los propósitos básicos de las actividades educativas que ha iniciado a escala global es crear puentes que lleven al diálogo entre civilizaciones y religiones.

Según él, los musulmanes de hoy en día no pueden formar sus propias identidades existenciales, sociales y culturales en base a valores destructivos como el conflicto y la confrontación, ya que esto no guarda relación con los valores humanos y universales del Islam. Las guerras de larga duración del pasado tenían que ver con el problema de la lucha por el poder, que dominaba las relaciones internacionales de aquel tiempo. Éste fue el caso probablemente de todos los imperios políticos y formaciones religiosas. Sin embargo, hoy en día la humanidad no está en una posición de mantener un conflicto semejante a escala global. El sistema de valores universales del Islam está fundado sobre los principios de «paz, diálogo y tolerancia», que son los que el Profeta Muhammad practicó en Medina. La gente de Medina estaba compuesta de grupos que pertenecían a diferentes religiones y culturas. El Profeta actuó, por primera vez en la historia, en base a un sistema de valores que trascendía incluso las declaraciones universales pro derechos humanos de hoy en día. Lo que los documentos históricos nos muestran es que los derechos y responsabilidades recíprocos de las diferentes identidades religiosas y culturales que existían en la ciudad estaban claramente definidos y se alcanzó un consenso. Según éste, los no musulmanes serían libres de practicar su religión y mantener sus puntos de vista y modo de vida. Nadie tenía derecho a interferirse en sus asuntos y ellos vivirían como socios en una organización pluralista que proporcionaba una autonomía legal, cultural y religiosa a sus diferentes miembros.

En una carta que Ali, el cuarto Califa, envió al gobernador de Egipto, Malik b. Ashtar, él formuló esta idea dentro de una expresión legal sistemática. Según Ali, las personas que vivían en las regiones gobernadas por los musulmanes estaban divididas en dos grupos principales: 1) «nuestros hermanos en la r

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