Los Consagrados de Hoy en Día
Los ideales sublimes, los objetivos elevados, los proyectos influyentes y universales sólo pueden ser realizados por aquellos que se elevan a lo más alto, que permanecen firmes, que avanzan sin parar por su camino, que asumen una postura determinada y están motivados por éxtasis celestiales. Lo que necesitamos ahora no es gente normal, sino personas consagradas a la Realidad Divina cuyo pensamiento alcance un nivel elevado; gente que al poner en práctica sus pensamientos dirigen, en primer lugar a su nación y luego a todo el mundo, a la iluminación y les ayudan a encontrar a Dios; dicho con otras palabras: espíritus fervorosos, personas que piensan lo que necesita pensarse, que saben lo que necesita saberse, que practican lo que saben sin dudarlo y que van como el Arcángel Israfil (Rafael) cuando está a punto de soplar la Trompeta por última vez para preparar los espíritus de los muertos para el Día de la Resurrección, y que además dan esperanza a todo el mundo. Son personas cuyos corazones laten con sinceridad, que vocean las inspiraciones de sus corazones si son capaces de expresarlas, por escrito si pueden, mediante la magia de la poesía si son poetas y con la fascinación de la música si son amantes de ella.
Cuando llega el momento de representar a estos héroes en el escenario, a su viaje por el mundo que tiene, a la larga, el espíritu de emigración sagrada, se ve que susurran con el lenguaje de sus corazones a aquellos que visitan y fomentan el amor en todo su entorno; inculcan el amor en aquellos espíritus con los que se encuentran y establecen tronos de amor en sus regazos. Gracias a estas personas, los espíritus sedientos de amor y de amistad sufren una revitalización, y es precisamente a ellos a quienes estos espíritus prestan atención. Y en ambos casos, tanto los que emigran con este tipo de sentimiento como los que les dan la bienvenida, están lejos de la desobediencia y son sinceros. No hay intereses personales entre los que hablan y los que escuchan, entre los que muestran la esencia y el significado en su naturaleza y los que observan, entre los que prestan su apoyo y los que son ayudados, entre los que traen el cuenco de la vida y los que son despertados a la realidad. Y no hay más consideración que la complacencia de Dios. Estas relaciones profundas y sinceras emanan en su totalidad de los valores humanos universales y del respeto común que se siente por ellos.
Las rosas que hoy florecen por todo el mundo adquieren sus matices de los rostros iluminados y de la comprensión en los espíritus de estas personas; la geografía social está siendo adornada con su forma de pensar y es como si toda la humanidad estuviese tarareando estas melodías intemporales. Si se consideran sus fuentes, estos sentimientos y pensamientos tan puros bien pudieran parecer meras gotitas de agua. No obstante, para los que son capaces de imaginar, los significados profundos que contienen son como océanos insondables coronados por la espuma de la inspiración.
Tal y como requiere el cometido, esta caballería de la luz que parece iluminar tan sólo aquello que le rodea durante un mero instante, está ahora compitiendo, de la misma manera que lo hacen las nubes cargadas de lluvia cuando derraman sobre nosotros beatitud, alegría, amor y esperanza, para convertir esos corazones secos que ansían amor y tolerancia en los jardines del Paraíso. Bien podría proclamarse que la Tierra, de un extremo a otro de la misma, está cargada de las semillas que ellos han sembrado y espera impaciente un nacimiento bendecido. De la misma manera, todos los seres humanos están alborozados al ver las señales de este glorioso acontecimiento. Aunque las melodías y las voces puedan diferir, lo que se siente en lo más profundo de los corazones siempre es lo mismo. Y los vientos del alba traen para Job una voz del río de la vida y para Jacob flota en el aire el aroma abrahámico de la camisa de José.
Esto puede considerarse como nuestro último intento, como un avance en nuestra postura verdadera al tiempo que puede mostrarse como un mensaje alternativo de revitalización dirigido a la humanidad. La verdad es que las naciones que han sufrido varias crisis esperan también este tipo de brisa de esperanza. Cuán afortunado es el grupo directivo que pueda ser el fusible de este acontecimiento. Y, una vez más, cuán afortunados son aquellos cuyos pechos están abiertos a esta brisa.
Nosotros creemos sinceramente que el colorido y el diseño del mundo van a cambiar y que la humanidad podrá relajarse con estos héroes que están entregados a la misión de defender los monumentos de los valores humanos. En el mundo futuro, es posible que el pensamiento humano intensifique su luz gracias a esta gente; los objetivos humanos serán alcanzados y muchos de nuestros ideales se realizarán gracias a ellos. Estos ideales se realizarán hasta tal punto que superarán nuestros sueños más utópicos. No hay duda de que ocurrirán un día y entonces, cuando llegue el momento, aquellos que tienen los corazones vacíos y cuyos destinos son lúgubres se arrepentirán, llorarán y pedirán perdón a estos espíritus luminosos. Lo malo es que será demasiado tarde para compensar las oportunidades perdidas. Si esos espíritus tan mal encarados y tan cerriles pudiesen ser un poco más agradecidos y honestos antes de que llegue el día, ese día en el que se arrepentirán desesperadamente, entonces no enturbiarían su propio futuro.
En sus esfuerzos por iluminar cada rincón del mundo con una entrega comparable a la de los Compañeros del Profeta, que la paz y las bendiciones sean con él, haciendo caso omiso de sus propios deseos y actuando de forma que puedan vivir para los demás sin ostentación alguna –sino, al contrario, procediendo siempre con humildad− estos héroes legendarios hacen gala en nuestros días, a pesar de los muchos factores negativos, de una generosidad sin parangón en la historia; han venido a servir a la humanidad. Están murmurando algo desde lo más profundo de sus corazones, al tiempo que crean un Paraíso en la Tierra plantando nuevos árboles por doquier, tratando de manifestarse e invitando a todo el mundo a la eternidad; y siempre son fieles, resueltos, contundentes y están llenos de esperanza en el futuro. El camino que recorren puede parecer peligroso. Y, no obstante, ellos lo saben. Ya cuentan con que los caminos serán difíciles y traicioneros, que los puentes serán infranqueables y que las carreteras estarán bloqueadas. Esperan también un tumulto de odio y enemistad. Es cierto que tienen una fe ciega en el camino que recorren. No obstante, siempre son conscientes de la posibilidad de encontrarse con obstáculos que ni siquiera habían imaginado. Por este motivo afrontan estas dificultades como algo propio del camino divino y siguen con su paso sin perder un solo ápice de entusiasmo. Cuando se enfrentan a estas penalidades se someten por completo a Dios y se refugian en la inconquistable fortaleza de la creencia, y al mismo tiempo tratan, por un lado, de comprender la era y los acontecimientos que viven y, por otro, de seguir caminando hacia el horizonte de la complacencia de Dios dependiendo por completo de Sus promesas de éxito.
Lo cierto es que resulta perjudicial que se intente disuadir a estas personas honestas, que viven con un corazón y un intelecto reconciliados, para que renuncien a aquellos valores en los que creen. Ni tampoco se las puede impedir que actúen según la complacencia de Dios ni que intenten inculcar sus sentimientos y su Creador en el mundo. Con este sentido del deber y de la responsabilidad han conseguido mantenerse firmes como montañas desafiando tempestades y tormentas, luchar contra los elementos y, una vez descubierto el secreto de lograr cosechas en todas las estaciones, cultivar rosas y cantar canciones sobre ellas.
En lo que respecta a sus acciones son tan fiables como un mecanismo de relojería y constituyen un ejemplo de renovación, frescura y corrección. No les falta armonía en su conducta ni hay amargura en sus expresiones. Sus corazones son tan puros y limpios como los de los ángeles y sus lenguas son intérpretes fidedignos de sus profundidades más recónditas. En este sentido, su actitud y sus actos son casi siempre envidiados y sus expresiones levantan pasiones. En sus reinos más interiores están siempre pensando en guardar el respeto debido a Dios; en sus expresiones puede verse un amor profundo a Dios, un amor a la existencia, la tolerancia, el afecto, la dedicación y el perdón. Su único objetivo es complacer a Dios. Su pasión indispensable es estudiar e interpretar el universo y los fenómenos de forma acertada. La tonalidad implícita en su naturaleza es el amor y el abrir sus pechos a la gente.
En el momento en que presentan su postura con respecto a Dios con el amor más profundo, son capaces de derretir y penetrar en el corazón más inconmovible y en el más escabroso de los caracteres gracias a la mágica llave del amor; y una vez allí tratan de vivir conforme al honor que les confiere las bendiciones del Sublime Creador. Aman y son amados; y con una ambición similar a la de los profetas se mantienen firmes como montañas ante los ataques más despiadados. Cuando miran en torno suyo lo hacen con ojos divinos. Las tormentas más furiosas no los hacen desplomarse ni tampoco se agitan con los terremotos más intensos. Sus pechos resisten las olas y los chaparrones y siempre, siempre, son generosos.
Estos valientes saben muy bien aquello que es necesario para asumir este formidable cometido que es el intentar conseguir la complacencia de Dios y, en consecuencia, están listos para recibirlo sin que les importen las circunstancias. En términos de sus personalidades son tan diminutos y modestos como una vela, diseñada para arder e iluminar; y sin embargo, están siempre llenos de entusiasmo y dispuestos a competir con los piadosos, a pesar de no parecer ser competitivos. E incluso cuando parecen estar inmóviles están siempre briosos, decididos y febriles en sus actividades internas. Hay ocasiones en las que, como los mares, anegan su entorno con sus olas o refrescan lugares distantes con las nubes que están formadas con su vapor. Ya sea cerca o lejos, suministran el elixir de la vida por doquier y se afanan por inspirar renovación en los cuerpos apáticos que han sufrido a lo largo de los años. Cuentan a los demás, sin jamás cansarse, las historias que albergan sus corazones y se mantienen al margen de los rumores o disputas que puedan hacer surgir el odio en la sociedad.
Y, como siempre, su sueño es servir de provecho a los demás, sienten sinceramente en los más profundo de sus espíritus la agonía y la depresión de los otros, dan una cálida bienvenida a todo el que los visita prestando atención a sus problemas y apenándose por ellos; buscan a los que son presa del sufrimiento y se apresuran, acompañados de la gente que comparte la misma pasión, a aliviar el dolor de los demás. En ocasiones se enfrentan a las dificultades con valor y plantan rosas con decisión, incluso en medio de las espinas. Están constantemente cantando canciones sobre las rosas.
A veces, bajo la influencia de una gran pena o dolor, esta gente adquiere el color de la sangre, como la rosa que llora por las semillas que ha enviado al mundo. En otras ocasiones llegan casi a la exasperación y sus melodías se convierten en gemidos. Pero a pesar de todo esto, poniendo las manos sobre sus corazones y murmurando «Todo está en manos de Dios», avanzan hacia su objetivo sonriendo y transformando los lugares que frecuentan en verdes jardines. La gente a la que tienden la mano, a la que han revitalizado, siente como si hubiese bebido el elixir de la vida. Sus manos, con las que ayudan, son luminosas, como la Mano Blanca de Moisés. Sus esfuerzos deshacen los hechizos de los magos y hacen que se rindan las maquinaciones faraónicas.
Tienen una inspiración y una riqueza tales que los tesoros de Creso son una nimiedad a su lado. Si lo quisieran, y gracias a estas riquezas, podrían incluso quedarse con el mundo entero. Las balanzas de la caridad –que es su vida− se inclinan siempre hacia el lado de la generosidad hasta tal punto que encoleriza a los demonios.
Saben de sobra dónde invertir sus vidas. Y el resultado es que son muy buenos a la hora de trocar las cosas efímeras por las imperecederas. Nunca malgastan el tiempo ni aceptan el retraso en el servicio. Su esfuerzo moral es elevado, su voluntad fuerte y su determinación constante. La creencia y la acción son una disciplina importante de sus corazones y de su conducta. No temen a nadie excepto a Dios y son siempre honrados. De pie permanecen erguidos y cuando andan lo hacen con humildad yendo hacia su objetivo de iluminar al mundo entero. Exhalan sus pensamientos sagrados como si fueran vientos; a veces diseminan semillas en torno suyo y otras veces hacen que caiga la lluvia que distribuye la vida sobre la superficie de la Tierra. Renuevan sus votos con frecuencia y utilizan todas las bendiciones que Dios les otorga para reforzar sus grandiosos espíritus. Dondequiera que se encuentren la religión, la devoción y la aceptación de Dios, allí es donde procuran quedarse; se apresuran a cumplir Sus órdenes. Se esfuerzan de tal manera a la hora de triunfar en los asuntos mundanos que la gente que ve a estos valientes los toman por personas del mundo que se han olvidado de la Otra Vida. No obstante, cuando ven el amor que tienen piensan que pertenecen a los rangos más elevados.
Aborrecen estar inactivos o malgastar sus vidas. Participan siempre activamente en la revitalización de la vida religiosa redactando algo, si son cultos y educados, o regalando una pluma al que sí lo es; siempre se esfuerzan por seguir haciendo contribuciones a la caravana del servicio. Aman el conocimiento, respetan a los sabios, se hacen amigos de las personas con sensibilidad y mencionan continuamente al Amado en sus conversaciones.
Y aunque no quedara gente de verdad en la Tierra, aunque todos los horizontes estuviesen desdibujados por el polvo, aunque las calles estuviesen invadidas por la mayor depravación, aunque las espinas superasen en número a las rosas, aunque las avenidas estuviesen tomadas por urracas y su canto ahogase al de los ruiseñores, aunque las avispas volasen en torno a los cuencos llenos de miel, aunque las calles estuviesen cubiertas de una jungla aterradora, aunque no hubiese respeto alguno por el conocimiento y se les hubiesen cerrado todas las puertas, aunque la humanidad fuera víctima de la infidelidad y aunque se olvidasen las amistades y los amigos se hubiesen convertido en enemigos, ellos permanecerían inamovibles y dirían: «¡Sigo en pie a pesar de que los demás han caído! Puede que todo se haya convertido en un desierto, pero como tengo mis lágrimas para regarlo no hay problema alguno. Dios me ha dado dos pies con los que caminar y dos manos para trabajar. Mi creencia es mi capital y mi territorio es tan enorme como mi corazón. Las oportunidades para rehabilitar el mundo me están esperando. Con ellas puedo transformar el mundo en un Jardín, si Dios quiere. ¿Por qué preocuparse por el futuro cuando esta tierra es tan fértil? Y lo que es más, ¿acaso no promete Dios que en la Otra Vida uno se convertirá en un millar?». Y así siguen avanzando a pesar de los puentes colapsados y los caminos bloqueados. Y como si fuesen un río llevan la vida a todas partes y apagan los fuegos que hay en todos los lugares del mundo. O como si fueran fuego, y a pesar de que éste se apaga, protegen a la gente del frío. Como si fueran velas se derriten y, sin embargo, iluminan a miles de ojos. El camino que recorren es la ruta habitual de los santos y jamás se ha visto que quien la sigue haya dejado de alcanzar su destino.
Siempre son fieles y entusiastas y son lo suficientemente generosos como para gastar liberalmente de sus posesiones en nombre de Dios. Pasan la vida celebrando la generosidad y confiando en descubrir que lo que han dado en este mundo se ha multiplicado. A sus ojos no hay rango más excelso que el de preservar la religión y representarla por el mundo entero. Este objetivo es su razón de ser y viven de acuerdo con ello. Este pensamiento es todo lo que ven; se reúnen para hacerlo trascender y para reforzar su compañerismo al conectarlo con Dios. Los moradores de los Cielos más elevados también les aplauden y les facilitan el tránsito por los caminos como confirmación de su sagrada misión.
Nunca piensan en su propio bienestar y siempre tienen a Dios en sus mentes. Defienden la «virtud», fomentan los valores humanos, abren sus corazones a todo el mundo de cómo los Profetas y viven para los demás. A cambio de su generosidad, Dios los honrará con privilegios asombrosos en un día en el que nuestros pies y nuestras manos ya no nos servirán de nada. Él les obsequia plumas de las alas de los ángeles y los recompensa con una audiencia en Su Sagrada Presencia. Dios también los incluye entre los bendecidos, los trata como Sus invitados de honor y corona todas estas bendiciones con Su complacencia.
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