Qurb y Bu‘d (Cercanía y Lejanía)
Cercanía (qurb) significa que se transciende la materialidad para conseguir la espiritualidad perfecta y la proximidad a Dios. Algunos lo interpretan como la cercanía de Dios con respecto a Sus siervos; no obstante, esta definición no es del todo precisa. Dios está cerca de Sus siervos, pero no en términos de cantidad o calidad. En la tradición sufí, la cercanía pertenece a, y la adquieren los, seres mortales, seres que son creados en una determinada fase o parte del tiempo y que pasan por las diferentes etapas de la existencia. La cercanía de Dios a Sus criaturas, o el acercarlas a Él, se expresa con toda elocuencia en el siguiente versículo: «Y Él se halla con vosotros dondequiera que estéis» (57: 4). Esta cercanía no es la que se adquiere con la creencia o las buenas obras; es que Dios está cerca de Sus siervos, más cerca que ellos mismos, incluidos todos los seres y cosas creadas, animadas o inanimadas, creyentes o incrédulos, buenos o malos.
Mientras que la cercanía general, la de Dios con respecto a la creación, abarca a toda cosa y persona, la cercanía especial depende de la creencia y puede adquirirse al hacer lo que Dios ha decretado como bueno y correcto. Esta cercanía al Todopoderoso la poseen aquellos que han descubierto el camino de la cercanía y, una vez que han entrado en el pasillo que lleva a la eternidad, avanzan cada mañana y cada tarde con una nueva y más profunda dimensión de la creencia. Estas personas están incluidas en el significado del versículo: «Sin duda, Dios se halla con quienes se apartan de la desobediencia con veneración a Él y piedad y aquellos que se dedican a hacer el bien, conscientes de que Dios les está contemplando» (16: 128). Aquellos que han conseguido este rango, cuando inhalan recitan: «Mi Señor se halla sin duda alguna conmigo; Él me guiará» (26: 62), y cuando exhalan dicen: «Sin lugar a dudas Dios se halla con nosotros» (9: 40).
En la cercanía especial, la conciencia de la fe y la excelencia tienen el mismo valor e importancia que la luz respecto de la vista y el alma respecto del cuerpo. Cumplir los deberes religiosos obligatorios y voluntarios con esta conciencia es como tener alas de luz que nos elevan a los «cielos» de la infinitud. El camino más seguro, aceptado y directo de la cercanía a Dios, es cumplir con los deberes religiosos; no obstante, hacer los deberes religiosos voluntarios, que carecen de límites y muestran lealtad y devoción a Dios, tienen como resultado la verdadera cercanía y el rango de ser amado por Dios Todopoderoso.
El viajero hacia Dios entra en nuevos pasadizos que conducen a la eternidad llevado por las alas de los deberes voluntarios, y así se siente recompensado con nuevos regalos Divinos que suscitan en él un deseo aún mayor de hacer deberes tanto obligatorios como voluntarios. El que ha despertado a esta verdad siente en su conciencia el amor de Dios en proporción directa a su amor a Dios. Tal y como se declara en el hadiz qudsi:
Mi siervo no puede acercarse a Mí a través de algo más loable que la realización de las obligaciones que le he impuesto. Aparte de aquellas obligaciones, él sigue acercándose a Mí por actos supererogatorios de veneración, hasta que Yo le ame. Cuando le amo, seré los oídos con los que él oiga, los ojos con los que él vea, las manos con las que agarre y los pies con los que ande.[1]
En resumidas cuentas, ese creyente se ve impelido a actuar por la Voluntad Divina.
La cercanía que se obtiene al hacer los deberes obligatorios es otro don de este rango que consiste en ser amado por Dios y en la inclusión en el grupo de los que son amados por Él. En lo que respecta a la cercanía que se obtiene haciendo los deberes voluntarios, es el rango en el que todos los actos de la persona se atribuyen a Dios. Es un honor y un don Divinos de tipo personal que se menciona en: «Vosotros (Oh Creyentes) no los matasteis (con vuestras propias manos en la batalla), sino que Dios les mató. Y cuando tú (Oh Mensajero), arrojabas (polvo hacia ellos al inicio de la batalla), no fuiste tú quien arrojó, sino que fue Dios Aquel Quien lo hizo» (8: 17).
La cercanía, un regalo especial de Dios, no puede atribuirse a las acciones del individuo sin tener en cuenta su origen Divino. La cercanía a Él se origina en Su Misericordia y en Su Grandeza; por otra parte, la lejanía con respecto a Él es una de las debilidades y «abismos» de nuestro carácter o naturaleza. Sa’di Shirazi, el autor de Gülistan («El Jardín de las Rosas») explica de forma acertada el origen de la cercanía y la lejanía:
El Amigo está más cerca de mí que yo mismo;
¡Qué extraño es que yo esté lejos de Él!
Qué puedo decir y qué puedo hacer,
Cuando, a pesar de que Él está conmigo,
Yo estoy lejos de Él.
Lejanía significa estar distante de Dios y perecer. Según los sufíes, la primera señal de lejanía es que cesan los regalos Divinos, mientras que la última es que, si no llega una ayuda Divina determinada, la persona que la busca está completamente perdida y perece. Del mismo modo que los grados de cercanía dependen de si la persona es un creyente normal, un santo, un individuo bueno y recto, o alguien que ha sido acercado a Dios, la lejanía también tiene sus grados en un línea descendente que llega hasta Satán, que ocupa el punto más bajo.
La cercanía a Dios es un favor Divino y la lejanía con respecto a Él es miseria y privación. No obstante, no siempre se puede sentir estar cerca o lejos de Él. El mayor de los favores de Dios es que no permite que el creyente perciba Su favor (especial) (por ejemplo, ser un santo o estar cerca de Él) para que éste no se sienta honrado, se llene de orgullo y pierda dicho favor. En consecuencia, los que están cerca de Dios no suelen ser conscientes de Su cercanía. Sin embargo, no ser consciente de la lejanía personal con respecto a Dios es una represalia Divina. Hay otros que, embriagados con el amor a Dios y sin hacer distinción alguna entre cercanía o lejanía, no muestran deseo por estar cerca ni aflicción por hallarse lejos. Las palabras que siguen a continuación expresan los pensamientos de esas almas embriagadas:
Yami, no te preocupes de estar cerca ni de estar lejos;
No hay cercanía ni lejanía, ni tampoco unión ni separación.
Es un hecho admitido afirmar que la lejanía denota horror y pobreza absoluta. No obstante, algunos tiemblan a causa de los vientos de sobrecogimiento que soplan desde la cercanía y creen que están atrapados en las garras de la ira y la destrucción Divinas. El dicho «La cercanía al sultán es un fuego abrasador» puede ilustrar este sentimiento. En todo caso, si la cercanía se compara con las laderas del Paraíso que están abiertas a las brisas del la familiaridad y la amistad Divinas, la lejanía puede ser considerada como el abismo de la pérdida y la pobreza absolutas.
¡Dios mío! Te pido poder gozar de Tu beneplácito y de las palabras y las acciones que me acerquen a ello; y concede paz y bendiciones a nuestro maestro Muhammad, el maestro de los cercanos a Ti, y a su Familia y Compañeros.
[1] Al-Bujari, «Riqaq», 38. Un hadiz qudsi es aquella Tradición profética cuyo significado pertenece directamente a Dios y cuyas palabras son del Profeta.
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