Rida (Resignación)
Rida es no mostrar rencor o rebelión ante la adversidad y aceptar todos los avatares del destino sin queja alguna, e incluso con toda tranquilidad. Dicho con otras palabras, es dar la bienvenida a todas las cosas y acontecimientos, incluso a aquellos que suelen estar relacionados con la angustia y con el dolor. Otra definición sucinta de la resignación es sentirse satisfecho con la forma en la que nos trata Dios, ya sea ésta placentera o desagradable.
A pesar de que, al comienzo del viaje espiritual, los creyentes adoptan la resignación por su propia voluntad, se trata en realidad de un regalo que otorga Dios a los que ama. Por esta razón, y a diferencia de la paciencia, ni Dios Todopoderoso ni el Profeta la han prescrito; tan sólo la recomiendan[1]. Y aunque hay un hadiz que se atribuye al Profeta —dejad que aquél que no soporta las desgracias y muestra resignación ante el decreto Divino busque a otro Señor[2]— los eruditos de la ciencia de los hadices no la consideran una Tradición Profética auténtica.
Algunos santos han llegado a decir que la resignación tiene una estación más elevada que la confianza y el sometimiento; otros han pensado que, lo mismo que otros estados, es un regalo o resplandor Divino que surge para luego desaparecer. Hay otros, como el Imam al-Qushayri, que al comienzo la ven conectada o dependiente de la voluntad del siervo para, finalmente, convertirse en un estado o cualidad del corazón.[3] El hadiz: «Quien está satisfecho con Dios como Señor, con el Islam como religión y con Muhammad como Mensajero, ha degustado el deleite de la creencia»,[4] sugiere que la persona debe ejercitar su libre albedrío al principio para conseguir la resignación, a pesar de que, al final, resulte ser un regalo Divino.
Estar satisfecho con la Divinidad de Dios significa amarle y rendirle el homenaje que Le es debido, volverse hacia Él para adorarle y pedirle ayuda, y esperar cosas sólo de Él. Estar satisfecho con Su Señorío significa que aceptamos lo que Él ha decretado para nosotros, que no oponemos resistencia alguna a las desgracias que nos ocurren (sin que nos importe lo severas que sean), confiar sólo en Él en lo que respecta a cómo nos trata, y estar satisfecho con todo lo que Él nos hace. Estar satisfecho con el Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, indica que nos rendimos por completo a él, prefiriendo su guía e instrucciones a nuestras opiniones personales, y que utilizamos todas nuestras facultades para comprender —no para criticar— sus acciones, palabras y las Revelaciones que ha transmitido. Con respecto a estar satisfecho con el Islam, tal y como se ha dicho en «Todo aquel que busque una religión distinta al Islam, no le será aceptada y en el Más Allá será de los perdedores» (3: 85), es necesario que se acepte el Islam como la verdadera esencia de todos los ámbitos de nuestra vida.
En ciertas circunstancias, un determinado grado de resignación puede hacer que el individuo se sienta solo, o que se le margine de la comunidad. No obstante, aquellos que han conseguido la cercanía a Dios y siguen el camino del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, no sienten tal distanciamiento, y los que tienen un alto grado de intimidad con Dios nunca se sienten solos. Antes al contrario, cuando están solos y Le rezan, sienten que Dios está más cerca y rebosan con un mayor amor e intimidad con respecto a Él al tiempo que dicen: «¡Dios mío! Haz que me quede a solas con mayor frecuencia y no me abandones a la injusticia y a la falta de equidad de las cosas, que harían que me alejase de Ti. Haz que me sienta en Tu compañía constantemente».
Tal y como hemos mencionado, la resignación es un regalo Divino que, al comienzo del viaje, sólo se puede conseguir con la decisión consciente de ejercerla voluntariamente. Se puede obtener el rango de la resignación mediante la profundidad de la creencia, la solemnidad en las acciones religiosas y la conciencia profunda que se obtiene al adorar a Dios como si Le estuviésemos viendo. Para ser favorecido con el rango de la resignación es preciso transcender los rangos de la confianza, el sometimiento y el compromiso. Como la consecución del grado de la resignación mediante el libre albedrío es extremadamente difícil, Dios Todopoderoso no lo ha exigido; sólo lo aconseja y alaba sobremanera a aquellos que lo han conseguido.[5]
Si alguien emprende el camino para alcanzar el rango de la resignación al final, tiene que ser solemne en sus relaciones con el Señor, aceptar con agradecimiento todos los regalos y bendiciones Divinas recibidas (y no buscadas), permanecer en silencio ante cualquier tipo de privación, cumplir con todas las obligaciones religiosas, incluso en los momentos de desasosiego, soledad y dificultad, y rezar con deleite en presencia de Dios Todopoderoso. La base fundamental de la resignación es el sentimiento continuo de estar en Su compañía, tanto en la conciencia como en la experiencia, descubriendo a Dios en el corazón en cada instante como si fuese la primera vez.
El temor y la esperanza están relacionados con la vida mundana en cuanto a su influencia en los individuos; ambos hacen que sea imposible experimentar las sensaciones de desesperación y seguridad ante el castigo de Dios mientras se vive en este mundo. Carecen de relevancia en la Otra Vida, a no ser por la recompensa que nos procuran en el Más Allá. Por el contrario, estar complacido con Dios y amarle es algo que continúa para siempre, y resignarse ante Su juicio y estar complacido con Él, es una fuente de felicidad y paz espiritual en ambos mundos.
Esto no significa que los que han conseguido la resignación y la complacencia o beneplácito de Dios estén a salvo de la ansiedad, de la dificultad y el sufrimiento, puesto que en su camino seguirán habiendo muchas cosas fastidiosas y desagradables. No obstante, para los paladines de la resignación estos sucesos son pura misericordia, porque la resignación o la complacencia de Dios convierten el «veneno» que beben en un «elixir», y los problemas con los que se encuentran acrecientan aún más su amor por el Amado.
El camino de la resignación, aunque difícil de recorrer, es directo y seguro. En ocasiones lleva al viajero a la cumbre de la perfección humana con un sólo intento. Del mismo modo que un creyente puede llegar a esa cima con el esfuerzo denodado en el camino de Dios, o por el estudio del universo (como si fuese un libro) como medio de sentir y encontrar a Dios en todas partes (aunque Él no está contenido en el tiempo ni en lugar alguno), la cima también se puede alcanzar con el sufrimiento y la aflicción interior que surgen de las imperfecciones y de la incapacidad personal cuando nos encontramos con dificultades al buscar la forma de avanzar en el camino.
El resultado de la resignación es una alegría excitante o una brisa celestial causadas porque Dios está complacido con el creyente, una brisa que es directamente proporcional a la profundidad de la fe y a la esperanza de la persona. No es una brisa producida por sentir la cercanía de Dios, ni por la adoración o la devoción, ni por la lucha contra el pecado o las tentaciones de Satán y del «yo carnal». Se trata más bien de un deleite espiritual que está mezclado con la esperanza y regulado mediante el autodominio, un regalo que procede directamente de Él, un aliento de misericordia asociado a esta estación de estar complacido con Dios.
Esta estación exige el control, según lo dicte la Voluntad de Dios, de los pensamientos, especulaciones, planes, expectativas, sentimientos y acciones. Considerar la resignación como una forma de experimentar placer, y deleitarse en la expectativa de obtenerlo, es una falta de respeto a esta estación que está basada en la sinceridad y pureza de intención del individuo. Lo cierto es que esto mismo se aplica a los demás estados y estaciones que se consiguen mediante las acciones del corazón o a aquellas que, en sí mismas, son acciones del corazón. Amar y buscar Su beneplácito o complacencia es algo que solamente se hace por Él.
Ya desde los primeros días del sufismo, los paladines de la vida espiritual han manifestado sus opiniones sobre la resignación y el estar complacidos con Dios. Según Dhu’n-Nun al-Misri, resignación significa preferir desde un principio la voluntad de Dios a la propia, aceptar Su decreto sin queja alguna —basados en constatar que lo que Dios hace y quiere es lo mejor[6]— y rebosar de amor por Él, incluso cuando nos vemos acosados por la desgracia. ‘Ali Zaynu’l-‘Abidin[7] describe la resignación como la determinación del iniciado a no seguir todo aquello que se oponga a la Voluntad y aprobación de Dios.[8] Según Abu ‘Uzman, la resignación significa recibir con la misma actitud todos los decretos y acciones Divinas, bien procedan de Su Gracia y Majestad o de Su Ira, sin mostrar preferencia por unos u otros.[9] El Mensajero de Dios se refería a esto cuando dijo: «Te pido resignación cuando Tú has decretado alguna cosa».[10] Estar complacido de antemano con el decreto de Dios significa estar decidido a resignarse, mientras que la resignación en sí significa soportar las calamidades cuando ocurren.
En resumen, resignación significa que el iniciado no experimenta resentimiento o desagrado alguno con aquello que proviene de la Divinidad o del Señorío de Dios, sino que el iniciado lo recibe con alegría y está dispuesto a aceptar o soportar su destino sin quejarse. El iniciado no altera el equilibrio de su corazón. Lo que hace, más bien, es preservar su integridad y sinceridad personales cuando se enfrenta a los acontecimientos más angustiosos y traumáticos, considerando que lo que Dios ha decretado está registrado en la Tabla Suprema Preservada[11] y, en consecuencia, no se lamenta ni se entristece por lo que ocurre.
Para la gente común, resignación significa no objetar nada a lo que Dios les ha decretado. Para quienes tienen un conocimiento espiritual más profundo de Dios, resignación significa dar una cálida bienvenida a sus decretos individuales. Para aquellos que tienen una vida plena, de profunda espiritualidad, resignación significa que, una vez dejadas a un lado sus propias especulaciones, están siempre atentos a lo que Él quiere que hagan y a cómo quiere que sean. El versículo: «¡Oh tú alma que está en reposo (contenta con las verdades de la fe y las órdenes de Dios y Su trato con Sus criaturas)! Regresa a tu Señor, complacida (con Él y Su trato contigo), y digna de Su complacencia. Entra, entonces, entre Mis siervos (muy contentos con la servidumbre hacia Mí) ¡Y entra en Mi Paraíso!» (89: 27-30) abarca todos los grados de la resignación y contiene respuestas a los deseos de aquellos que se han resignado al Destino y a la Voluntad Divina.
Tal y como hemos visto en estos mismos versículos, conseguir la estación de la resignación, complacer a Dios y estar complacido con Él, depende de que nos volvamos hacia Dios Todopoderoso. Esto implica una devoción completa, confianza total y sometimiento a Él, además de encomendarle todos nuestros asuntos. El que ha alcanzado esta estación desea la muerte y encontrarse con Dios; y lo hace con el corazón tranquilo, y estará incluido en el grupo de los correctos en el Paraíso.
Desde otra perspectiva, la gente común muestra su resignación disponiendo su vida de acuerdo con los mandatos de Dios, sometiéndose voluntariamente a Su Señorío y a Su autoridad ejecutora. Esto aparece expresado en los versículos: «Di: “¿Por qué habría de desear a otro que Dios como Señor, si Él es el Señor de todas las cosas?”» (6: 164). Y también: «Di: “¿Acaso he de tomar como tutor y confidente a alguien más aparte de Dios, el Creador de los Cielos y de la Tierra con sus características propias, y Aquel Quien alimenta y que no necesita ser alimentado?”» (6: 14). Este grado de resignación es fundamental para todo aquel que desea tener una creencia verdadera en la Unidad de Dios y amarle con un amor verdadero. Todos los creyentes tienen que someterse conscientemente a la guía de Dios; deben evitar asociarle copartícipes en la creencia y, a la hora de ordenar la vida personal; tienen que amar sólo a Dios como Señor, Deidad y Gobernador del género humano y del universo; y deben amar a los demás, pues ellos merecen ser amados en Su nombre y según los límites que Él ha establecido.
El segundo grado de la resignación, que es el de aquellos que tienen un cierto nivel de conocimiento de Dios, se pone de manifiesto en el hecho de que dan la bienvenida a las órdenes y decretos de Dios sin ofrecer resistencia alguna. Se puede ver también en el control que han adquirido sobre sus propios corazones, un control tan poderoso que impide que se desvíen un sólo instante. Este tipo de resignación está considerada como la conexión entre Dios y los corazones que están dotados con Su conocimiento.
El tercer grado de resignación es el que alcanzan los eruditos santos y purificados que están complacidos con aquello que complace a Dios. El que ha sido recompensado con esta clase de resignación no siente enfado, alegría ni aflicción. Este tipo de personas, que ya no sienten, piensan o desean por sí mismas, experimentan el placer de la aniquilación en el Señor, puesto que lo único que les queda son Su Voluntad y Sus decisiones.
El primer grado de resignación, obligatorio para todo creyente, es el comienzo del camino que lleva a la cercanía de Dios, puesto que está relacionado con el libre albedrío y es un requisito de la creencia en Su Unidad. El segundo grado debe conseguirse por dos razones: porque es continuación del primero y base del tercero, y porque le lleva a uno a considerar la cercanía a Dios.
El tercer grado, que es más bien un regalo Divino que una estación, que se consigue con el libre albedrío y el esfuerzo personal, no es obligatorio ni necesario. No obstante, es recomendable desearlo de todo corazón. Este grado engloba a los dos primeros, puesto que desear la resignación completa y vivir de acuerdo con ella, es un principio fundamental de la vida islámica. No obstante, lograrlo por completo es un regalo que se obtiene mediante este anhelo. Si preferimos decirlo de otra forma, los dos primeros grados están relacionados con los Nombres y Atributos de Dios que se pueden alcanzar si se viaja bajo Su luz o bajo Su guía; el tercer grado está conectado con la recompensa, la iluminación o el resplandor que se obtiene a cambio de los mismos.
El versículo coránico «…Dios está complacido con ellos, y ellos con Él. Eso es para aquel quien se halla con temor reverencial de su Señor» (98: 8), habla de todos estos grados. La misma verdad fue expresada por nuestro maestro, la paz y las bendiciones sean con él, cuando dijo: ««El que está complacido con Dios como Señor, con el Islam como religión y con Muhammad como Profeta, ha paladeado con deleite la creencia».
Espero y confío que las consideraciones siguientes sirvan para dirigir los sentimientos y pensamientos de aquellos que deseen obtener resignación, les ayuden a superar las dificultades que se encuentren en este camino, y a controlar y resistir sus impulsos mundanos y carnales:
- Los seres humanos no son más que personajes que actúan en el drama Divino que se representa en el escenario de este mundo. En consecuencia, no tienen el derecho ni la autoridad para interferir con la forma o calidad del papel que les corresponde. Lo que le ocurre al individuo ha sido predestinado por Dios, que ha tenido en consideración su libre albedrío, sus acciones y pensamientos en este mundo. Sólo Dios puede cambiarlo.[12]
- Si se ama de verdad a Dios, todo lo que procede de Él debe ser bienvenido. Hay algunos acontecimientos en los que es muy difícil percibir la sabiduría, el beneficio o el propósito de los mismos. En ocasiones, lo que es bueno para nosotros está oculto en sucesos angustiosos: «Es posible que os disguste algo que sea bueno para vosotros y puede ser que os agrade algo que sea malo para vosotros. Dios sabe y vosotros no sabéis» (2: 216).
- Musulmán es aquel que se ha sometido por completo a Dios. En consecuencia, este tipo de persona no puede sentirse disgustada con las acciones y disposiciones de Dios. El creyente tiene buena opinión de todos los demás, así que ¿cómo iba a sospechar de Dios? El Corán nos prohíbe sospechar de otras personas (48: 12); ¡Peor sería que sospechásemos de Dios y de Sus actos! Como todas las cosas y acontecimientos han sido creados y predestinados por Dios, y como todo lo que Él crea es bueno en sí o en virtud de su resultado, el musulmán tiene que tener el corazón tranquilo y ser siempre optimista.
- Si nuestras obligaciones o responsabilidades, lo mismo que las adversidades y dificultades que soportamos o queremos superar, ocupan un lugar esencial en nuestra educación y preparación para la vida eterna de felicidad en la Otra Vida, es obvio que debemos cumplirlas o soportarlas de buen grado. La resignación del individuo, o su contentamiento ante todo lo que procede de Él, significa que Él también está complacido con esa persona en concreto. Estar disgustado con los actos y manifestaciones del Señorío Divino causa angustia, aflicción y desasosiego; vivir resignado ante lo que Dios decreta produce consuelo y alborozo, aunque sean muchas las dificultades que se tengan que sufrir. A modo de resumen: la búsqueda constante de la resignación es una invitación al auxilio Divino.
- La resignación ante el Destino y las manifestaciones de Dios, la Verdad Absoluta, es un medio muy importante para conseguir la felicidad. El más veraz y confirmado, la paz y las bendiciones sean con él, arrojó luz al respecto con las siguientes palabras: «Lo feliz para un ser humano es mostrar resignación ante lo que Dios decreta, y lo infeliz es sentir indignación ante lo que Dios decreta».[13] Resignarse con lo que Dios decreta y dispone refresca el corazón de la persona con brisas del Reino Divino; el desagrado lo llena de caprichos y sospechas que proceden de Satán. Los que se resignan a Sus decretos convierten sus vidas en un «bordado» tejido con los hilos dorados de la gratitud; por el contrario, los que están disgustados reducen a polvo sus trabajos más positivos al triturarlos entre las ruedas del molino de la ingratitud. Mostrar este tipo de disgusto, una actitud demasiado frecuente en mucha gente, es una de las formas más eficaces que tiene Satán para asaltar el alma de la persona.
- Al dar la bienvenida a la forma en que Dios le trata, el creyente puede reunirse con los habitantes de los cielos, un honor que Dios concede. El que está complacido con Dios sigue la guía correcta, mientras que quien no lo está sólo sigue sus fantasías personales. La resignación ante los juicios o decretos de Dios significa que se prefiere Su voluntad antes que nuestros deseos. No es preciso decir lo que implica la actitud opuesta.
- La resignación es como un jardín cuyos árboles producen los frutos de la adoración y la devoción; los pecados y transgresiones son el resultado de su carencia. La resignación impide que se produzcan conflictos personales con Dios en el mundo interior del creyente, y significa que se respetan los principios que se expresan en la súplica del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él: «Sea cual fuese la forma en la que Tú me juzgas, es pura justicia».[14] El primer pecado se cometió cuando Satán no se resignó a lo que Dios había decretado.
- No existe mayor rango o recompensa que el que Dios esté complacido con la persona, algo que sólo se consigue resignándose a lo que Él ha decretado. Esta es también la recompensa más elevada que se puede obtener en el Paraíso: «Dios ha prometido a los creyentes, ya sean hombres y mujeres, Jardines a través de los cuales discurren ríos donde morarán, y hogares benditos en Jardines de perpetua dicha; y mejor (que eso) es que Dios se halla complacido con ellos. Ese es, en verdad, el triunfo supremo» (9: 72).
- La resignación está basada en el elemento primordial de la religión: confiar en Dios. Su cualidad esencial se percibe con la certeza de la existencia y Unidad de Dios y con otros pilares de la religión. Está arraigada en el amor a Dios y hace que se obtenga la felicidad eterna. Sus raíces son la lealtad y la veracidad ante Dios, y expresa gratitud. La resignación es un vehículo tan mágico, que aquellos que la consiguen llegarán rápidamente a su destino. El amor y la sinceridad, lo mismo que la penitencia y el arrepentimiento, son flores que crecen en la atmósfera de la resignación. Es inútil buscar estas virtudes o cualidades en los corazones que no están firmemente establecidos en la resignación y ansiosos de conseguir el beneplácito de Dios.
Por muy numerosas que sean las recompensas que se obtengan mediante el cumplimiento de los deberes religiosos que se hacen con los sentidos externos, siempre se podrán contar y serán limitadas. Las recompensas por las acciones del corazón que busca conseguir el beneplácito de Dios, con resignación ante Él, son directamente proporcionales a la profundidad del corazón y, en consecuencia, son incontables.
Al ser el rango más elevado ante Dios, la resignación o el buscar el beneplácito de Dios es el objetivo último que han anhelado los miembros más destacados del género humano, desde la gloria de la creación, la paz y las bendiciones sean con él, hasta los demás Profetas, santos y eruditos purificados que han superado la prueba final gracias a la sinceridad, certeza, confianza, sumisión y seguridad en sí mismos. Han superado muchos obstáculos y dificultades, además de soportar una gran cantidad de sufrimientos y tormentos intolerables. Los siguientes versos intentan describir los lamentos de alguien (Rumi) que siempre trató de complacer a Dios:
El sufrimiento que Tú causas es más agradable que la buena fortuna,
Y para mí, Tu venganza es más adorable que mi propia alma.
Estoy enamorado de Su tormento y de Su favor;
¡Qué extraño que ame cosas tan opuestas!
Por Dios, que si voy de este espino de la aflicción al jardín del deleite,
Seré alguien que, como el ruiseñor, siempre se queja o se lamenta.
¡Qué extraño resulta que cuando el ruiseñor empieza a cantar,
Entone melodías sobre el espino y la rosa!
Los siguientes versos de Nasimi[15] son también muy hermosos:
Soy un amante que sufre, oh Amado mío, pero no te abandonaré;
Incluso si Tú apuñalas mi pecho con una daga,
No te abandonaré.
Y si me abren en canal de la cabeza a los pies como a Zacarías,
Pon tu sierra en mi cabeza, oh Carpintero, que no te abandonaré.
Y si me queman y reducen a cenizas y luego las esparcen,
Oirán que éstas, quejándose, dicen:
«Oh Tú que velas (los pecados), yo no te abandonaré».
El rango de la estación de la resignación, del estar complacido con Dios y buscar Su beneplácito, incluye a todos los demás. Las melodías que se entonan en este nivel son: «No importa qué me hagas ni cómo Tú me trates, es bueno para mí».
¡Dios nuestro! Guíanos hacia aquello que Tú amas y Te complace, y concede paz y bendiciones a nuestro maestro y el de aquellos con los que Tú estás complacido; y a su Familia y Compañeros, los dotados de la sinceridad más perfecta.
[1] Véanse los versículos coránicos 9:62, 60:1 y 98:8.
[2] At-Tabarani, Al-Mu‘yamu’l-Kabir, 22/320; Al-Bayhaqi, Shu‘ab, 1/218.
[3] Al-Qushayri, Ar-Risala, 309.
[4] Muslim, «Iman», 56. Ibn Hanbal, Al-Musnad, 1: 208.
[5] Véanse los versículos coránicos 3: 15, 89: 28 y 98: 8.
[6] Al-Qushayri, Ar-Risala, 195.
[7] ‘Ali ibn Husayn Zaynu’l-‘Abidin (659–714): Nieto de ‘Ali ibn Abi Talib, el Cuarto Califa, a través de su hijo Husain, que Dios esté complacido con ambos. Era muy conocido por su piedad, buen carácter, generosidad y por ayudar a los pobres y necesitados. Tenía el mote de Zaynu’l-‘Abidin («La joya de los adoradores de Dios»).
[8] Al-Qushayri, Ar-Risala, 195.
[9] Ibíd., 196.
[10] An-Nasa’i, «Sahw», 62; Ibn Hanbal, Al-Musnad, 5: 191.
[11] La Suprema Tabla Preservada (al-Lawh al-Mahfuz) donde se registran los principios Divinos que determinan el «plan y programa» arquetípicos de la creación y de las vidas futuras de todos los seres, incluidas sus acciones.
[12] La «predestinación» de Dios, que llamamos Destino, es casi idéntica a Su Conocimiento. Como Dios no está confinado por el tiempo, puede ver el pasado, presente y futuro de una persona al mismo tiempo. En consecuencia, Él «sabe» lo que ésta va a hacer «antes» de que ocurra. Este conocimiento previo de Dios no obliga a la persona a actuar de esa manera determinada; lo que hace es mostrar que su libre albedrío está incluido en los que Dios ha «predestinado» para dicha persona.
[13] At-Tirmizi, «Qadar», 15; Ibn Hanbal, Al-Musnad, 1:168.
[14] Ibn Hanbal, Al-Musnad, 1: 391, 452.
[15] ‘Imadu’d-Din Nasimi (1369–1417), destacado poeta del Azerbaiyán del siglo XV que escribió en la lengua local además de en árabe y persa. Tuvo mucho éxito con sus poemas líricos.
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